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Me llevé las manos a la cara mientras volvía a mi llanto. Era incapaz de seguir hablando. Unos brazos cálidos me rodearon y mis lágrimas aumentaron.

—Tranquila, te correspondió y le correspondiste.—murmuró Abril besando mi cabello —Pueden hacerse idiotas los dos, pero si se correspondieron fue porque hay algo que los atrae el uno del otro.

Negué con la cabeza. —Es que ni yo misma sé qué es lo que siento.

—Si lo sabes pero no quieres verlo, Nicole. No quieres ver que Ulises te gusta. Yo misma puedo notarlo —rio con ironía diciendo —Jamás te había visto llorar por un chico.

Yo reí entre lágrimas con su comentario.

—No estoy llorando por él. —me defendí.

Ella rodó los ojos —¡Eres imposible!

Reí una vez más intentando limpiar mis lagrimas y entonces, un puchero me alcanzó.

—Abril, ¿Qué hago? —supliqué por su consejo.

Ella Suspiró.

—Creo que debes darle tiempo y espacio para que aclare su mente y, sobre todo, sus sentimientos. —Ella suspiro mientras tomaba gentilmente mis manos—Así como tú también debes aclarar los tuyos. Ambos están abrumados por todo lo que ha pasado y, es justo que se tomen un tiempo para estar solos y meditar. —dijo poniendo un mechón rebelde de mi cabello detrás de mi oreja.—Sólo así podrán hablar sobre todo lo que sienten.

—¿Y si decide que no siente nada por mí? —dije con horror en la voz.

—Se extrañarán. Deja que te extrañe y tú inconscientemente lo extrañaras también—me guiñó un ojo.

Un horrible pensamiento me asaltó.

—¿Y si no me extraña?

—Entonces, será un completo imbécil por dejarte ir.

Reí tristemente mientras me secaba las lágrimas.

—¿Luzco muy mal? —pregunté.

—Te ves fatal —dijo Abril haciendo una mueca mientras yo me soltaba a reír entre lágrimas.

[...]

Agradecí infinitamente que mi profesora de literatura el haberme dejado mucha tarea para el fin de semana. Así tendría todo mi tiempo ocupado. Lejos de mis tortuosos pensamientos
sobre Ulises. Había llamado a Samantha para disculparme por no poder ir. En cierto modo, no mentía, mi tarea era una pila interminable de libros por leer y ensayos por terminar.

Cuando llegó el lunes, ni siquiera tuve la decencia de mirarme al espejo. Me da vergüenza decirlo pero, ni siquiera pasé por la ducha aquella mañana. Simplemente me cambié de ropa, lavé mis dientes y mi cara y me amarré el cabello en un moño despeinado.

Unos vaqueros, un jersey negro con capucha y unos converse me vestían.

Al llegar a la escuela, me encaminé por el estacionamiento hasta la entrada del edificio principal. Mi clase de literatura comenzaría en escasos diez minutos.

Una figura alta se encontraba de pie junto a la puerta de mi salón pero no le di importancia hasta que se interpuso entre la puerta y yo. Alcé la vista y pude ver al ¿Amigo? de él frente a mí.

—Hola

Yo miré a todos lados intentando encontrar una excusa para apartarme de él pero fue en vano.—¿Rick , cierto? —inquirí intentando poner mi mejor cara.

Aunque No Pueda Verte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora