Capitulo treinta y nueve

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Elena sintió que se le ponía la carne de gallina al escuchar aquellas palabras.

—No lo dices en serio —dijo con voz temblorosa. Recordó lo que había visto en el tejado, la sangre que embadurnaba los labios de Dereck y se obligó a no rehuirle.—Yo conozco a Stefan, el no seria capaz de hacer algo asi.

Él hizo caso omiso de sus protestas y siguió mirando fijamente con ojos que ardían como hielo Azul en el fondo de un glaciar. Miraba a través de ella, a algo situado a una distancia inabarcable.

—Mientras yacía en mi cama aquella noche, aguardé contra toda esperanza que ella acudiera. Empezaba a notar ya algunos cambios en mi persona. Veía mejor en la oscuridad; parecía que oía mejor. Me sentía más fuerte que nunca, lleno de una especie de energía elemental. Y estaba hambriento.

»Era un hambre que jamás había imaginado. Durante la cena descubrí que la comida no me satifacia pero tampoco era como si sintiera que me moria del hambre por mas que comiera. No podía comprenderlo. Y entonces note en una cena que Stefan miraba el cuello blanco de una de las criadas y supe el motivo. —Exhaló prolongadamente, la mirada sombría y torturada—. Esa noche resistí a la necesidad, aunque necesité toda mi fuerza de voluntad. Pensaba en Katherine y rezaba para que viniera a mí. ¡Rezar! —Lanzó una breve risotada—. Si es que una criatura como yo puede rezar, pero necesitaba escuchar su dulce tono de voz diciendome que todo estaba bien aunque sabia que era mentira.

Los dedos de Elena estaban entumecidos alrededor de la mano del chico, pero ella intentó apretarlos más para confortarle.

—Sigue, Dereck.

No tuvo problemas para seguir entonces. Parecía casi haber olvidado la presencia de la joven, como si se contara la historia a sí mismo.

—A la mañana siguiente, la necesidad era más fuerte. Era como si mis propias venas estuvieran secas y agrietadas, desesperadas por algo de líquido. Comprendí que no lo podría soportar mucho tiempo.

»Fui a los aposentos de Katherine. Mi intención era pedirle, suplicarle... —Su voz se quebró; hizo una pausa y luego siguió—: Pero Damon ya estaba allí, aguardando fuera de sus habitaciones. Me di cuenta de que él no había resistido a la necesidad. El brillo de su piel y el brío con el que caminaba me lo indicaron. Tenía un aspecto tan satisfecho como el de un gato que se ha comido la nata

»Pero no había tenido a Katherine. "Llama todo lo que quieras" me dijo, "pero esa fiera de ahí dentro no te dejará entrar. Yo ya lo he probado. ¿Lo intentamos entre tú y yo?"

»No quise responderle. La expresión de su rostro, aquella expresión taimada y ufana, me repelía. Aporreé aquella puerta como para despertar... —Titubeó y luego lanzó otra risa forzada—. Iba a decir "como para despertar a un muerto".

Pero a los muertos no cuesta tanto despertarlos, al fin y al cabo, ¿verdad?

Tras un instante, prosiguió:

—La doncella, abrió la puerta. Tenía un rostro que parecía un plato llano blanco y ojos que eran como cristal negro. Le pregunté si podía ver a su señora. Esperaba que me diría que Katherine dormía, pero en su lugar ella se limitó a mirarme, luego a Damon, por encima de mi hombro.

»"No se lo quise decir a él" dijo por fin, "pero os lo diré a vos. Mi señora Katerina no está dentro. Salió temprano esta mañana para pasear por los jardines. Dijo que tenía una gran necesidad de pensar."

»Me sorprendió. "¿Temprano esta mañana?", pregunté.

»"Sí", respondió. Nos miró tanto a Damon como a mí sin simpatía. "Mi señora se sentía muy desdichada ayer", dijo con toda intención. "Lloró toda la noche."

𝔇𝔢𝔫𝔤𝔢𝔯ᴷᴬᵀᴱᴿᴵᴺᴱ ᴾᴵᴱᴿᶜᴱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora