Stefan se alegró de que el día escolar finalizara ya. Deseaba abandonar aquellas habitaciones y pasillos atestados, aunque solo fuera unos minutos.
Tantas mentes. La presión de tantas pautas de pensamiento, de tantas voces mentales rodeándole, lo mareaba. Hacía años que no había estadoen medio de una multitud de gente como aquélla.
Una mente en particular destacaba de las demás. Ella había estado entre los que lo observaban en el pasillo principal del edificio del instituto. No sabía qué aspecto tenía la muchacha, pero su personalidad era poderosa. Estaba seguro de que volvería a reconocerla.
Hasta el momento, al menos, había sobrevivido al primer día de la mascarada. Había usado los Poderes sólo dos veces y además con moderación. Pero estaba cansado, y, admitió con pesar, hambriento. El conejo no había sido suficiente.
Ya se preocuparía de eso más tarde. Localizó su última aula y se sentó. E inmediatamente sintió la presencia de aquella mente otra vez.
En el límite de su conciencia, una luz dorada, suave y a la vez vital, resplandecía. Y, por primera vez, consiguió localizar a la chica de la que procedía. Estaba sentada justo frente a él.
En el mismo instante en que lo pensaba, ella volvió la cabeza y él le vio la cara. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no lanzar una exclamaciónde sorpresa.
¡Katherine! Pero, desde luego, no podía ser. Katherine estaba muerta,nadie lo sabía mejor que él.
Con todo, el parecido era asombroso. Aquel cabello cafe. Aquella piel morena, que siempre le había hecho pensar que era tan perfecta y se veia igual de sedosa como hace mucho tiempo atras, sonrojándose con un leve tono rosa sobre los pómulos. Y los ojos... Los ojos de Katherine habían sido de un color que no había visto nunca antes; más oscuros que el cafe.Esa chica tenía los mismos ojos.
Y estaban puestos directamente en él mientras le sonreía.
Rápidamente, bajó los ojos, apartándolos de la sonrisa. Lo que menos deseaba era pensar en Katherine. No quería mirar a aquella chica que se la recordaba y no quería seguir sintiendo su presencia. Mantuvo los ojos puestos en el pupitre, bloqueando su mente con toda la energía de que fue capaz. Y por fin, lentamente, ella volvió la cabeza otra vez.
Se sentía herida. Incluso a través de los bloqueos, lo percibió. No le importó. De hecho, le satisfacía, y esperó que eso la mantuviera lejos de él. Aparte de eso, no sentía ninguna otra cosa por ella.
No dejó de decirse eso mientras permanecía allí sentado, con la voz monótona del profesor vertiéndose sobre él sin que la oyera. Pero podía oler un sutil deje de algún perfume..., violetas, se dijo. Y el delgado cuello blanco de la chica estaba inclinado sobre su libro, con el cabello cayendo a ambos lados de él.
Lleno de ira y contrariedad, reconoció la seductora sensación en sus dientes..., más un hormigueo o un cosquilleo que un dolor persistente. Era hambre, un hambre específica. Y no una que pensara satisfacer.
El profesor paseaba por la habitación como un hurón, haciendo preguntas, y Stefan fijó deliberadamente su atención en el hombre. En un principio se sintió perplejo, pues a pesar de que ninguno de los alumnos sabía las respuestas, las preguntas seguían llegando. Entonces comprendió que ése era el propósito del profesor. Avergonzar a los alumnos con lo que no sabían.
En aquel mismo instante había encontrado a otra víctima, una muchacha menuda con abundantes rizos cafes y una cara en forma decorazón. Stefan contempló con disgusto cómo el profesor la importunaba apreguntas. La muchacha parecía muy desgraciada cuando él se apartó de ella para dirigirse a toda la clase.
—¿Veis a lo que me refiero? Pensáis que sois una gran cosa; estudiantesde último curso ya, listos para graduarse. Bien, dejad que os diga esto,algunos de vosotros no estáis preparados ni para graduaros del jardín de infantes. ¡Como esto! —Señaló en dirección a la chica—. Ni idea sobre la Revolución francesa. Cree que María Antonieta era una estrella del cine mudo.
Los alumnos que rodeaban a Stefan empezaron a removerse incómodos. Pudo percibir el rencor en sus mentes y la humillación. Y el miedo. Todos temían a aquel hombrecillo delgado con ojos parecidos a los de una comadreja, incluso los chicos grandotes que eran más altos que él.
—De acuerdo, probemos otra época. —El profesor se volvió de nuevo hacia la misma chica a la que había estado interrogando—. Durante el Renacimiento... —Se interrumpió—. Sabes al menos qué es el Renacimiento, ¿verdad? El período entre los siglos XIII y XVII, durante el que Europa redescubrió las grandes ideas de la antigua Grecia y Roma. El período que alumbró a tantos de los artistas y pensadores más importantes de Europa. —Cuando la chica asintió atropelladamente, él prosiguió—: Durante el Renacimiento, ¿qué estarían haciendo los alumnos de vuestra edad en la escuela? ¿Alguna idea? ¿Se te ocurre algo?
La muchacha tragó con fuerza y, con una débil sonrisa, dijo:—¿Jugar a rugby?
Ante las carcajadas que siguieron, el rostro del profesor se ensombreció.
—¡Más bien no! —le espetó, y la clase se acalló—. ¿Creéis que esto es un chiste? Pues bien, en esos días, los estudiantes de vuestra edad dominaban ya varios idiomas. También habían llegado a ser expertos en lógica, matemáticas, astronomía, filosofía y gramática. Estaban listos parapasar a una universidad en la que cada curso se enseñaba en latín. El rugby sería rotundamente la última cosa en la que...
—Perdone.
La sosegada voz detuvo al profesor en mitad de la arenga. Todo elmundo se volvió para mirar a Stefan.
—¿Qué? ¿Qué has dicho?
—He dicho, perdone —repitió Stefan, quitándose las gafas y poniéndoseen pie—. Pero está equivocado. A los estudiantes del Renacimiento se les animaba a participar en juegos. Se les enseñaba que un cuerpo sano con lleva una mente sana. Y, desde luego, tenían deportes de equipo,como criquet, tenis... e incluso rugby. —Volvió la cabeza hacia la chica pelirroja y sonrió, y ella le devolvió la sonrisa con gratitud; dirigiéndose al profesor, añadió—: Pero las cosas más importantes que aprendían eran buenos modales y umanidad. Estoy seguro de que su libro se lo dirá.
Algunos alumnos sonreían abiertamente. El rostro del profesor estabarojo de rabia y el hombre farfullaba. Pero Stefan siguió sosteniéndole la mirada, y al cabo de un minuto fue el otro quien desvió los ojos.
Sonó la campana.
Stefan se puso rápidamente las gafas y recogió sus libros. Ya había atraído más atención sobre sí de la que debería, y no quería tener que mirar a la chica morena otra vez. Además, necesitaba salir de allí rápidamente; notaba una familiar sensación abrasadora en sus venas.Cuando llegaba a la puerta, alguien gritó:—¡Eh! ¿Realmente jugaban a rugby en aquellos tiempos?
No pudo evitar lanzar una sonrisa burlona por encima del hombro.—Claro que sí. A veces con las cabezas cortadas de los prisioneros de guerra.
Elena le observó mientras se alejaba. La había rechazado deliberadamente. La había desairado a propósito, y delante de Caroline,que no le había quitado los ojos de encima. Las lágrimas ardían en sus ojos, pero en aquel momento sólo una idea bullía en su cabeza. Lo tendría, incluso aunque le fuera la vida en ello. Aunque les fuera la vida a los dos, lo tendría.
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𝔇𝔢𝔫𝔤𝔢𝔯ᴷᴬᵀᴱᴿᴵᴺᴱ ᴾᴵᴱᴿᶜᴱ
Vampire༒𝐘𝐨𝐮 𝐡𝐚𝐯𝐞 𝐚 𝐝𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫𝐨𝐮𝐬 𝐜𝐡𝐚𝐫𝐦...𝐭𝐡𝐞 𝐤𝐢𝐧𝐝 𝐭𝐡𝐚𝐭 𝐧𝐨𝐭 𝐞𝐯𝐞𝐧 𝐚 𝐝𝐨𝐬𝐞 𝐨𝐟 𝐠𝐨𝐨𝐝 𝐬𝐞𝐧𝐬𝐞 𝐜𝐚𝐧 𝐝𝐞𝐟𝐞𝐚𝐭༒ 𝒦𝒶𝓉𝑒𝓇𝒾𝓃𝑒 𝒫𝒾𝓇𝒸𝑒➳𝓣𝓱𝓮 𝓥𝓪𝓶𝓹𝓲𝓻𝓮 𝓓𝓲𝓪𝓻𝓲𝓮𝓼 ⓒMirlaaz08