𝟷 𝐸𝐿 𝐶𝐴𝑆𝑇𝐼𝐿𝐿𝑂

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Al mes siguiente, me mudé. Mi padre compró una casa de piedra arenisca en Brooklyn y me informó de que nos mudaríamos allí. Jisoo empacó mis cosas sin mi ayuda.

Lo primero en que reparé fueron las ventanas. La casa tenía ventanas anticuadas y prominentes con marcos elaborados. La mayor parte de las casas de la manzana tenían ventanas con pulcras cortinas o persianas que miraban a la calle bordeada de árboles. Obviamente papá no quería que yo viera los árboles... o para ser más exactos, no quería que nadie me viera a mí. Nuestra casa tenía gruesas y oscuras contraventanas de madera que, incluso cuando estaban abiertas, bloqueaban la mayor parte de la luz y la visibilidad del frente de la casa. Podía oler la madera fresca y el barniz, así supe que eran nuevas. Había alarmas en cada ventana y cámaras de vigilancia sobre cada puerta.

La casa tenía cinco pisos, cada piso era casi tan amplio como nuestro apartamento entero en Manhattan. La primera planta era un apartamento privado completo, con su propia sala de estar y una cocina. Era donde yo viviría. Una enorme pantalla de plasma cubría la mayor parte de una pared en la sala de estar. Tenía un lector de DVD y un surtido completo de Blockbuster. Todo lo que un inválido necesita.

Detrás del dormitorio se encontraba un jardín tan desnudo y marrón que casi hubiera preferido malas hierbas. Una valla de madera con pinta de ser nueva se extendía en la parte posterior. Incluso aunque no existía puerta alguna, había una cámara de vigilancia empotrada sobre la valla, por si acaso alguien entrara por la fuerza. Papá no quería correr el riesgo de que alguien me viera. Yo no planeaba salir al exterior.

Continuando con el tema inválido, había un estudio en el dormitorio con otra pantalla de plasma, exclusivamente para la PlayStation. Las estanterías estaban llenas de juegos, pero sin ningún libro verdadero.

El cuarto de baño en mi piso no tenía espejo. Las paredes habían sido pintadas recientemente, pero aún podía ver un contorno donde un espejo había sido desatornillado y rellenado.

Jisoo ya había desempaquetado mis pertenencias... excepto dos cosas que yo no le había dejado ver.

Saqué los dos pétalos de rosa y el espejo de Kendra. Los puse bajo algunos suéteres en el cajón inferior de mi cómoda. Me acerqué a la escalera del segundo piso, que tenía otra sala de estar, un comedor, y una segunda cocina. Este lugar era demasiado grande sólo para nosotros. ¿Y por qué querría papá mudarse a Brooklyn?

Aquí el cuarto de baño tenía un espejo. No lo miré.

El tercer piso tenía otro dormitorio grande, que estaba decorado como una sala de estar, pero vacío, y un estudio sin libros. Y otra pantalla de plasma.

El cuarto tenía tres dormitorios más. El más pequeño tenía algunas maletas que no reconocí. El quinto piso sólo contenía una pila de trastos... viejos muebles y cajas de libros y revistas, todo cubierto por una gruesa capa de polvo. Estornudé... el polvo se pegaba a mi pelaje de bestia más que de lo que acostumbraba en la gente común... y bajé de vuelta a mi propio apartamento y miré hacia fuera por las puertas francesas hacia el jardín vallado. Mientras estudiaba los alrededores, Jisoo entró.

— ¿Llamaste a la puerta? —dije.

— Ah, lo siento —Y luego comenzó a gorjear, como una ardilla española—. ¿Le gusta su cuarto, señorita Lisa? He hecho para usted... un buen y divertido cuarto.

— ¿Dónde está mi padre?

Ella miró su reloj.

— En el trabajo. Dará las noticias pronto.

— No —dije—. Quiero decir dónde se queda ¿Dónde está su cuarto? ¿Está arriba?

— No —Jisoo dejó de gorjear—. No, señorita Lisa. Él no se quedará arriba. Yo me quedo.

𝕭𝖊𝖘𝖙𝖎𝖆𝖑 (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora