VEINTICUATRO: PASTELES DE ARROZ

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Los ojos violeta destellaban, esperaban a que él le dijera algo, con el siempre característico desafío de superioridad presente. Su labio inferior, rosa e hinchado estaba temblando, y sus manos pasaron por la piel suave y tersa de su espalda por debajo del agua, donde ambos habían sido rodeados por el vapor.

¿Cómo esa mujer había llegado llenando cada maldito rincón oscuro en su vida? Había estado chocando su arma contra la suya por mucho tiempo, sus ojos lo habían mirado con odio mientras aún era una adolescente, la fiereza del temple en su cuerpo manteniéndola firme aún cuando él era superior.

Ahora, con su semblante serio, su mente desarrollada y el poder desbordando de sus venas y superándolo en el momento en que su sangre la dominaba él veía a una mujer con tanta determinación como soberbia. Era magnifica.

-Hablame o te mato. -Su voz era suave para la amenaza, provocándole un bufido de risa involuntario.

-Se una buena chica conmigo, Setsuna, y mantén esos preciosos labios medio abiertos para mí. -Una de sus manos abandono la preciosa curva de su estrecha cintura para tomarle el mentón, manteniendo su rostro hacia el de la forma perfecta para poder comer su boca.

Sólo que al llegar ahí, bajó los labios hasta besar con la boca medio abierta su cuello. Sus dientes mordieron aquella zona, cuidando de no marcarla ni hacerle ningún daño, pero dándole la justa presión para que ella soltara un jadeo.

Abandonó su cuello y se apoderó de su boca, los labios cálidos abiertos para él, su aliento chocando en su paladar y provocándole un escalofrío de reconocimiento. ¿Era su herencia humana lo que lo estaba enloqueciendo?

Ella lo besó de vuelta, los labios de ambos bailando a un ritmo perfecto mientras él le robaba su aliento, su sabor, reconociendo en ella a la única mujer capaz de hacerlo rogar, caer de rodillas y luchar.

Los suspiros de aquella Hanyo le estaban provocando la sangre arder,el cuerpo femenino buscando de forma inconsciente el suyo, sus caderas pegándose a su miembro hasta hacerlo perder por completo el maldito raciocinio.

-¿Qué es lo que quieres, Setsuna? -Se separó de ella, los ojos violeta lo hipnotizaron, brillantes de puro deseo y calidez inimaginable en esa criatura magnificamente fría.

-Quiero que tomes mi cuerpo, Kirinmaru. -Sus caderas se mecieron contra las de él, provocándole a su cuerpo una oleada tan inmensa de placer que se vió obligado a presionar su mano en ella, frenándola. -Pero cada vez que lo hagas, yo te robaré parte del alma, porque eres mío.

-¿Te sientes segura de ello, Reina? -La sintió volver a mover las caderas, su mano ya no tenía la suficiente fuerza de voluntad para frenar sus movimientos en absoluto.

Los ojos demostraban su determinación de mostrar su punto, ella encajaba de forma perfecta en él, sus músculos suaves flotando contra el hasta hacerlo gruñir.

-Tan segura como que tú cuerpo busca el mío, Demonio. Tan segura como que yo soy tuya también.

El ni siquiera pudo pensar en ese momento. No podía alejar su mente de aquel momento, ambos cuerpos respirando con dificultad mientras ella se aferraba a el con la confianza que probablemente jamás le había entregado a nadie que no llevará su sangre.

Ella le había entregado su cuerpo, completamente virginal, inexperto, y había abierto en el una brecha que no conocía podía existir. Desde ese momento, en que había sentido la preciosa piel contra sus dedos, su sabor en los labios, él había comprendido que existía el complemento perfecto para su alma.

¿Cómo había podido vivir antes sin ese conocimiento? ¿Cómo podría vivir ahora sin ella?

El no podría. No podría y no lo haría en absoluto, porque su existencia se encontraba estrechamente aferrada a la de aquella mujer joven, híbrida, poderosa y completamente perfecta.

Red Thread - Kirinmaru & Setsuna (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora