Capitulo veintitres

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Matt abre la puerta y cuando ve a las chicas hace una mueca de sonrisa.

—Vickie ha estado descansando, el doctor dijo que la mantuviera en cama —explicó con una sonrisa que temblaba ligeramente. Elena, Bonnie y Meredith se agolparon en el angosto vestíbulo. Matt dio unos suaves golpecitos en la puerta de Vickie. —Hermana, Elena, Bonnie y Meredith estan aqui. No estéis demasiado rato —le dijo a Elena mientras abría la puerta.

—No lo haremos Matt—prometió Elena.

Entro en un bonito dormitorio azul y blanco, con las demás justo detrás de ella. Vickie yacía en la cama recostada en almohadas, con un edredón azul pastel subido hasta la barbilla, que contrastaba con su rostro blanco como el papel. Los ojos entrecerrados de la muchacha miraban directamente al frente.

—Ése es el aspecto que tenía anoche —susurró Bonnie.

Elena fue a colocarse junto a la cama.

—Vickie —dijo en voz baja. Ésta siguió mirando fijo al frente, pero a Elena le pareció que su respiración cambiaba ligeramente. —Vickie, ¿puedes oírme? Soy Elena. —Dirigió una mirada vacilante a Bonnie y a Meredith.

—Parece como si le hubiesen dado tranquilizantes —comentó Meredith.

—Pero Matt no había dicho que le hubieran dado ningún medicamento. Frunciendo el entrecejo-Elena volvió a mirar a la pasiva muchacha. —Vickie, soy yo, Elena. Sólo quería hablar contigo sobre anoche. Quiero que sepas que creo lo que dijiste sobre lo sucedido —hizo caso omiso de la aguda mirada que le lanzó Meredith y prosiguió— y quería preguntarte...

—¡No!

Fue un alarido, vivo y desgarrador, arrancado de la garganta de Vickie. El cuerpo que había estado tan inmóvil como una figura de cera estalló en violenta acción. Los cabellos castaño claro de la muchacha le azotaron las mejillas cuando empezó a agitar la cabeza de un lado para otro y sus manos se debatieron en el aire.

—¡No! ¡No! —chilló.

—¡Haced algo! —exclamó Bonnie con voz ahogada—. ¡Matt! ¡Matt!

Elena y Meredith intentaban mantener a Vickie en la cama, y ella se resistía. Los alaridos siguieron y siguieron. Entonces, de improviso, el hermano de Vickie apareció junto a ellas, ayudando a sujetarla a la vez que apartaba a las muchachas.

—¿Qué le habéis hecho? —gritó.

Vickie se aferró a su hermano, tranquilizándose, pero luego sus ojos entrecerrados vislumbraron a Elena por encima del hombro de su hermano.

—¡Tú eres parte de ello! ¡Eres malvada! —le gritó histéricamente a Elena—. ¡Mantente lejos de mí!

Esta se quedó anonadada.

—¡Vickie! Sólo he venido a preguntar...

—Creo que será mejor que os marchéis ahora. Dejadnos solos —dijo el hermano mientras estrechaba a su en actitud protector—. ¿No os dais cuenta de lo que le hacéis?

En atónito silencio, Elena abandonó la habitación. Bonnie y Meredith la siguieron.

—Debe de ser algún fármaco —dijo Bonnie una vez estuvieron fuera de la casa—. Simplemente se ha vuelto totalmente tarumba.

—¿Has reparado en sus manos? —le preguntó Meredith a Elena—. Cuando intentábamos contenerla, le sujeté una de las manos y estaba fría como el hielo.

Elena sacudió la cabeza con perplejidad. Nada de ello tenía sentido, pero no estaba dispuesta a permitir que le estropeara el día. No lo permitiría. Desesperadamente, rebuscó en su mente algo que pudiera contrarrestar la experiencia, que le permitiera aferrarse a su felicidad.

—Ya lo sé —dijo—. La casa de huéspedes.

-¿Qué?

—Dije a Stefan que me llamara hoy, pero ¿por qué no nos acercamos a la casa de los Salvatore en vez de eso? No está lejos de aquí.

—Sólo a veinte minutos a pie —comentó Bonnie, y se animó—. Al menos podremos ver por fin su casa.

—En realidad —indicó Elena—, mi idea era que vosotras dos esperarais abajo. Bueno, sólo le veré unos minutos —añadió poniéndose a la defensiva cuando ellas la miraron.

Era curioso quizá, pero todavía no quería compartir a Stefan con sus amigas. Llevaba tan poco tiempo con él que le resultaba casi como un secreto.

𝔇𝔢𝔫𝔤𝔢𝔯ᴷᴬᵀᴱᴿᴵᴺᴱ ᴾᴵᴱᴿᶜᴱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora