𝟷 𝐿𝐴𝑃𝑆𝑂𝑆 𝐷𝐸 𝑇𝐼𝐸𝑀𝑃𝑂, 𝑂𝑇𝑂𝑁̃𝑂 𝐸 𝐼𝑁𝑉𝐼𝐸𝑅𝑁𝑂

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Fuera de las cerradas ventanas, las hojas comenzaban a caer, pero en el interior, todo seguía igual. Todo excepto Jennie y yo. Habíamos cambiado. Estudiamos juntas, y había notado que aunque ella era lista, yo no era evidentemente estúpida. No creía que ella me odiara ya. Quizás. Tal vez incluso le cayera bien.

Una noche, hubo una tormenta, una grande con relámpagos como hojas de metal atravesando el cielo y truenos que señalaban que todo estaba demasiado cerca. Esto sacudió mi cama, agitó el mundo, y me despertó. Subí a tropezones las escaleras hasta la sala de estar, sólo para descubrir que no estaba sola.

-¡Pranpriya! -Jennie estaba sentada en medio de la oscuridad sobre el sofá, observando el cielo encenderse por la ventana más alejada-. Estaba asustada. Sonó como un disparo.

-Disparo -Me pregunté si ella habría oído disparos de noche allá de donde venía-. Sólo son truenos, y esta vieja casa es maciza. Estás a salvo.

Comprendí la locura que era, decirle que estaba a salvo cuando la mantenía prisionera. Pero ella dijo:

-No todos los lugares en los que he vivido han sido seguros.

-Veo que has escogido el punto más alejado de la ventana.

-Crees que me estoy portando como una tonta.

-Nah. Estoy aquí, ¿verdad? El ruido me despertó. Iba a hacer palomitas y ver si hay algo en la TV. ¿Quieres? -Me moví hacia la cocina. Fui cuidadosa. Decidí que lo mejor era alejarme, no asustarla estando demasiado cerca. Era la primera vez que estábamos solas desde aquel día en la rosaleda. Siempre estábamos con Jackson cuando estudiábamos, y con Jisoo en las comidas. Ahora, solas con todos los demás durmiendo, quería que ella supiera que podía confiar en mí. No quería fastidiarla.

-Sí, por favor. ¿Pero puedes hacer dos bolsas? Realmente me gustan las palomitas de maíz.

-Ajá. -Entré en la cocina y encontré las palomitas para microondas. Jennie pasaba los canales de televisión y aterrizó en una vieja película, La Princesa Prometida.

-Esa es buena -dije cuando las palomitas comenzaron a reventar.

-Nunca la he visto.

-Creo que te gustará. Tiene algo para cada uno... peleas de espada para mí, princesas para ti. -La primera bolsa terminó de reventar, y la saqué-. Lo siento. Probablemente eso haya sido sexista.

-Está bien. Soy una chica. Toda chica finge ser una princesa en algún momento, no importa lo poco que se parezca su vida a eso. Y me gusta la idea de "felices para siempre". -Dejó la televisión en ese canal. Yo me quedé allí de pie mirando la segunda bolsa mientras ésta se hinchaba y considerando qué hacer con ellas... poner las palomitas en un tazón para compartir, como Jisoo solía hacer con las chicas a las que yo solía conocer, o dejarlas en las bolsas.

Finalmente, dije:

-¿Debería ponerlas en un tazón? -Ni siquiera sabía dónde guardaba Jisoo los tazones. ¿No era eso triste?

-Ah, no, no te molestes.

-No es ninguna molestia.

Pero saqué la bolsa, la abrí, y después las llevé las dos a la sala de estar.

Probablemente había pedido su propia bolsa de modo que nuestras manos no se tocaran. No la culpaba. Me senté a unos treinta centímetros de distancia de ella mientras veíamos la película. Era la escena donde Wesley, un pirata, desafiaba al asesino Vizzini a una batalla de ingenios.

-¡Has caído víctima de uno de los errores clásicos! -dijo Vizzini en la pantalla-. ¡...Nunca te enfrentes a un siciliano cuándo está en juego la muerte!


Para cuando Vizzini cayó, muerto, me había terminado mis palomitas y había dejado a un lado la bolsa. Quería algunas más. Parecía que la bestia siempre tenía hambre. Me pregunté si, si es que volvía a transformarme, ¿estaría gorda?

-¿Quieres más? -dijo ella.

-No. Dijiste que te gustan mucho las palomitas.

-Sí. Pero puedes coger unas pocas. -Me ofreció la bolsa.

-Vale. -Me acerqué unos centímetros. Ella no gritó ni se alejó. Cogí un puñado de palomitas, con la esperanza de no dejarlas caer. Hubo un trueno aterrador y ella saltó, derramando la mitad de que las que quedaban.

-Oh, lo siento -dijo.

-No pasa nada. -Recogí los restos más a la vista y los lancé a mi bolsa vacía-. Podemos limpiar el resto por la mañana.

-Es sólo que realmente me asustan los truenos y los relámpagos. Cuando era pequeña, mi padre solía salir de noche, después de que yo me durmiera. Y luego, si algún ruido me despertaba, no lo encontraba allí. Me asustaba mucho.

-Debe haber sido duro para ti. Mis padres solían gritarme cuando me levantaba de noche. Me decían que fuera valiente, lo cual quería decir que los dejara en paz.-Le pasé las palomitas de maíz-. El resto para ti.

-Gracias. -Las cogió-. Me gusta...

-¿Qué?

-Nada. Esto... gracias por las palomitas.

Estaba tan cerca que podía oír su respiración. Quise acercarme más, pero no me lo permitiría a mí misma. Nos sentamos a la luz blanco-azulada de la televisión, viendo la película en silencio. Sólo cuando ésta terminó vi que ella se había dormido. La tormenta había amainado y sólo deseé sentarme allí, vigilando su sueño, admirándola como admiraba mis rosas. Pero si se despertaba, creería que era una tipa rara.

Y ya pensaba que era bastante rara. Así que apagué la televisión. La habitación estaba oscura como la boca de un lobo, y la cogí en brazos para llevarla a su cuarto.

Despertó a medio camino por las oscuras escaleras.

-¿Qué...?

-Te quedaste dormita. Te llevaba a tu cuarto. No te preocupes. No te haré daño. Te lo prometo. Puedes confiar en mí. Y no te dejaré caer. -Su peso era apenas nada en mis brazos. La bestia era fuerte también.

-Puedo andar -dijo ella.

-Bueno, si quieres. ¿Pero no estás cansada?

- Sí. Un poco.

-Confía en mí entonces.

-Lo sé. Si fueras a hacerme daño, lo habrías hecho ya.

-No voy a hacerte daño -dije, estremeciéndome al saber que ella había estado pensando en mí-. No puedo explicarte por qué te quiero aquí, pero no es para eso.

-Entiendo. -Se recostó en mis brazos, contra mi pecho. La llevé hasta lo alto de la escalera e intenté alcanzar el pomo de la puerta. Ella lo agarró. Su voz atravesó la oscuridad-. Nadie nunca me había llevado en brazos, no que yo pueda recordar.

Tensé mi apretón sobre ella.

-Soy muy fuerte -dije.

No dijo nada más después de eso. Se había quedado dormida otra vez. Confiaba en mí. Pisé en la oscuridad y entré en su dormitorio, pensando que siempre debía ser así para Jackson; fui muy cuidadosa, esperando no encontrar obstáculos. Cuando alcancé su cama, la dejé en ella y coloqué la suave manta a su alrededor. Quise besarla, allí en la oscuridad. Hacía tanto que no había tocado a alguien, tocar de verdad. Pero sería un error aprovecharme de su sueño, y si despertara, puede que nunca me perdonara.

Finalmente, dije:

-Buenas noches, Jennie -y comencé a alejarme.

-¿Pranpriya? -En la puerta, oí su voz-. Buenas noches.

-Buenas noches, Jennie. Gracias por sentarte conmigo. Fue agradable.

-Agradable. -Oí que se removía en la cama, dando vueltas, quizás-. ¿Sabes?, en la oscuridad, tu voz me parece familiar.

𝕭𝖊𝖘𝖙𝖎𝖆𝖑 (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora