Capitulo treinta y cinco

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Se escuchó un creciente murmullo ante aquello, y la misma Elena sintió un sobresalto al darse cuenta de que Dereck estaba en su punto maximo de enojo y no iva a permitir que por su impulso vuelva a atacar a Tyler. Desde luego, era totalmente ridículo, era una simple coincidencia. Pero lo que Tyler decía era cierto. Los ataques habían empezado cuando llegaron los Salvatore.

—Os diré algo más —gritó Tyler, haciéndoles gestos para que callaran—. ¡Escuchadme! ¡Os diré algo más! —Aguardó hasta que todo el mundo le miró y luego dijo despacio, con grandilocuencia—: Dereck estaba en el cementerio la noche que atacaron a Vickie.

—Desde luego que estaba ahí..., cambiándote la cara —replicó Matt, pero la voz carecía de su acostumbrada energía. Tyler hizo suyo el comentario y siguió adelante.

—Sí, y casi me mata. Y esta noche alguien ha matado a Tanner. Yo no sé qué pensáis vosotros, pero yo sí creo que lo hizo. ¡Creo que fue él!

—¡Dereck no ha hecho nada! Tyler... —chilló Elena, pero el ruido de la multitud tapó su voz.

Habían hecho suyas las palabras de Tyler, Todos miraban a todos lado en busca de Dereck pero ya no estaba ni su hermano tampoco, todos repetían. «Busquémosle... busquémosle... busquémosle.» Elena oyó cómo pasaban de una persona a otra. Y los rostros de la Habitación del Druida estaban llenos de algo más que desconfianza en aquel momento; Elena también vio furia y sed de venganza en ellos.

—¿Dónde está, Elena? —dijo Tyler, y ella vio una reluciente expresión de triunfo en sus ojos; estaba disfrutando con aquello.

—No lo sé —respondió con ferocidad, deseando pegarle.

— ¡Debe de estar todavía aquí! ¡Busquémosle! —gritó alguien, y a continuación pareció como si todo el mundo se pusiera en movimiento, señalando y empujando a la vez. Empezaron a derribar y apartar mamparas.

El corazón de Elena parecía a punto de estallar. Ya no se trataba de una multitud; era una turba enfurecida. Le aterró lo que podrían hacerle a Stefan si lo encontraban. Pero si intentaba ir a advertirle, conduciría a Tyler directamente a él.

Miró a su alrededor con desesperación. Bonnie seguía con la vista fija en el rostro sin vida del señor Tanner. No obtendría ayuda por esa parte. Dio la vuelta para volver a escudriñar a la multitud y sus ojos se encontraron con los de Matt.

El muchacho tenía un aspecto confuso y enojado, con los cabellos rubios alborotados y las mejillas enrojecidas y sudorosas. Elena puso toda su fuerza de voluntad en una mirada de súplica.

«Por favor, Matt —pensó—. No puedes creer todo esto. Sabes que no es cierto.»

Pero los ojos de su amigo mostraban que no lo sabía. Había un tumulto de desconcierto y agitación en ellos.

«Por favor —siguió pensando Elena, con la mirada puesta en aquellos ojos azules mientras deseaba con todas sus fuerzas que comprendiera—. Por favor, Matt, sólo tú puedes salvarle. Incluso aunque no lo creas, por favor, intenta confiar..., por favor...»

Vio cómo la expresión del rostro del muchacho cambiaba, cómo desaparecía la confusión y dejaba paso a la resolución. La observó fijamente durante otro instante, taladrando sus ojos con la mirada y asintió una vez. Luego dio media vuelta y se introdujo en la arremolinada multitud que iba de caza.

Matt se abrió camino limpiamente a través de la muchedumbre hasta alcanzar el otro extremo del gimnasio. Había algunos novatos de pie cerca de la puerta del vestuario masculino; les ordenó con brusquedad que empezaran a mover las mamparas caídas, y cuando su atención estuvo distraída, abrió la puerta de golpe y se metió dentro.

Miró a su alrededor rápidamente, poco dispuesto a gritar. Bien mirado, se dijo, Stefan tenía que haber oído todo el jaleo del gimnasio. Probablemente ya se habría ido. Pero entonces Matt descubrió la figura vestida de negro caída sobre el suelo de baldosas blancas.

—¡Dereck! ¿Qué ha sucedido?

Por un terrible instante, Matt pensó que contemplaba un segundo cuerpo sin vida. Pero al arrodillarse junto al chico, vio movimiento.

—Eh, estás bien, incorpórate lentamente..., con calma. ¿Te encuentras bien, Dereck? ¿Y tus hermanos?

—Estoy bien, nos dividimos para que nadie nos encontrara —respondió él.

No parecía estar bien, se dijo Matt. Tenía el rostro pálido como un muerto y las pupilas terriblemente dilatadas. Parecía desorientado y mareado.

—Gracias —dijo Dereck.

—Puede que no me des las gracias dentro de un minuto. Dereck, tienes que salir de aquí. ¿No les oyes? Van tras de ti.

El muchacho volvió la cabeza hacia el gimnasio, como si escuchara.El chico rapidamente se levanto, el chico abrio los ojos en grande el horror y una especie de resignada derrota que era más aterradora que nada de lo que Matt había visto esa noche. Agarró con fuerza el hombro de Dereck.

—Sé que no lo hiciste —dijo, y en ese momento era verdad—. También ellos se darán cuenta cuando puedan volver a pensar. Pero, entretanto, será mejor que te vayas.

—Irme..., sí —respondió Dereck.

La expresión desorientada había desaparecido y había una amargura virulenta en el modo en que pronunció las palabras.

—Me... iré.

—Dereck...

—Matt —los ojos verdes se veían oscuros y abrasadores, y Matt descubrió que era incapaz de apartar la mirada de ellos—, ¿está Elena a salvo? Bien. Entonces, cuida de ella. Por favor.

—Stefan, ¿de qué estás hablando? Eres inocente; todo esto se olvidará...

—Tú sólo cuida de ella, Matt, no voy a permitir que pase otra vez.

Matt retrocedió, con la vista fija aún en aquellos irresistibles ojos azules. Luego, lentamente, asintió algo confuso por sus palabras.

—Lo haré —dijo en voz baja.

Y contempló cómo Dereck se marchaba.

𝔇𝔢𝔫𝔤𝔢𝔯ᴷᴬᵀᴱᴿᴵᴺᴱ ᴾᴵᴱᴿᶜᴱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora