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Volví a Nueva York. El tipo que supuestamente había estado cuidando de mis rosas era el mayor chapucero. La mitad de las plantas estaban muertas mientras que las demás necesitaban una poda urgente, sólo había flores solitarias.

- Una bestia diferente se comería a este tipo -le dije a Jackson.

Pero en realidad no me importaba. Las rosas eran mías para cuidarlas y de nadie más. El desastroso resultado sólo demostraba que me necesitaban. Era agradable que te necesitaran. Me pregunté si debería conseguirme una mascota, tal vez un gato porque ellos no necesitaban que los sacaran de paseo.

Por supuesto, tal vez terminaría como una de esas viejas locas con, algo así como sesenta gatos. Y un día, los vecinos se quejarían del olor, y resultaría que me había muerto y los gatos me habían comido.

De todos modos, podría ser agradable tener a un gato. Mientras no escarbara en mis rosas. Por el momento, decidí desmantelar el invernadero. Quería pasar mis inviernos en el norte, y volver cada primavera para sentarme en mi tapiado jardín, a la luz del sol.

Comenzaba a planificar mi vida siendo bestia. Y, aun así, cada noche, sacaba mi espejo y observaba a Jennie dormir. Me preguntaba si soñaba, si soñaba conmigo como yo soñaba con ella.

Supongo que Jackson se lo preguntaba también porque un día dijo:

- ¿Has tenido noticias de Jennie desde que has regresado?

Estábamos a cuatro de mayo, a menos de dos días del día, un mes desde mi regreso a la ciudad. Estaba en el jardín con Jackson. Acabábamos de terminar de leer Jane Eyre. No le había dicho que lo había leído meses antes, después de aquel día en el quinto piso con Jennie. Pensaba en ese día todo el tiempo, aunque el vestido verde que había escondido bajo mi almohada hubiera perdido hacía mucho su olor. Había sido un día perfecto, un día en el que había creído que quizás era posible para ella amarme.

- Nunca habría creído que me gustaría un libro llamado Jane Eyre -dije a Jackson, cambiando de tema-. Sobre todo, cuando trata de una valiente institutriz británica.

- A veces nos sorprendemos a nosotros mismos. ¿Qué fue lo que te gustó del libro?

- Bien, te diré lo que no me gustó de él... Jane era demasiado buena. Amaba a Rochester, no tenía nada en el mundo, ni familia, ni amigos, ni dinero. Creo que debió aferrarse a Rochester.

- Pero él tenía a una esposa demente escondida en el desván.

- Nadie lo sabía. Y él era su amor verdadero. Si estás enamorado así, nada debería interponerse en tu camino.

- A veces tienes que ocuparte de cosas primero. No tenía ni idea de que fueras tan romántica, Pranpriya.

- No es que tenga ninguna razón para serlo.

Jackson tiró su copia de Jane Eyre en su regazo, esperando.

- La respuesta es no -dije-. No, no he tenido noticias de Jennie.

- Lo siento, Pranpriya.

- Pero eso me ha hecho entender lo que me gusta del libro -dije, caminando hacia donde había plantado mis rosas en miniatura. La "Pequeña Jennie" estaba reviviendo muy bien-. Me gustó cuándo Rochester y Jane estaban separados, él fue a la ventana y la llamó por su nombre: ¡Jane! ¡Jane! ¡Jane! Y ella lo escuchó, y hasta le contestó. Así es como debería ser el amor verdadero, la persona amada debería ser parte de tu alma y deberías saber lo que sienten todo el tiempo.

Arranqué una rosa del arbusto y la sostuve junto a mi mejilla. Quería ver a Jennie en el espejo, aunque eso significara excusarme de esta conversación con Jackson, aunque ella no me amara, aunque no me echara de menos en absoluto. Pero eso no era de utilidad, auto compadecerme por su ausencia. Miré a Jackson.

𝕭𝖊𝖘𝖙𝖎𝖆𝖑 (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora