𝟷 𝐿𝐴 𝐵𝐸𝑆𝑇𝐼𝐴

999 125 1
                                    

Era una bestia.

Me miré fijamente en el espejo. Era un animal... no completamente lobo u oso o gorila o perro, sino de alguna horrible especie que andaba erecta, que era casi humana, pero no del todo. Los colmillos habían crecido en mi boca, mis dedos se habían convertido en garras y me crecía pelo por cada poro. Yo, que había despreciado a la gente con granos o halitosis, era un monstruo.

— Estoy permitiendo al mundo ver cómo eres realmente —dijo Kendra—. Una bestia.

Y entonces me lancé sobre ella, arrastrando mis garras por la carne de su cuello. Era un animal, y mi voz de animal no formaba palabras, pero sí sonidos que no podría haber emitido antes. Mis garras de animal desgarraron su ropa, luego su carne. Olí la sangre, y supe sin ni siquiera tener palabras para ello que podría matarla como el animal que era.

Pero alguna parte humana de mí me hizo decir:

— ¿Qué has hecho? ¡Cámbiame de nuevo! Cámbiame de nuevo, o te mataré —Mi voz estaba más allá del reconocimiento cuando aullé—. Te mataré.

Entonces, de repente, sentí que estaba siendo despegado de ella. Comencé a ver su carne curarse, después su ropa se reparó a sí misma como si nunca hubiera sido rasgada.

— No puedes matarme —dijo—. Simplemente pasaría a una nueva forma, tal vez un pájaro o un pez o un lagarto. Y volver a cambiarte no me corresponde a mí. Todo depende de ti.

Alucinante. Alucinante, alucinante. Este tipo de cosas no le pasaban a la gente de verdad. Era un sueño provocado por ver la obra escolar de En los Bosques y demasiadas películas de Disney. Estaba cansada, y todo el Absolut que había bebido con Roseanne no ayudaba. Cuando despertara, estaría bien. ¡Tenía que despertarme!

— No eres real —le dije.

Pero la alucinación me ignoró.

— Has vivido tu vida siendo cruel. Pero en las horas anteriores a tu transformación, tuviste un pequeño gesto amable. Por ese atisbo de bondad veo adecuado ofrecerte una segunda oportunidad, por la rosa.

Entendí lo que quería decir. La rosa. El ramillete que le había dado a esa freaky en el baile. Sólo se lo había dado porque no sabía qué otra cosa hacer con él. ¿Contaba eso? ¿Era esa la única cosa agradable que había hecho alguna vez por alguien? De ser así, era bastante patética.

Me leyó la mente.

— No, no es mucha bondad. Y no te he dado una segunda posibilidad demasiado grande tampoco, sólo una pequeñita. En tu bolsillo encontrarás dos pétalos.

Busqué en mi bolsillo. Allí estaban los dos pétalos que había metido en él cuando se habían caído de la rosa. Ella no podía haberlo sabido, lo cual tal vez demostraba que todo estaba en mi mente.

Pero dije:

— ¿Y?

— Dos pétalos, dos años para encontrar a alguien dispuesto a mirar más allá de tu horrible fealdad y ver algo bueno en ti, algo que amar. Si tú correspondes a ese amor y si ella te besa para demostrarlo, el hechizo se romperá, y serás atractiva otra vez. Si no, permanecerás para siempre como una bestia.

— Desde luego no es gran cosa como oportunidad.

Una alucinación, un sueño. Tal vez me había puesto algo en la bebida, ¿un ácido? Pero como todos los soñadores, seguí la corriente. ¿Qué más podía hacer, ya que no me despertaba?

— Nadie podría enamorarse de mí ahora.

— ¿No crees que alguien pueda amarte si no eres guapa?

— No creo que alguien pueda amar a un monstruo.

𝕭𝖊𝖘𝖙𝖎𝖆𝖑 (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora