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— ¿Qué estás haciendo aquí? —dije lo bastante fuerte como para ocultar el hecho de que mi voz temblaba, y el sudor goteaba por cada poro de mi piel, y mi sangre palpitaba como si hubiera estado corriendo por la pista de atletismo. Y, sin embargo, no puedo decir que me sorprendiera verla. Había estado esperándola desde el baile. Sólo que no sabía cuándo o cómo.

Me miró. Me fijé en sus ojos de nuevo, del mismo color botella que su cabello, y tuve este extraño pensamiento: ¿Y si fuera natural, tanto el pelo como los ojos? ¿Y si fueran así de nacimiento?

De locos.

— ¿Por qué estás en mi casa? —repetí. Ella sonrió. Me di cuenta por primera vez de que sostenía un espejo, el mismo que llevaba el primer día en las gradas. Lo miraba atentamente mientras canturreaba:

— Castigo. Justicia poética. Correctivo. Escarmiento.

La miré fijamente. En el momento en que habló, no pareció tan fea como la recordaba. Eran esos ojos, esos brillantes ojos verdes. Su piel brillaba también.

— ¿Qué quieres decir con "Escarmiento"?

— Es una palabra algo anticuada, Lalisa. Deberías saberla. La aprenderás. Significa castigo bien merecido.

Castigo. A lo largo de los años, mucha gente... amas de llaves, mis profesores... me habían amenazado con castigos. Nunca lo cumplían. Por lo general, podía salirme con la mía con encanto. O mi padre podía despedir a alguien. ¿Pero y si esta era una especie de loca psicópata?

— Mira —le dije—. Sobre lo de esta noche. Lo siento. No creí que realmente fueras a aparecer. Sabía que en realidad yo no te gustaba, así que no creí que fuera a herir tus sentimientos —Tenía que mostrarme simpática. Obviamente era una loca. ¿Y si tenía un arma bajo aquella enorme ropa?

— No.

— ¿No qué?

— No me gustas. Ni heriste mis sentimientos.

— Oh —Le lancé la mirada que por lo general usaba con los profesores, la mirada de: "soy una niña buena".

Cuando lo hice, noté algo raro. Su nariz, que yo había pensado antes que era larga y parecida a la de una bruja, no lo era en absoluto. Debían haber sido las sombras.

— Bueno, ¿entonces estamos en paz?

— No heriste mis sentimientos porque sabía que me la jugarías, Lisa, sabía que eras cruel y despiadada y que, si tenías oportunidad, harías daño a alguien... sólo para demostrar que podías.

Sostuve su mirada. Sus pestañas parecían diferentes. Más largas. Sacudí la cabeza.

— No fue por eso.

— Entonces ¿Por qué? —Sus labios eran de color rojo sangre.

— ¿Qué está pasando aquí?

— Te lo dije. Escarmiento. Sabrás lo que es no ser hermosa, ser tan fea en el exterior como en el interior. Si aprendes bien la lección, puede que seas capaz de deshacer mi hechizo. Si no, vivirás con tu castigo para siempre.

A medida que hablaba, sus mejillas se ruborizaban. Se quitó su capa para revelar que era una tía sexy... aunque de cabello verde. Pero había algo raro, ¿cómo podía transformarse así? Yo estaba alucinando. Pero no podía echarme atrás. No podía tener miedo de ella. Así que lo intenté otra vez. Donde el encanto no funciona, por lo general sacar a colación a mi padre lo hacía.

Dije:

— Sabes que mi padre tiene un montón de dinero... y contactos también.

Todo el mundo quiere algo, Lisa.

— ¿Y?

— Y sé que debe ser difícil ser una estudiante becada en una escuela como Tuttle, pero mi padre puede engrasar cualquier tipo de maquinaria, conseguirte lo que desees. Dinero. Enchufe en la universidad, incluso una aparición en las noticias de la noche si se lo pido. ¿Has actuado alguna vez? Eres realmente sexy, ¿sabes? Quedarías bien en televisión.

— ¿De veras lo crees?

— Claro... yo... —Me detuve. Se estaba riendo.

— Yo no voy a Tuttle —dijo ella—. No voy a la escuela en absoluto, ni vivo aquí o en cualquier otro lugar. Soy vieja como el tiempo y joven como el alba. Los seres de otro mundo no pueden ser sobornados.

Oh.

— Así que estás diciendo que eres una... una... bruja.

El cabello que fluía alrededor de su cara parecía ahora verde, ahora morado, ahora negro, como una luz estroboscópica. Me di cuenta de que estaba conteniendo el aliento, a la espera de su respuesta.

— Sí.

— Vale —dije, entendiendo. Estaba realmente loca.

— Lalisa Manobal, lo que hiciste fue muy feo. Y no fue la primera vez. Toda tu vida has recibido un trato especial debido a tu belleza, y toda tu vida has utilizado esa belleza para ser cruel con los menos afortunados.

— Eso no es cierto.

— Segundo grado, le dijiste a Lee Chaeryeong que la razón de que fuera una cabeza hueca era que su madre la había golpeado con la puerta del coche. Lloró durante una hora.

— Eso fue cosa de niños.

— Tal vez. Pero en sexto grado hubo una fiesta en Gameworks e invitaste a toda la clase... excepto a dos niños, Chou Tzuyu y Jung Hoseok. Les dijiste que eran demasiado feos para que se les permitiera estar —Me miró—. ¿Crees que eso fue gracioso?

Sí. En cierto modo. Pero dije:

— Eso fue hace mucho tiempo. Yo tenía problemas entonces. Fue el año en que mi madre nos abandonó —Kendra parecía unos centímetros más alta ahora.

— El año pasado, Yoo JiMin estaba loca por ti. Le pediste su número, después hiciste que todos tus amigos la atormentaran con llamadas telefónicas obscenas hasta que sus padres tuvieron que cambiar el número. ¿Sabes lo embarazoso que fue para ella? Piensa en ello

Por un segundo me imaginé como sería ser Yoo Ji Min, decirle a mi padre que en la escuela todos me odiaban. Y por un segundo no pude soportar pensar en ello. Yoo Ji Min no sólo había cambiado su número. Al final del año, había dejado Tuttle también.

— Tienes razón —le dije—. Fui una idiota. No volveré a hacerlo de nuevo.

Casi lo creía. Ella tenía razón. Debería ser más amable. No sabía por qué a veces era mezquina y cruel. Algunas veces me había dicho a mí misma que sería más amable con la gente. Pero siempre, en una hora más o menos, lo olvidaba, porque una se siente bien estando por encima de todos ellos. Tal vez un psicólogo, uno de esos tipos de la tele, diría que lo hacía para sentirme importante, porque mis padres no me prestaban atención o algo así. Pero no era eso, de verdad que no. Era simplemente, como si a veces no pudiera evitarlo.

En la sala de estar, el reloj de péndulo comenzó a sonar señalando la medianoche.

— Tienes razón —dijo la bruja, extendiendo sus brazos ahora bien tonificados—. No volverás a hacerlo. En algunos países, cuando un hombre roba, le cortan la mano. Si un hombre viola, es castrado. De ese modo, los instrumentos del delito se arrebatan a aquellos que los utilizan para cometerlos —El reloj aún estaba sonando. Nueve. Diez. La habitación brillaba y casi estaba girando.

— ¿Estás loca? —Miré sus manos, para ver si tenía un cuchillo, si iba a intentar cortarme o algo. Pensé que debía estar realmente borracha, porque esto no podía estar pasando. Ella no podía hacer magia. Eso es. Tenía que ser una alucinación de borracho.

El reloj terminó de sonar. Kendra tocó mi hombro, girándome hasta dejarme mirando el espejo sobre mi cómoda.

— Lalisa Manobal, contémplate.

Me volví y me quede boquiabierta ante la visión que encontraron mis ojos.

— ¿Qué me has hecho? —Cuando lo dije, mi voz fue diferente. Salió en un rugido.

Ella agitó su mano con una lluvia de chispas.

— Te he transformado en tu verdadero yo.

Yo era una bestia.

𝕭𝖊𝖘𝖙𝖎𝖆𝖑 (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora