CUATRO: UN LUGAR EN EL MUNDO

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La pesadez que se había asentado en su pecho en el mismo momento en que fue capaz de sentir el peligro no paraba, se hacía cada vez más insistente, pidiendo que se moviera, que la buscara.

Pero no podía hacerlo, su Demonio había salido, entendiendo que algo estaba mal al mismo tiempo que ella, jurando con sus ojos dorados intensos y brillantes que nada le pasaría a su hija, a su Setsuna. Ella confiaba ciegamente en él, pero el tirón que sentía de forma natural no quería remitir.

Pero su lugar se encontraba ahí, manteniendo tranquila a una inquieta Towa, custodiando con su vida la de sus hijos, dentro de la barrera protectora en las tierras dominadas por su esposo.

-Towa, cariño .-Se levantó, moviendo los dedos suavemente sobre la mejilla de su pequeño Hinata, quien dormía sin ningún tipo de preocupación. Incluso dentro de todo su nerviosismo, fue capaz de sonreír ante la suavidad de su piel. -Mantente atenta a tu hermano, ¿Si?

Los ojos escarlatas brillaron, Rin pudo reconocer el dolor en ellos, y aún así se levantó del costado en que se encontraba, buscando mantenerse cerca del pequeño cuerpo de su hermano menor.

-¿Irás a buscarlos, Mamá? -La mueca triste y anhelante de su hija le causó gracia.

-No, debemos confiar en Mi Señor. -Se inclinó para besar la coronilla del precioso cabello plata de su hija, respirando hondo para sentir su esencia suave y ligera en sí misma, calmando su alma. -Sólo necesito tomar aire.

Los años habían pasado y a ella aún le costaba un poco tranquilizar su corazón, decirse a sí misma que todo iba a estar bien, y que nunca más nadie le arrebataría a sus hijas. Le costaba entender cada mañana que no estaba en una guerra, que nadie le arrebataría a su esposo, que sus niñas y su pequeño hijo estaban bajo el manto de protección de ellos.

Sus pies descalzos disfrutaron el tacto del césped húmedo en el rocío nocturno, el frescor mandando escalofríos por todo su cuerpo. La noche estaba cerrada, oscura, iluminada tan solo por la luna y las estrellas. Sus rodillas cayeron, sus manos tocando las flores inmaculadamente blancas con dedos temblorosos.

-Por favor, no me arrebaten a mi familia una vez más. -Su propia voz fue un susurro que se perdió en la brisa, mordiendo su labio para reprimir el impulso de llorar.

Ella sentía que algo no estaba bien, algo no cuadraba.

-Que nada toque a mis hijos. -Se sentó recogiendo las piernas hacia su pecho, acomodando la mejilla contra sus rodillas. -Que nada toque a mi esposo.

En ese momento sintió el rugido feliz de Ah-Un a lo lejos, llevando el nudo asentado en su pecho hasta su garganta, y dejándose guiar por un tirón impulsivo que la hizo levantarse. En la oscuridad aparecía la silueta de su esposo, que cada vez más cerca de ella, le provocaba las típicas vibraciones de reconocimiento y emoción que solía sentir. Más atrás, montada en el dragón, Setsuna mantenía un semblante sombrío al avanzar hasta ella.

Los profundos ojos violeta no quisieron hacer contacto con ella, evitando deliberadamente su mirada, por lo que se volvió de inmediato a los pozos dorados, que estaban llenos de contradicciones.

¿Qué era lo que había ocurrido?

-Amo. -Sus pies se movieron rápidamente, acercándose primero a su demonio, quien había ido directo a ella sin siquiera titubear. Su estola se cerró a su espalda, mientras los ojos dorados estudiaban su semblante. -Dígamelo, por favor.

-¿Qué es ese escozor que siento en ti, Rin? -El subió su mano, acariciándole con suma delicadeza la mejilla, dejando que sus garras bajaran hasta la base de su cuello.

Red Thread - Kirinmaru & Setsuna (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora