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Los días siguientes fueron un ir y venir al hospital a todas horas.

Estaba feliz porque Ulises había despertado y su salud mejoraba cada día más.

El doctor volvió a mencionar la desinflamación en el lóbulo occipital de Ulises, Samantha estaba muy emocionada con la idea de que su hijo recuperara la vista.

—¡No, no y no! - escuché la voz de Ulises al entrar a la habitación. Parecía furioso.

—Pero, hijo si te operas...

—¡No voy a operarme!, ¡No es algo que esté a discusión! —dijo.

Me detuve al verlo.

Su ceño estaba fruncido profundamente. Lucía muy molesto. Samantha frunció los labios en una línea dura pero no habló más.

—Hola

El semblante enojado de Ulises se transformó por completo. La ira de fue de su rostro y una sonrisa aliviada se extendió por su rostro.

—¡Nicole! —dijo con una sonrisa en los labios.

Crucé la habitación y deposité mis labios sobre los suyos en un beso corto, mientras él entrelazaba nuestros dedos.

—¿Estás bien? —pregunté, curiosa por la discusión que acababa de escuchar.

—Sí. Mi mamá tiene la estúpida idea de que debo operarme para recuperar la vista.

Simplemente no me importa no ver —dijo
Ulises. La irritación volvió a su voz.

Fruncí el ceño confundida. ¿Qué no se supone que lo único que quería era recuperar la vista?

—No entiendo —dije —. ¿No quieres volver a ver?

Ulises suspiró negando con la cabeza. —No quiero volver a lo que era antes. Volver a ver, sería aceptar mi horrible pasado, volver a ser aquella persona; no quiero olvidar lo que soy ahora. Me gusta lo que tengo ahora y soy realmente feliz.

Mi corazón se hundió dentro de mi pecho. —Eres lo que eres por tus vivencias. Esto te ha hecho más fuerte y diferente. Por éso, ahora eres como eres. —susurré.

Samantha sonrió al mirarnos. Ulises hizo una mueca.

Vi duda en su mirada y mi pecho se hundió nuevamente. Sabíamos que debíamos tomar el tema con calma si queríamos convencer a
Ulises de la operación.

[...]

Había pasado otra larga semana antes de que
Ulises fuera dado de alta.

Las fracturas de sus costillas habían mejorado pero no estaban completamente sanas. Le habían quitado el yeso de su muñeca reemplazándolo por una férula menos aparatosa y pesada.

Tendría que estar en reposo varios días en cama, pero se veía mucho mejor. Su piel había tomado aquel tono natural, sus labios rojos parecían cerezas ahora, sus ojos verdes brillaban con vida.

—¡Quiero irme ya de aquí! —se quejó mientras golpeaba su pie contra el suelo a un ritmo desesperado.

Estaba sentado sobre la cama con el ceño fruncido.

Sonreí y enredé mis brazos en su cuello. El abrió las piernas para dejarme entre ellas y enredó sus brazos en mi cintura —Tranquilo, amor. Ya falta poco —dije cariñosamente.

—¡Muero por irme de aquí!, ¿Iremos a comprar pizza, verdad? —dijo rozando su nariz en mi mejilla.

Su cabello me hizo cosquillas.

—¿Qué hay del reposo? —dije acariciando su cabello con mis manos.

—¡A la mierda el reposo!, ¡Hoy nos iremos a bailar Abril, Rick, tú y yo! —dijo.

Aunque No Pueda Verte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora