Tenía planeado recoger a Roseanne en la limusina, darle el ramillete, y luego cosechar los beneficios de toda esa anticipada planificación por lo menos montándomelo con ella en la limusina. Después de todo, mi padre había gastado bastante, y se suponía que ésta iba a ser la noche más importante de mi vida. Ser una princesa debía servir para algo.
No fue eso lo que pasó.
Primero que todo, a Roseanne prácticamente se le reventó una vena cuando vio el ramillete. O lo habría hecho, si hubiera habido algún espacio para estallar dentro del ajustado vestido que llevaba.
— ¿Qué eres, ciega? —exigió, sus ya tonificados músculos del brazo se tensaron todavía más al apretar los puños—. Te dije que mi vestido era negro. Esto desentona totalmente.
— Es blanco.
— Blanco roto. Imbécil.
Yo no veía como el blanco roto podía desentonar. Pero estar buena tenía sus privilegios.
— Mira —dije—. La estúpida criada la fastidió. No es culpa mía.
— ¿La criada? ¿Ni siquiera mostraste suficiente interés como para ir a comprarlo tú misma?
— ¿Quién compra las cosas por sí mismo? Te compraré flores en otra ocasión —Le tendí la caja con el ramillete—. Es bonito.
— Bastante barato —Lo arrancó de un golpe de mi mano—. No es lo que pedí.
Contemplé la caja del ramillete en el suelo. Yo sólo quería marcharme. Pero en ese momento, la madre de Roseanne apareció con toda la última tecnología necesaria para tomar tanto fotos estáticas como en movimiento de Roseanne a mi izquierda, Roseanne a mi derecha, Roseanne ligeramente delante de mí. La cámara estaba grabando y la señora Clare, que estaba soltera y a la que probablemente no le importaría que le presentara a mi padre, cloqueaba: Aquí están las futuras princesas. Así que hice lo que la hija de Marco Manobal haría. Pateé el ramillete barato a un lado y sonreí agradablemente a la cámara, diciendo lo correcto sobre lo guapa que parecía Roseanne, lo fabuloso que sería el baile, bla, bla, bla...
Y después, por alguna razón, recogí el ramillete del suelo. Otro pétalo había caído, y me lo metí en el bolsillo con el primero. Llevé la caja conmigo.
El baile era en la Plaza. Cuando llegamos allí, le di mis entradas a la chica que las estaba comprobando. Ella miró el ramillete.
— Bonita flor —dijo.
La miré para ver si estaba bromeando. No lo estaba. Probablemente estuviera en mis clases, una muchacha de piel algo morena, de ojos parecidos a los de un felino y cabellera castaña. No parecía encajar en el Plaza. Debía ser una estudiante becada porque ellos hacían todo el trabajo duro como recoger las entradas. Obviamente, nadie la había invitado al baile ni le había comprado nunca flores, ni siquiera una rosa barata y rota. Eché un vistazo a Roseanne, que estaba celebrando un alegre reencuentro con cincuenta amigos íntimos a los que no había visto desde ayer, ya que todas las chicas habían hecho novillos el día del baile para hacerse la pedicura y tratamientos spa. Roseanne se había pasado la mayor parte del trayecto quejándose por el ramillete... no era exactamente lo que yo había planeado... y todavía se negaba a llevarlo.
— Oye, ¿lo quieres? —dije a la chica.
— No tiene gracia —dijo ella.
— ¿Qué? —Intenté recordar si me había metido alguna vez con ella. No. No era lo bastante fea para burlarme, sólo un cero total, no valía mi tiempo.
— Te estás quedando conmigo, fingiendo que vas a dármela para retirarla después.
— No estoy fingiendo. Puedes quedártela —Era algo raro que se preocupara siquiera por una estúpida rosa—. No es del color adecuado para el vestido de mi novia o algo así, por eso no quiere llevarla. Va a marchitarse, así que bien puedes quedártela —Se la ofrecí.
— Bueno, si lo pones así... —Sonrió, cogiéndola. Intenté no fijarme en sus dientes levemente torcidos. ¿Por qué sencillamente no se ponía un aparato dental?—. Gracias. Es preciosa.
— Eh, disfrútala.
Me alejé con una especie de sonrisa. ¿Por qué había hecho eso? Desde luego no era mi estilo hacer favores a las feitas. Me pregunté si toda la gente pobre se entusiasmaba por pequeñas estupideces como esa. No podía recordar la última vez que yo me había entusiasmado con algo. De todas formas, esto tenía gracia, sabiendo que Roseanne a la larga dejaría de lloriquear y querría la rosa, y yo podría decirle que ya no la tenía.
Busqué a Kendra. Casi me había olvidado de Kendra, pero mi sincronización fue, como de costumbre, perfecta porque allí estaba ella, atravesando furtivamente la entrada principal. Llevaba puesto un vestido negro y morado que parecía un disfraz de Harry Potter Va al Baile de Fin de Curso y estaba buscándome.
— Oye, ¿dónde está tu entrada? —le dijo una de las esclavas recoge-entradas.
— Oh... no tengo... estaba buscando a alguien.
Vi un ramalazo de compasión en la cara de la recoge-entradas, como si supiera exactamente lo que estaba pasando, de perdedora a perdedora. Pero dijo:
— No puedo dejarte entrar sin entrada.
— Estoy esperando a mi cita.
Otra mirada de lástima.
— Bien -dijo la voluntaria—. Pero apártate un poco.
— Bien.
Fui hacia Roseanne. Señalé a donde Kendra estaba de pie como una perdedora.
— Comienza el espectáculo.
Ahí fue cuando Kendra me divisó.
Roseanne sabía qué hacer exactamente. A pesar de estar cabreada conmigo, era del tipo que nunca perdería la oportunidad de causar un daño emocional permanente a otra chica. Me agarró y plantó un gran beso en mis labios.
— Te amo, Lili.
Dulce. La besé de nuevo, sin repetir lo que ella había dicho.
Cuando terminamos, Kendra nos estaba contemplando. Caminé hacia ella.
— ¿Qué estás mirando, Fea?
Esperaba que llorara entonces. Era divertido humillar a los freakys, y después humillarlos un poco más. Había estado ansiando esta noche desde hacía algún tiempo. Esto casi compensaba la cagada del ramillete.
Pero en cambio ella dijo:
— Realmente lo hiciste.
— ¿Qué hice? —dije.
— Mírala —Roseanne se rió tontamente—. Tan arreglada con ese horrible vestido. La hace parecer incluso más gorda.
— Sí, ¿dónde has encontrado eso? —dije—. ¿En un montón de basura?
— Era de mi abuela —dijo Kendra.
— Por aquí la gente compra vestidos nuevos para un baile —Me reí.
— Así que realmente estás haciendo esto, ¿no? —dijo—. ¿Realmente me invitaste al baile aunque ya tenías otra cita, sólo para hacerme quedar como una estúpida?
Me reí otra vez.
— ¿De veras pensaste que alguien como yo llevaría a alguien como tú al baile?
— No, en realidad no. Pero esperaba que no me pusieras tan fácil el tomar mi decisión, Lalisa.
— ¿Qué decisión? —Detrás de mí, Roseanne se reía socarronamente, gritando: "¡Perdedora!". Pronto otra gente comenzó también, hasta que finalmente toda la habitación zumbaba con la palabra, haciendo que apenas pudiera pensar como Dios manda.
Miré a la chica, Kendra. No estaba llorando. No parecía avergonzada tampoco. Tenía esa mirada intensa en sus ojos, como esa chica en aquella vieja película de Stephen King que vi una vez, Carrie, donde la chica desarrollaba poderes telequinéticos y se cargaba a sus enemigos. Y casi esperaba que Kendra comenzara a hacer eso... matar a gente sólo mirándolos. Pero en cambio dijo en una voz que sólo yo pude oír:
— Tú verás.
Y se marchó.
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𝕭𝖊𝖘𝖙𝖎𝖆𝖑 (Jenlisa)
FanfictionUna bestia. No soy exactamente un lobo, ni un oso, ni un gorila, ni un perro, sino una criatura nueva y horrible que camina erguida. Una criatura con colmillos y garras y con pelo en todos los poros de mi cuerpo. Soy un monstruo. ¿Crees que esto es...