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- ¿Dónde está? -le pregunté a Kendra.

- Encuéntrate conmigo en la azotea -dijo ella-. El sol está a punto de salir.

Fuimos al quinto piso. No había estado allí mucho últimamente.

Ahora, al estar allí con Jennie, recordé todos los días solitarios que había pasado allí, sentada en el sofá, y el día que habíamos pasado allí juntas también. Era maravilloso cuando la vida te daba una segunda oportunidad. Abrí la ventana y me encaramé a la azotea. Después ofrecí un brazo a Jennie.

La azotea era plana, con una cornisa rodeándola, así que podríamos caminar. La Ciudad de Nueva York al amanecer es uno de los lugares más hermosos del mundo.

La gente se queja mucho del horizonte, pero no hay nada como observar al sonrosado sol colarse por entre los edificios, especialmente cuando sostienes la mano de la chica a la que amas.

Besé aquella mano.

- Mira. ¿No es esté es el más increíble amanecer?

Pero Jennie no miraba a la salida del sol, ni a mí. En cambio, miraba a un lado.

Seguí su mirada y entendí.

Kendra estaba allí. Era la primera vez que la había visto desde el hechizo. Era hermosa, como lo había sido aquel día, su cabello púrpura, verde y negro flotaba alrededor de su cara, su túnica era negra. Y detrás de ella había una multitud de cuervos, extendiéndose por todos los lados de la azotea, negro, verde y púrpura ante el sol naciente.

- Lisa, te ves genial.

- Pranpriya. Prefiero Pranpriya.

- Yo también, en realidad. Te pega -Dio un paso hacia Jennie o más bien flotó. Casi parecía que volara-. Jennie, no nos han presentado, pero soy Kendra.

- Kendra, la...

Yo había puesto al día a Jennie de todos los detalles sobre Kendra mientras esperábamos en la comisaría esa noche.

- Puedes decirlo -dijo Kendra-. La bruja. Sé lo que soy. Algunos me llamarían una bruja malvada. Soy la responsable del hechizo sobre Pranpriya.

- ¿Y estás orgullosa de eso?

- Un poquito. Es mejor persona que antes.

Jennie no parecía tan segura, pero yo asentí con la cabeza, sabiendo que era cierto.

- Pero admitiré que mis hechizos previos no tuvieron tanto éxito. En mi juventud, tendía a ser impulsiva... primero convertía a alguien en rana, y después hacía las preguntas. Las demás brujas me arrinconaron, dijeron que utilizando mis poderes con tanta frecuencia podía llamar la atención sobre la brujería y provocar una cacería de brujas tan grande como la de Salem. Como castigo, fui enviada a la Ciudad de Nueva York para trabajar como criada. Me dijeron que no usara mis poderes en absoluto.

- Pero lo hiciste -supuse.

Ella asintió con la cabeza.

- Lo hice porque fui colocada en la casa de una adolescente tan horrible e insensible que sentí que tenía que enseñarle una lección. La hechicé.

- Vaya, gracias.

A mi lado, Jennie me apretó la mano.

- Las demás brujas estaban horrorizadas. Había lanzado un hechizo, uno grande, obviamente uno que podría terminar en un incidente como... ah, digamos, una bestia suelta en el metro de Nueva York. En particular estaban preocupadas porque hubiera escogido a la hija de una personalidad de las noticias como víctima.

𝕭𝖊𝖘𝖙𝖎𝖆𝖑 (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora