Capitulo Siete

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Elena se levantó más temprano de lo habitual esa mañana y oyó a tía Jenna trasteando en su habitación, preparándose para tomar su ducha. Jeremy dormía aún profundamente. Elena pasó ante la puerta entre abierta de su hermano menor sin hacer ruido y continuó por el pasillo hasta abandonar la casa.

El aire era fresco y limpio esa mañana; el membrillo estaba habitado únicamente por los acostumbrados arrendajos y gorriones. Elena, que se había acostado con un terrible dolor de cabeza, alzó el rostro hacia el limpio cielo azul y respiró profundamente.
Se sentía mucho mejor de lo que se había sentido el día anterior. Pero desde el techo de su casa le miraba el cuerbo de el dia anterior.

Elena había prometido encontrarse con Matt antes del instituto y, aunque no le hacíamucha ilusión, estaba segura de que todo iría bien.

Matt vivía a sólo dos calles del instituto. Era una sencilla casa de madera, como todas las demás en aquella calle, excepto que quizá el columpio del porche estaba un poco más deslucido y la pintura un poco más desconchada. Matt estaba ya en el exterior, y por un momento el corazón de la muchacha se aceleró ante la familiar visión.

Realmente era apuesto. De eso no había duda. No del modo deslumbrante, casi perturbador, de... alguna persona, sino de un saludable modo americano. Matt Donovan era típicamente americano. Llevaba el pelo rubio muy corto por la temporada de rugby y tenía la piel bronceada debido al trabajo al aire libre en la granja de sus abuelos. Sus ojos azules eran honestos y francos. Y justo hoy, mientras extendía los brazos para abrazarla con suavidad, estaban algo tristes.

—¿Quieres entrar?

—No. Limitémonos a andar —dijo Elena

Caminaron uno junto al otro sin tocarse. Arces y nogales negros bordeaban aquella calle, y el aire tenía aún una quietud matutina. Elena contempló sus pies sobre la húmeda acera, sintiéndose repentinamente indecisa. Después de todo, seguía sin saber cómo empezar.

—No me has hablado de Francia —dijo él

.—Ah, fue fenomenal —respondió Elena, y le miró de soslayo; también élmiraba la acera—. Todo resultó fenomenal —continuó, intentando dar un poco de entusiasmo a su voz—. La gente, la comida, todo. Realmente fue... —Su voz se apagó, y lanzó una carcajada nerviosa.

—Sí, ya sé. Fenomenal —terminó él por ella.

Matt se detuvo y se quedó mirando al suelo, a sus arañadas zapatillasde tenis. Elena vio que eran las del año anterior. La familia de Matt apenas conseguía ir tirando; a lo mejor no había podido permitirse unas nuevas.La joven alzó la vista y se encontró aquellos resueltos ojos azules fijos ensu rostro.

—¿Sabes?, tienes un aspecto de lo más fenomenal justo ahora —dijo él.Elena abrió la boca con consternación, pero él volvía a hablar ya.

—E imagino que tienes algo que decirme

.Elena le miró de hito en hito, y él sonrió, con una sonrisa torcida y pesarosa. Luego volvió a tenderle los brazos.—Matt —dijo ella, abrazándole con fuerza; luego se apartó para mirarlea la cara—. Matt, eres el chico más gentil que he conocido nunca. No te merezco.

—Ah, entonces por eso me plantas —dijo él mientras volvían a andar—.Porque soy demasiado bueno para ti. Debería haberme dado cuenta antes.

Ella le dio un puñetazo en el brazo.—No, no es por eso, y tampoco te estoy plantando. Seremos amigos,¿de acuerdo?

—Desde luego. Por supuesto.

—Porque eso es lo que he comprendido que somos. —Se detuvo,volviendo a alzar la mirada hacia él—. Buenos amigos. Sé honrado ahora,Matt, ¿no es eso lo que realmente sientes por mí?

Él la miró y luego alzó los ojos al cielo.—¿Puedo acogerme a la Quinta Enmienda respecto a eso? —dijo y al verque Elena ponía cara larga, añadió—: no tiene nada que ver con ese chico nuevo, ¿verdad?

—No —respondió ella tras una vacilación, y luego añadió con rapidez—,ni siquiera le conozco aún. No sé quién es

.—Pero quieres conocerle. No, no lo digas. —La rodeó con un brazo y lahizo girar con suavidad—. Vamos, vayamos hacia el instituto. Si tenemos tiempo, incluso te compraré una rosquilla.

Mientras andaban, algo se agitó violentamente en el nogal sobre sus cabezas.

Matt lanzó un silbido y señaló con el dedo. —¡Mira eso! Es el cuervo más grande que he visto nunca.—Elena miró, pero ya había desaparecido.

𝔇𝔢𝔫𝔤𝔢𝔯ᴷᴬᵀᴱᴿᴵᴺᴱ ᴾᴵᴱᴿᶜᴱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora