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—¿Ulises? —mi voz salió en un susurro ronco.

La imponente figura de Ulises estaba de pie junto a la cama.

Las máquinas zumbaban debido a que las había desconectado todas de su cuerpo en su intento de levantarse.

Estaba ahí. De pie, pálido, doblado ligeramente hacia adelante de dolor, con aquellos preciosos ojos fijos en la nada, los labios resecos y partidos, y expresión confundida.

—¿Nicole? —dijo. Su voz ronca llenó mis oídos enviando una sensación de alivio a lo largo de mi cuerpo.

Estaba vivo. Esta despierto. Estaba parado frente a mi después de todo lo que había pasado.

Las lágrimas se precipitaron por mis ojos mientras enfermeras y doctores intentaban
hacerlo recostarse de nuevo.

—¿P-Puedes venir a abrazarme? —su voz entrecortada me quebró aún más.

Me obligué a caminar por la habitación, tropezando con todo lo que tenía a mi paso.

Me detuve frente a él y aspiré su aroma. Su altura se imponía ante mi y enredé mis brazos alrededor de su cintura con cuidado. Sabía que tenía varias costillas rotas. El enredó sus brazos a mi alrededor y me apretó con fuerza.  

Sollozos se escaparon de mis labios de forma alarmante.

Me sentía rota, cansada, aliviada, dolida..., todo lo que había aguantado a lo largo de ésas dos semanas, salió de mi cuerpo en aquel llanto alarmante.

—Estás vivo. Estás bien. Estás despierto. Estás aquí. Estás abrazándome. No te perdí. ¿No es un sueño? —dije contra su pecho mientras lloraba desconsoladamente.

Él aspiró mi aroma lentamente.

—¿No estoy muerto?, ¡Dios!, ¡Creí que moriría y lo único en lo que podía pensar era en ti, en Melissa y mi mamá! —dijo con la voz entrecortada.

—¡Joven Webster!, ¡Recuéstese inmediatamente!
—ordenó un médico.

—¡Te amo, Ulises!, ¡Te amo! —dije, ignorando a los alarmados médicos a nuestro alrededor.

—Aquí estoy, Nicole. No me he ido. No me iré.
Te necesito y te amo —murmuró aferrándome con más fuerza contra su pecho.

Me aparté de él y lo obligué a recostarse de nuevo. Él aferró mi mano mientras yo intentaba correr para avisarle a Samantha y Melissa que había despertado.

—N-No te vayas, por favor —susurró con miedo en la voz.

Acaricié su mejilla y lo besé delicadamente en los labios —Nunca. A ningún lado. —prometí.

[...]

El día no fue como yo esperaba.

Se habían llevado a Ulises todo el día para hacerle análisis de todo tipo y comprobar que no había nada de gravedad en su sistema. Que se estaba recuperando correctamente.

Samantha y Melissa estaban tan eufóricas como yo.

La felicidad irradiaba de nosotras y, cuando le dijimos a Rick que Ulises había despertado había abrazado a Samantha levantándola del suelo mientras le daba vueltas por toda la sala de espera.

Las risas no se hicieron esperar y una punzada de emoción me recorrió.

La pesadilla por fin había terminado.

—Hola... —susurré al pie de la puerta de la habitación de Ulises.

El frunció el ceño confundido. —¿Está todo en orden?, estás muy tímida —preguntó.

El corazón me dio un vuelco.

Lo cierto era que no sabía cómo comportarme ahora. Estaba tan temerosa de que todo fuera producto de mi imaginación, o un sueño que sentía que si me acercaba demasiado, desaparecería.

—T-Tengo miedo de que todo sea un sueño— admití, sintiendo el nudo en mi garganta.

—Ven a besarme y comprueba que no es así —murmuró.

Una sonrisa perezosa se extendió por su rostro y me eché a correr tirándome sobre la cama con cuidado de lastimarlo.

Abracé su cuello y hundí mi cabeza en el hueco entre su hombro y su mandíbula aspirando su
aroma y su calor.

—Debo oler muy mal —se quejó mientras enredaba sus manos en mi cuerpo.

Aspiré su aroma una vez más. Olía a hospital.

—Hueles a mantas de hospital —dije con una sonrisa en el rostro.

—Eso debe ser sexy.

Yo reí contra su cuello y él besó mi cabeza. —
¿Sabes qué quiero ahora mismo? —dijo.

—¿Qué? —susurré, embriagada por el calor de su cuerpo.

–Una enorme rebanada de pizza del restaurante italiano del centro —dijo.

Sonreí y dije —En cuanto salgas de aquí, iremos por dos enormes rebanadas de pizza de ahí, para cada uno.

—Tenía tanto miedo —susurró. Sus manos se tensaron a mí alrededor —. Cuando escuché el claxon del auto y los gritos de todos, supe que iba hacia nosotros, entonces, en lo último que pensé fue en ti. En nuestro primer beso. En la primera vez que hablamos, aquella tarde en la que tu presencia me golpeó como un camión diciéndome: "Idiota, aquí está tu razón para seguir."

Alcé mi cabeza para mirarlo.

—Eras un idiota cuando te conocí —murmuré con nostalgia.

—Lo sigo siendo; la diferencia es que ahora soy un idiota enamorado. ¿Sabes qué fue en lo primero que pensé cuando escuché tu voz por primera vez?

—¿Qué? —pregunté con curiosidad.

—Pensé... "Ulises, un jodido ángel ha entrado a tu habitación. Compórtate" —dijo con una sonrisa tonta en los labios.

Una risita se escapó de mí.

—No te comportaste para nada —me quejé.

—Soy un idiota, ¿Qué esperabas? —bromeó.

—Ulises, te amo —murmuré.

—Yo también te amo —susurró.

Nuestros labios se encontraron en el camino.

Entreabrí mis labios para darle entrada a mi boca pero él no profundizó el beso. —Mi aliento debe ser horrible —se quejó contra mis labios.

Ignorando su comentario profundicé el beso.

Un sonido en lo profundo de su garganta me erizó los vellos de la nuca y su lengua invadió mi boca.

La sensación familiar me llenó de emociones.

Nuestro beso se volvió urgente. Intentando absorber el dolor que había crecido en mi pecho, sus manos se entrelazaron con las mías y la danza de nuestros labios se ralentizó.

—Ulises...一susurre.

—¿Si? —dijo el con una sonrisa.

—Eres el amor de mi vida —las palabras salieron de mis labios antes de que pudiera pensarlas, las sentía. Realmente las sentía.

Besó mi frente con ternura y dijo —Tú eres el amor de mi vida, Nicole.

Aunque No Pueda Verte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora