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No podía moverme, las palabras no salían de mi boca y en realidad no podía dejar de mirarlo. Su mirada fija en la nada me hacía sentir una tristeza, tal vez en algún momento no muy lejano fue intimidante.

Quería salir de ahí y dejar ese cuarto negro con gris, definitivamente había tomado una mala decisión.

¿Cómo es que estaba solo?

Ulises es un chico guapísimo y estoy segura de que en un pasado tuvo millones de novias, ¿Cómo es que se quedó solo?

—¡Responde!, ¿Quién demonios está ahí? —Su pecho subía y bajaba, estaba enojado, muy enojado.

Cuando pude darme cuenta, Samantha se encontraba a mi lado con la mirada nerviosa fija en su hijo.

—Ulises, tranquilo—Murmuro. —Yo solo traje a una...

—¿Quién demonios viene contigo? —La interrumpió. —¿Por qué todos en esta casa hacen lo que se les da la gana conmigo?

No tenía idea de porque aún seguía en la mansión de la señora, tenía que irme o me desmayaría por la impresión.

Esto si que no me lo esperaba.

Ulises estaba recostado en su cama cubierto hasta la cintura por las pesadas colchas. Pude notar rápidamente como apretó en un puño la tela del edredón hasta que los nudillos se le pusieron un poco rojos.

¡Mierda!, sí que me había metido en un gran problema.

—Hola, soy Nicole—Mi voz sonaba temerosa, no lo conocía y ya su presencia me afectaba—Nicole Bennett.

Samantha me miro aterrorizada y él dirigió su atención hacia mí, aunque en realidad miraba a otro lado.

Ulises paso su mano por su cabello y suspiro—No me interesa saber quien eres, por favor enfermera o lo que sea, váyase.

Creo que estaba confundiendo un poco las cosas, la señora Jackson iba hablar, sin embargo, me adelante dando unos pasos más hacia el interior de la habitación.

—No soy una enfermera.

—Tampoco necesito una niñera, no soy un invalido—Gritó en voz alta.

Ahora entiendo porque su madre siempre sonaba triste cuando habla de su hijo, está metido dentro un cascaron y el muy cascarrabias no entiende que su madre, solo quiere que él vuelva a su vida.

El coraje había incrementado en mí, tenía ganas de pegarle y hacerle entender que estaba actuando como un niño mimado (Aunque de cierta manera lo es).

Pero.

¿Por qué se comportaba de esa manera sin siquiera conocerme?

—Hijo, Nicole no es una enfermera, ni mucho menos una niñera, es hija de la señora que conocí. —La señora Samantha se aguantaba las lágrimas y yo no me iría de esa casa, sin cumplir mi objetivo.

—¡No me interesa si es de la realeza o hija de alguien importante!, ¡Quiero que se largue y me deje en paz! —Gritó Ulises, aventando un cojín de su cama, el cual tuvimos que esquivar la señora Samantha y yo.

Este chico sí que me había sacado de mis casillas, estaba enojada y con su gesto de niño mimado, hizo que explotara.

—¡No me voy a ir, entiéndelo!, deja de comportarte como un niño mimado, porque estoy segura de que antes lo eras—Estaba cruzando la línea, pero era muy escénica decirle todo eso—deja de ser tan idiota y escucha.
La mirada de Samantha estaba perdida y sorprendida.

Yo también estaba sorprendida.

Ulises suspiro, mientras agarraba otro cojín de la cama—Vete, por favor.

Sonreí, había mordido el anzuelo—Sácame—Sabia que no iba a levantarse de la cama.

La madre de Ulises me miro con asombro mientras sonreí burlona, por lo menos había olvidado las lágrimas.

Él agacho la cabeza.

Era mi oportunidad—¿Qué pasa?, ¿No puedes? — por un momento vi sus ojos cristalinos.

Sabía que estaba siendo cruel, pero en parte se lo merecía por ser tan idiota y solo así entendería que me necesitaba, pero también necesitaba la ayuda de las personas que aún estaban a su lado.

—No puedo ir al baño por mi cuenta, no puedo vestirme, no puedo caminar, no puedo retomar mi vida y no he salido de este cuarto sin caerme o arrepentirme—Su voz sonaba quebrada, pero cuando alzo la vista pude observar sus ojos vidriosos—No quiero ser una molestia, vete.

—No estás sólo Ulises, yo puedo ayudarte—Una parte de mi se había conmovido terriblemente al ver su estado.

Aunque no lo creyera, él estaba roto en un cuarto con sus peores miedos, sí que era un niño.

Para mi sorpresa, rio— ¿Sí? ¿Cómo? ¿Llevándome al baño? ¿Vistiéndome? ¿Sacándome de mi habitación? —Su risa se apagó dejando solo el dolor de su voz—Eso es denigrante.

Este chico sí que no entendía.

—Ulises, puedes hacer esas cosas tu solo—Definitivamente esto era una locura—¿Qué pasaría si yo te dijera que puedes hacer eso tu solo?

Pude ver un poco de esperanza en su rostro.

—¿Cómo?

—Puedo enseñarte a ver el mundo con tus sentidos, pero, tus manos son lo más esencial, ahora serán tus ojos.

Él frunció el ceño—¿Acaso eres maestra o tienes que ver algo con la ceguera?

Yo sonreí, estaba aceptando indirectamente.

—No, no lo soy, pero mi madre si—Nadie sabía que ella me había enseñado a ver con mis sentidos, ni la señora Samantha—Ella me enseñó a ver el mundo con mis sentidos, si tú quieres, puedo enseñarte.

Vi la duda atravesar en su rostro y me volví hacia Samantha, quien lucía más tranquila y con una sonrisa en sus labios.

Para ella yo era su salvación, sin embargo, no era así. Me acerqué hacia la cama de Ulises, mientras los nervios se apoderaban de mí, cuando estuve al pie de la cama, me detuve.

Pude notar que él me percibía, ya que olisqueo hacia mi dirección.

—Ulises, sal de la cama—Mi voz sonaba firme, pero en realidad estaba siendo un poco arriesgada, él podría arrepentirse y eso sería volver al inicio.

—No quiero.

—Por favor,Ulises, sal de la cama.

Él se aferró a las colchas, yo no quería ser la mala del cuento, pero él no cooperaba. Rápidamente puse mis manos sobre la colcha y tiré fuerte de ella descubriéndolo.

Afortunadamente traía un conjunto de pijama completo.

—¡¿Acaso te sacaron del psiquiátrico?!—Grito.

Si duda alguna aún seguía siendo un niño mimado.

Él seguía sin salir de la cama. Enrede mis dedos sobre sus muñecas para tirar de él hacia arriba, pero fue más rápido y tiro de mí. Perdí el equilibrio y terminé apoyando una rodilla sobre la cama con mi cuerpo abalanzado sobre el suyo y su rostro a pocos centímetros del mío.

Mi corazón latía desbocado por su cercanía,Ulises sí que era guapísimo. Su aroma empezó a despertar a todas las hormonas. Olía a perfume caro, loción de afeitar y también tenía una pizca de olor a lavanda. Mi cuerpo empezó a temblar involuntariamente y mis ojos se posaron a los suyos.

Ulises, sin duda alguna, me traería grandes problemas, de eso estaba segura.

Pero también podía observar que tenía miedo y yo también.

—Nicole, no vuelvas hacer eso— Su aliento me rozaba el rostro y un extraño escalofrío me recorrió el cuerpo.

Tal vez, él también lo había sentido.

Una parte de mí, anhelaba que así fuera.

Aunque No Pueda Verte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora