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Sonreí, claro que hablaríamos de lo que había pasado en la escuela, pero antes de eso él tenía que hacer un trabajo más.

Retire mi mano un poco brusca, tenía novio y aunque Ulises me pusiera nerviosa era mejor terminar esto pronto. Me aclaré la garganta y solté el aire que estaba reteniendo.

—Ahora voy a necesitar un poco la ayuda de tu mamá.

Ella alzo las cejas con sorpresa, mientras que su hijo solo frunció el ceño.

—Ya aprendiste más o menos a saber cómo reconocer un lugar, ahora aprenderás a ver un rostro con tus manos.

Ulises asintió y por su cuenta regreso a la cama a sentarse, mientras yo me quite mi sudadera y la colocaba en el lugar del banco, solo para volverlo a acomodar allí.

Coloque el banquillo y lo deje frente a Ulises.

—Siéntate, por favor, Samantha—Dije mirándola.

Ella se sentó frente a su hijo, quedando cara a cara.

—Ulises, lo que harás es recorrer su rostro con tus manos y me vas a describir sus facciones, ¿Crees poder hacerlo? —Se que él lo lograría, solo necesitaba ser un poco ruda.

Él hizo una mueca—Pero eso no me servirá de nada, conozco el rostro de mi madre y tampoco ayudará el de mi hermana, aunque no lo creas las recuerdo bien.

Debía admitir que tenía razón.

—¿Porque no tomas mi lugar, Nicole? —Sugirió la señora Samantha.

Esto tenía que ser una broma y si no era así, debía admitir que era tan linda.

Samantha se levantó del banquillo y me hizo sentarme sin que tuviera tiempo de protestar. Muy astuta, pero no tanto como yo.

—Bien hijo, harás lo que Nicole te dijo hace unos minutos, yo te diré si es correcta la descripción—Samantha se puso al lado de su hijo.

Si me desmayo, la señora será la culpable. Coloque mis manos sobre mis piernas y trate de pensar en una excusa para evitar estar tan cerca de este extraño, pero no hubo ninguno.

—Mucha suerte, Ulises.

Él elevo ambas manos con lentitud y Samantha solo las guío con su voz, para que encontrara mi rostro, sus manos se posaron sobre mis mejillas con delicadeza. El simple toque hizo que la piel se me pusiera de gallina.

Sus manos eran cálidas, suaves y grandes. Sentí mi corazón acelerándose y cerré los ojos con fuerza intentando tranquilizarme, "Piensa en Mauro, Nicole" me dije mentalmente. Deslizo su mano derecha por mi mejilla hacia abajo y su meñique me acaricio aquel punto en el que la mandíbula se une con el cuello. Me estremecí por completo, si no hubiera pasado mi saliva, estaba cien por ciento segura que me hubiera salido un jadeo. 

Ulises siguió deslizando sus manos por mi rostro, contuve la respiración mientras las yemas de sus dedos bordeaban mis labios, mi nariz, mis pómulos, mi mandíbula, mi frente. Sin duda, esto estaba mal, su cercanía me ponía muy pero muy nerviosa, lo cual estaba mal.

Necesitaba que él se apurara, de lo contrario, me pararía de ese banquito y me iría, lejos, quizá a mi casa, ahí no me encontrarían.

Pero como siempre, eso no sería posible, la señora Samantha conocía mi casa y como el mundo me odia, casi olvidaba que era la guía de Ulises en la universidad.

—Sus ojos son medianos—Ulises comenzó a hablar con la voz más ronca de lo normal, ¿Acaso quiere que me desmaye? —tiene pestañas largas, nariz respingada, labios gruesos, pero regular, sus pómulos están definidos, mandíbula fina y tiene cejas normales—Samantha y yo reímos,Ulises paso rápidamente sus dedos por mi rostro, casi cerca de mis labios—También cuenta con un hoyuelo.

Samantha aplaudió, mientras daba un gritito de felicidad. —Muy bien Ulises.

Él sonrió y con de igual manera sus manos desaparecieron de mi rostro, mi corazón volvió a la normalidad, así como mi respiración.

El resto de la tarde la pasamos dándole objetos sin decirle que eran para que él, con el tacto, lo descubriera. Se frustraba con mucha facilidad al no reconocer los objetos al primer intento, pero tras varios intentos, comenzó a acertar con rapidez.

Eran casi las diez de la noche cuando decidí dejarlo en paz por ese día, si bien me iba, llegaría a mi casa a las once.

—Terminamos por hoy—Anuncié con una sonrisa cansada.

Mire el reloj y recordé que tenía mucha tarea, definitivamente no dormiría.

—¿Mañana si vienes? —Pregunto Ulises poniéndose de pie aferrado al bastón blanco.

—No lo sé con exactitud, tratare ¿De acuerdo?

—Sí, está bien. —Ulises me sonrió amablemente.

—Descansa y bien hecho.

—Gracias, hasta mañana—Volvió a sonreír, pero ahora tímido, él sí que sabia como poner locas a mis hormonas.

¡Tú tienes novio Nicole, basta!, me recordó mi mente.

Sali rápidamente de la habitación, tenía que irme. Al final de las escaleras, la señora Samantha me esperaba.

Ella saco unos billetes de su monedero—Muchas gracias, Nicole, sé que debo pagarte más, ya que le has de vuelto un poco de felicidad a mi hijo, pero no quiero que salgas huyendo, tómalo por favor.

Intento poner el dinero en mis manos, pero yo las alce a la altura de mis hombros.

—¡No, no, no y no! —Coloque mis manos atrás de mi—Lo siento, pero no puedo aceptarlo.

—¿Como no vas a aceptarlo?, sé que tomas de tus ahorros para venir a ayudarnos, por favor tómalo.

—Sé que mi madre le dijo lo de mis ahorros, pero en verdad, yo ayudo a Ulises porque me agrada, al principio no me gustaba la idea al cien, pero hoy descubrí que él es especial. Perdone, pero no tomare el dinero y mañana vendré a las seis de la tarde, por favor dígale a Ulises que no vendré, quiero que sea sorpresa.

Samantha, sin decir una palabra, me abrazo, tomándome por sorpresa.

—¡Gracias Nicole!, eres en verdad un Ángel.

Se me formo un nudo en la garganta mientras correspondía su abrazo. La señora Samantha, era una mujer que amaba mucho a su hijo y aunque tuviera sus lujos, era humilde. Era la clase de mujer que daba todo por sus hijos.

Me despedí de ella, sin embargo, insistió tanto en que me llevara el chofer en su carro, que después de varios intentos, tuve que aceptar. En media hora ya estaba en mi casa, mi madre ya se encontraba durmiendo y yo estaba demasiado cansada para hacer mis tareas.

Esa noche volví a soñar con un chico, su ojo derecho era azul y el izquierdo verde, unos colores únicos.

y lo mejor de todo es que sabia el nombre del chico.

Ulises Webster.

Aunque No Pueda Verte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora