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El día siguiente era sábado, el día en que normalmente estudiábamos juntas. Pero en vez de eso, fue el día en que Jennie se marchó. Después de llamarle un taxi y comprobar el itinerario del autobús, me retiré a mi cuarto para verla en el espejo. Había pensado en dejarle el espejo para que se lo llevara con ella, y así pudiera verme y recordarme. Pero decidí que no podía separarme de él. Si no podía tenerla, quería ser capaz de verla. Si le diera el espejo, puede que ella no quisiera mirarme a mí en absoluto. Puede que prefiriera olvidarme. No podía soportar eso.

Así que la vi empaquetar sus cosas. Se llevaba los libros que habíamos leído juntos y una foto de nuestro primer muñeco de nieve. No tenía ninguna fotografía de mí. Finalmente, dejé de auto compadecerme y fui a desayunar. Cuando volví a mi cuarto, Jackson estaba allí.

Sostenía el libro que estábamos leyendo, pero dijo:

-Acabo de estar en la habitación de Jennie, y me ha dicho una cosa muy extraña.

-¿Qué se marcha?

-Sí. -Jackson me dirigió una mirada interrogativa.

-Le dije que se fuera. ¿Ahora podemos cambiar de tema a algo más alegre? Los Miserables fue un libro divertido.

-Pero, Pranpriya, esto iba tan bien. Creí...

-Ella quería marcharse. La amo demasiado para hacer que se quede. Dice que volverá en primavera.

Jackson pareció querer decir algo más, pero finalmente, se centró en el libro.

-¿Entonces, qué piensas del Inspector Javert?

-Creo que quedaría genial como personaje en un musical de Broadway -dije riendo, aun cuando no tuviera ganas de reír. Comprobé el reloj. El taxi de Jennie llegaría en cualquier momento. Su autobús saldría en aproximadamente una hora. Si esto hubiera sido una película, una de esas comedias románticas para chicas, habría alguna escena dramática en la que yo correría a la estación de autobuses, le rogaría que se quedara, y Jennie, finalmente comprendería lo que sentía por mí, me besaría. Me transformaría. Viviríamos felices para siempre.

En la vida real, Jackson me preguntó qué pensaba de las opiniones políticas de Víctor Hugo en Los Miserables, y le contesté, aunque no recuerdo lo que dije. Pero fui consciente del momento (9:42) en que el taxi entró en el camino de entrada para recogerla. Sentí su llegada a la estación de autobuses (10:27) y supe la hora (11:05) en la que su autobús abandonó la estación. No vi estas cosas en el espejo. Simplemente lo supe. No hubo ningún final de película. Sólo hubo un final.

No volví a la ciudad ese invierno. En vez de eso, me quedé en el campo, dando largos paseos cada día, donde sólo otras bestias, las salvajes, podían verme. Comencé a memorizar el patrón de vuelo de cada pájaro invernal, el escondrijo de cada ardilla y conejo, y pensé que podría hacer esto cada invierno.

Era genial estar fuera. Me preguntaba si fue así como empezó el Abominable Hombre de las Nieves. Nunca había creído en cosas así antes. Ahora estaba seguro de que era real.

Admito que usé el espejo para espiar a Jennie. Sin las rosas allí, el espejo llegó a ser lo que las rosas habían sido... mi vida, mi obsesión.

En mi defensa, sólo me permitía mirarla una hora al día. Haciendo esto, supe que había encontrado a su padre, que se habían mudado a un destartalado apartamento en un vecindario todavía peor en Brownsville, que iba a una escuela de aspecto tosco. Sabía que esto era culpa mía, estaba atascada en aquella escuela porque había perdido su beca en Tuttle por mi culpa, al sacarla de la escuela para estar conmigo. La observaba caminar hasta la escuela, pasando por delante de edificios derruidos cubiertos de grafitis, por delante de restos de coches y niños desesperados. La miraba en los pasillos de la escuela, pasillos estrechos, atestados de taquillas cegadas y carteles en las paredes que decían cosas como "¡Puedes tener éxito!". Pensé en cómo debía odiarme.

Marzo... dejé de observarla durante las horas diurnas. Pero verla por las tardes era peor, porque no había nada que indicara que me echaba de menos o pensara en mí en absoluto. Estudiaba sus libros, como hacía antes de conocerla.

Finalmente, comencé a mirarla sólo de noche, cuando dormía. Cada noche a las doce, la observaba. A esa hora, podía fantasear con que soñaba conmigo. Yo soñaba con ella todo el tiempo. Hacia abril, cuando no había vuelto, supe que se había terminado.

La nieve yacía en parches sobre la tierra, y el hielo sobre el lago se derretía. Flotaba como icebergs, despertando las ranas de abajo. El deshielo de las montañas se convertía en cascadas, y eso significaba tubing y rafting y temporada turística.

-¿Has pensado en regresar a casa? -dijo Jackson un día en la cena. Era un sábado.

Yo había dejado de salir y había pasado el día mirando por la ventana, agachándome cuando los coches, probablemente llenos de muebles envejecidos, pasaban por nuestra ruta rural.

-¿Qué casa? -dije-. Casa es donde está tu familia. Yo no tengo casa. O tal vez estoy en casa. Miré a Jisoo, que se sentó frente a mí. En los últimos meses, había dejado de ser una criada -Lo siento -le dije-. Sé que tú nunca ves a tu familia. Debes pensar que soy una ingrata...

-No pienso eso -interrumpió ella-. He visto un gran cambio en ti en estos últimos dos años.

Me puse rígida ante el "dos años". No podía ser, no exactamente, pero casi. Mi tiempo casi había terminado. Daba igual donde estuviera porque ya no había ninguna posibilidad.

-Antes, eras una chica cruel, una chica que vivía para entristecer a la gente. Ahora eres amable y atenta.

-Sí, amable y atenta. -Me encogí de hombros-. Me ha hecho mucho bien.

-Si hubiera alguna justicia, este horrible hechizo se habría roto, y no habrías tenido que hacer esta cosa imposible.

-No era imposible. -Jugué con mi cuchara de sopa. Se me daba bien comer con garras-. Simplemente no fui lo suficientemente buena.

Me giré hacia Jackson.

-Respondiendo a tu pregunta, estaba pensando en quedarme aquí. En cualquier otro lugar, estoy atrapada dentro, prisionera. Pero regresar a la ciudad sólo me recordará lo que he perdido.

-Pero, Pranpriya...

-Nunca irá a visitarme. Jackson. Lo sé. -Nunca le había hablado del espejo, por lo que no podía explicar ahora que la observaba, que no veía ninguna señal de que me echara de menos-. No puedo volver y esperar por ella si ella no va a venir.




Esa noche, cuando recogí el espejo para mi ritual de cada noche de observar el sueño de Jennie, conseguí a Kendra en cambio.

-¿Entonces cuándo volverás a la ciudad?

-¿Por qué todo el mundo pregunta lo mismo? Me gusta estar aquí. No hay nada para mí en la ciudad.

-Está Jennie.

-Como dije, no hay nada para mí en la ciudad.

-Todavía tienes un mes.

-Es imposible. Se acabó. Fracasé. Siempre seré una bestia.

-¿La amabas, Pranpriya?

Era la primera vez que me llamaba Pranpriya, y miré fijamente a sus extraños ojos verdes.

-¿Te has cambiado el cabello, un corte en capas? Te queda bien.

Se rió.

-La vieja Lalisa Manobal nunca habría reparado en mi cabello.

-La vieja Lalisa Manobal habría reparado en él... se habría burlado. Pero no soy la vieja Lalisa Manobal. No soy Lalisa Manobal en absoluto.

Asintió.

-Lo sé. Y por eso lamento que estés encasillado en la maldición de Lalisa Manobal. -Era casi exactamente lo que Jisoo había dicho-. Lo que me lleva de vuelta a mi pregunta... que tan ingeniosamente evadiste. ¿La amabas?

-¿Por qué debería decírtelo?

-Porque no tienes a nadie más a quien decírselo. Tu corazón se está rompiendo, y no tienes a nadie en quien confiar.

-¿Así que debería desahogar mi corazón con... tigo? Arruinaste mi vida. ¿Ahora quieres mi alma? Vale. La amaba. La amo. Fue la única persona en mi vida que realmente me habló a mí, que me conoció sin mi aspecto, sin mi padre famoso, y que incluso se preocupaba por mí... aun cuando fuera una bestia. Pero no me amaba. -No estaba mirando al espejo. No podía porque aunque mi tono fuera sarcástico, mis palabras eran verdad-. Sin ella, no tengo ninguna esperanza, ninguna vida. Viviré en la miseria y moriré sola.

-Pranpriya...

-No he terminado.

-Yo creo que sí.

-Tienes razón. He terminado. Si al menos fuera normal, podría haber tenido una posibilidad con ella. No hablo de ser como antes, pero es demasiado pedir esperar que una chica se interese por alguien que no es ni siquiera humano. Es enfermizo.

-Eres humana, Pranpriya. Tienes un mes. ¿No quieres volver, sólo por ese mes? ¿Tan poca fe tienes en ella?

Vacilé.

-Preferiría quedarme aquí. Aquí no soy una monstruo.

-Un mes. ¿Qué podrías perder, Pranpriya?

Pensé en ello. Ya me había rendido, había aceptado que iba a quedarme como una bestia para siempre. Volver a tener esperanza, aunque fuera por un mes, sería muy duro. Pero sin esperanza, no tendría nada, nada que anhelar, más que ser una bestia, atrapada en una casa durante el resto de mi vida, sentada en la casa de ladrillo rojizo financiada por papá, abonando mis rosas para que crecieran mejor, viviendo mi vida a través de cada libro de la Biblioteca Pública de Nueva York, y esperando morir.

-Un mes -acordé.

𝕭𝖊𝖘𝖙𝖎𝖆𝖑 (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora