Capitulo Once

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Bonnie y Meredith la miraron fijamente, luego se miraron entre sí y prorrumpieron en fuertes carcajadas otra vez

—¡Aja! —dijo Meredith cuando se recuperaron—. Así que el tigre regresa.

 Elena le dedicó una mueca salvaje. Su conmocionada seguridad en sí misma había regresado, y aunque no lo comprendía ni ella misma, sabía una cosa: no iba a dejar que Stefan Salvatore escapara incólume. 

—De acuerdo —indicó con vivacidad—. Ahora, escuchad vosotras dos. Nadie más debe saber esto o seré el hazmerreír de la escuela. Y a Caroline le encantaría tener cualquier excusa para hacerme aparecer ridicula. Pero todavía quiero que sea mío y lo será. Aún no sé cómo, pero lo conseguiré. No obstante, hasta que se me ocurra un plan, vamos a hacerle el vacío. 

—¿Vamos?—Sí, vamos. No puedes tenerle, Bonnie; es mío. Y hemos de poder confiar completamente en ti. 

—Aguarda un minuto —dijo Meredith con un brillo en los ojos.Soltó el broche de esmalte de su blusa; luego, alzando el pulgar, le dio un veloz pinchazo.—Bonnie, dame tu mano.—¿Por qué? —preguntó ésta, contemplando el alfiler con suspicacia.—Porque quiero casarme contigo, ¿para qué crees, idiota? 

—Pero... pero... Oh, vale. ¡Ay! 

—Te toca, Elena. —Pinchó eficientemente el dedo de su amiga, y luego lo oprimió para conseguir sacar una gota de sangre—. Ahora —prosiguió, mirando a las otras dos con centelleantes ojos oscuros—, todas juntamos los pulgares y juramos. Especialmente tú, Bonnie. Jura guardar este secreto y hacer todo lo que Elena pida en relación a Stefan.

 —Oíd, jurar con sangre es peligroso —protestó Bonnie en tono serio—. Significa que tienes que mantener tu promesa suceda lo que suceda, sin importar lo que sea, Meredith. 

—Lo sé —respondió ésta inflexible—. Por eso te digo que lo hagas. Recuerdo lo que sucedió con Michael Martin. 

Bonnie torció el gesto.—Eso fue hace años,y rompimos en seguida de todos modos y... Ah, de acuerdo. Lo juraré. —Cerrando los ojos, dijo—: Juro mantener esto en secreto y hacer todo lo que Elena pida respecto a Stefan. 

Meredith repitió el juramento. Y Elena, con la vista fija en las sombras pálidas de sus pulgares juntos en la creciente oscuridad, tomó una larga bocanada de aire y dijo en voz baja

—Y yo juro no descansar hasta que sea mío. 

Una ráfaga de aire frío sopló a través del cementerio, echando hacia atrás los cabellos de las muchachas y haciendo revolotear hojas secas por el suelo. Bonnie lanzó una exclamación ahogada y se echó hacia atrás; todas miraron a su alrededor, y luego lanzaron risitas nerviosas. 

—Ha oscurecido —observó Elena, sorprendida.

—Será mejor que nos pongamos en camino hacia casa —dijo Meredith, volviendo a sujetar el broche.También Bonnie se puso en pie, introduciendo la punta del pulgar en la boca. 

—Adiós —dijo Elena en voz baja, volviéndose hacia la lápida. 

La flor violeta era una masa borrosa en el suelo. Recogió la cinta color crema que descansaba junto a ella, dio media vuelta e hizo una seña con la cabeza a Bonnie y a Meredith.

 —Vámonos.

 En silencio, se dirigieron colina arriba en dirección a la iglesia en ruinas. El juramento hecho con sangre les había conferido a todas una sensación de solemnidad, y al pasar ante la destrozada iglesia Bonnie se estremeció. Con la puesta del sol, la temperatura había descendido bruscamente, y se alzaba viento. Cada ráfaga enviaba susurros por entre la hierba y hacía que los viejos robles agitaran ruidosamente las oscilantes hojas. 

𝔇𝔢𝔫𝔤𝔢𝔯ᴷᴬᵀᴱᴿᴵᴺᴱ ᴾᴵᴱᴿᶜᴱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora