TREINTA Y SEIS: RECUÉRDALO

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Él vió en esos ojos violeta, evasivos, que se avecinaba un desastre colosal. Su energía se encontraba turbulenta, sus manos temblaban, podía sentir el martilleo de su humano corazón dando tumbos errantes mientras ella sonreía de la forma más encantadora que el hubiera visto jamás. Lo dejaba sin aliento, aún sabiendo que su preciosísima sonrisa era fingida, tensa.

Había vuelto rápido. Su cuerpo enfundado en uno de los trajes que él le había regalado, los colores de su clan y de sus tierras mostrándola abiertamente como la reina, la dueña de ese lugar por completo, con todo el derecho que ella tenía debido a su fortaleza, su entereza y su buen corazón. La dueña de su alma, llevando sus colores enlazados con su armadura del Oeste, lunas de plata en los remaches de sus hombreras, la estola demostrando su linaje.

Caminó con firmeza, dejando atrás a su hija, quien se encontraba alimentando un ciervo a sus espaldas. Sabía que ella los miraba, conocía el peso de su mirada en él, pero luego de muchos días pesados, ella comenzaba a comprender que toda su alma dependía de aquella Hanyo. Ella entendía que había evolucionado hasta ser capaz de adorar a otro ser que no era ella, hasta el punto de dejarse matar con tal de que ella sonriera.

El instinto lo llevó a tender las manos, sus palmas ansiosas por tocarla y sentir la calidez de su cuerpo.

-¿Es esa sonrisa para mi, Reina Setsuna? -La mueca que ella le regaló le hizo sentir tranquilidad, aún cuando no debía estarlo.

-No conozco tal. -Aferró sus caderas para bajarla de los lomos del dragón que bufó suavemente al aterrizar, su mano derecha acariciando su piel lentamente, buscando la apertura que le daba acceso debajo de la armadura.

Quería acariciar su vientre, sentir la calidez y el palpitar del hijo de ambos.

-¿No conoces tal? ¿No reconoces la grandesa de tu título, aún cuando tu vientre lleva el fruto de mi necesidad, Setsuna? -El se acercó a ella inclinandose, poniendose a la altura perfecta para que sus rostros quedaran a la misma altura, sus labios robando el aliento suave de los de ella. -Llevas el fruto de mi obsesión por tí, el fruto del reconocimiento de mi Reina, del ardor que siento al tenerte cerca, del amor que me enseñaste existe hasta consumirme por completo y no poder ver más que a ti. ¿No eres mi Reina aún así, Setsuna?

Las palabras que el dijo rozaron los labios de ella, besándola sin hacerlo hasta que el mismo quiso gemir su adoración, pero conformandose gustoso con el jadeo que ella soltó.

-Soy tuya. -Ella buscaba besarlo, pero el jugó con la cercanía de ambos. Se alejó un milimetro, evitando el beso, sonriendo ante su frustración mientras su mano izquierda, la que no se encontraba profundamente enterrada entre su armadura y acariciando su vientre, se aferró a la curva de su espalda baja, jalandola hacia el. -No soy una Reina, pero te pertenezco, Idiota. ¿Por que no me das tu boca?

Rió suave, quitando la mano que acariciaba su vientre y moviendola tambien a su espalda. Con cuidado comenzó a abrir los broches uno a uno, mirando las profundidades violeta que lo observaban con enfado ahora.

-¿Por que no aceptas que eres mi Reina, arrogante? -Pudo aguantar la risa mientras caía la armadura y los ojos de la mujer se agrandaban ante la sorpresa.

No sabía si era causado por la armadura o por sus palabras.

-¿Por que me desnudas en medio de tu patio, Bestia? -Sonaba alarmada, sintió como se relajaba su cuerpo por completo mientras el jugaba con ella.

-La armadura de tu familia no me deja abrazarte, Hanyo.

Ni siquiera tuvo que aferrarla, jalarla o tomarla entre sus brazos, como creyó debería hacer para poder sostenerla contra su pecho.

Red Thread - Kirinmaru & Setsuna (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora