No sabía cómo lo averiguó, pero estaba segura. Alguien estaba detrás de ella en el gimnasio a oscuras, vigilándola. «Ojos en la oscuridad», había dicho el anciano. Vickie también lo había dicho. Y en aquellos momentos había ojos puestos en ella.
Giró rápidamente de cara a la sala, forzando sus propios ojos para penetrar las sombras, intentando no respirar siquiera. Le aterraba que si hacía ruido lo que había allí la cogería. Pero no vio nada, no oyó nada.
Las graderías eran formas oscuras y amenazadoras que se extendían hasta perderse en la nada. Y en el extremo opuesto de la sala no había más que una neblina gris informe. Neblina oscura, se dijo, y sintió cada músculo terriblemente tenso mientras escuchaba con desesperación. Ah, cielos, ¿qué era aquel apagado sonido susurrante? Sin duda era su imaginación... Por favor, que fuera su imaginación.
De improviso, su mente se despejó. Tenía que salir de aquel lugar ya. Existía un peligro real allí, no era sólo una fantasía. Había algo allí fuera, algo malvado, algo que la quería a ella. Elena no estaba sola.
Algo se movió en las sombras.
El chillido se heló en su garganta. También tenía los músculos paralizados, inmovilizados por el terror... y por alguna fuerza innombrable. Impotente, observó en la oscuridad que la figura salía de las sombras e iba hacia ella. Parecía casi como si la misma oscuridad acabara de cobrar vida y se aglutinara tomando forma..., forma humana, la forma de un joven.
—Lo siento si te asusté.
La voz era agradable, con un leve acento que no consiguió identificar. No sonaba en absoluto como si lo sintiera.
El alivio fue tan repentino y total que resultó doloroso. Se dejó caer y oyó cómo su aliento salía en forma de suspiro.
No era más que un chico, algún antiguo alumno o un ayudante del señor Shelby. Un chico corriente que sonreía levemente, como si le divirtiera verla casi desmayarse.
Bueno..., tal vez no tan corriente. Era extraordinariamente apuesto. El rostro aparecía conocido, pálido bajo el artificial crepúsculo, pero pudo ver que las facciones estaban nítidamente definidas y eran casi perfectas bajo una mata de cabello oscuro. Aquellos pómulos eran el sueño de un escultor. Y había resultado casi invisible porque iba vestido de negro: botas blandas negras, vaqueros negros, suéter negro y chaqueta de cuero. Y seguía sonriendo levemente. El alivio de Elena se transformó en enojo.
—¿Cómo has entrado Demon? —exigió—. ¿Y qué haces aquí? Se supone que no debe haber nadie más en el gimnasio.
—He entrado por la puerta —respondió él. La voz era queda, culta, pero ella podía oír aún el dejo divertido y lo encontró desconcertante.
—Todas las puertas están cerradas con llave —dijo categórica y acusadora. Él enarcó una ceja y sonrió.
—¿Lo están?
Elena sintió otro estremecimiento de miedo, y los cabellos del cogote se le erizaron.
—Se suponía que debían estarlo —respondió con el tono de voz más frío que consiguió adoptar.
—Estás enfadada —dijo él solemne—. He dicho que lamentaba haberte asustado.
— ¡No estoy asustada! —soltó ella. De algún modo se sentía estúpida delante de él, igual que una criatura a la que le sigue la corriente alguien mucho mayor y mejor informado. Eso la enfureció más.
—Simplemente me he sobresaltado —prosiguió—. Lo que no es ninguna sorpresa, contigo acechando en la oscuridad de ese modo.
—Cosas interesantes suceden en la oscuridad... a veces.
Seguía riéndose de ella; lo veía en sus ojos. Se había acercado un paso más, y Elena vio que aquellos ojos eran inusuales, casi Azules como el cielo, pero con una luz curiosa en ellos. Como si se pudiera mirar más y más en su interior hasta que uno caía dentro de ellos y seguía cayendo eternamente
Elena advirtió que la miraba fijamente. ¿Por qué no se encendían las luces? Quería salir de allí. Se apartó, colocando el extremo de una gradería entre ellos, y apiló las últimas carpetas en la caja. Mejor olvidar el resto del trabajo por aquella noche. Todo lo que quería en aquel momento era irse.
Pero el continuo silencio la incomodaba. Él estaba simplemente allí de pie, sin moverse, observándola. ¿Por qué no decía algo?
—¿Has venido en busca de alguien?
Se sintió molesta consigo misma por ser quien hablaba.
Él seguía contemplándola, aquellos ojos Azules fijos en ella de un modo que la hacían sentir cada vez más incómoda. Tragó saliva.
—Ah, sí —murmuró él con los ojos puestos en sus labios.
— ¿Qué?
Había olvidado su pregunta y sus mejillas y su garganta se sonrojaban a medida que la sangre se acumulaba en ellas. Se sentía mareada. Si al menos dejara de mirarla...
—Sí, he venido aquí buscando a alguien —repitió él, no más alto que antes.
Luego, de un paso, avanzó hacia ella de modo que quedaron separados únicamente por la esquina de un asiento de la gradería.
Elena no podía respirar. El muchacho estaba muy cerca, lo bastante cerca como para tocarle. Podía oler una leve insinuación de colonia y el cuero de su chaqueta. Y los ojos del desconocido seguían reteniendo los suyos; la muchacha era incapaz de apartar la mirada. No se parecían a otros ojos que hubiese visto nunca: eran azules como el cielo, con las pupilas dilatadas como las de un gato. Ocuparon su visión mientras él se inclinaba hacia ella, agachando la cabeza en dirección a la de ella. Elena sintió cómo sus propios ojos se medio cerraban, perdiendo enfoque, y también cómo su cabeza se echaba hacia atrás y sus labios se separaban.
¡No! Volvió la cabeza violentamente a un lado justo a tiempo y sintió como si acabara de apartarse del borde de un precipicio. «¿Qué estoy haciendo? —pensó conmocionada—. Estaba a punto de permitir que me besara. Un completo desconocido, alguien que he conocido hace apena ni un dia.»
Pero eso no era lo peor. Durante aquellos pocos minutos, algo increíble había sucedido. Durante ese tiempo, había olvidado a Stefan.
Pero en aquel momento su imagen ocupaba su mente, y el ansia de tenerlo cerca era como un dolor físico en su cuerpo. Deseaba a Stefan, deseaba sus brazos a su alrededor, deseaba estar a salvo con él.
Tragó saliva, y los orificios nasales se dilataron mientras respiraba con fuerza. Intentó mantener la voz firme y circunspecta.
—Voy a irme ahora —dijo—. Si buscas a alguien, creo que será mejor que lo hagas en otra parte.
El la contemplaba de un modo curioso, con una expresión que ella no conseguía comprender. Era una mezcla de irritación, reticente respeto... y algo más. Algo ardiente y feroz que la asustó de un modo distinto.
El muchacho aguardó para responder hasta que la mano de ella estuvo en el pomo de la puerta, y su voz sonó queda pero seria, sin rastro de diversión.
—A lo mejor ya he encontrado a esa persona..., Elena.
Cuando se dio la vuelta, la muchacha no pudo ver nada en la oscuridad.
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𝔇𝔢𝔫𝔤𝔢𝔯ᴷᴬᵀᴱᴿᴵᴺᴱ ᴾᴵᴱᴿᶜᴱ
Vampire༒𝐘𝐨𝐮 𝐡𝐚𝐯𝐞 𝐚 𝐝𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫𝐨𝐮𝐬 𝐜𝐡𝐚𝐫𝐦...𝐭𝐡𝐞 𝐤𝐢𝐧𝐝 𝐭𝐡𝐚𝐭 𝐧𝐨𝐭 𝐞𝐯𝐞𝐧 𝐚 𝐝𝐨𝐬𝐞 𝐨𝐟 𝐠𝐨𝐨𝐝 𝐬𝐞𝐧𝐬𝐞 𝐜𝐚𝐧 𝐝𝐞𝐟𝐞𝐚𝐭༒ 𝒦𝒶𝓉𝑒𝓇𝒾𝓃𝑒 𝒫𝒾𝓇𝒸𝑒➳𝓣𝓱𝓮 𝓥𝓪𝓶𝓹𝓲𝓻𝓮 𝓓𝓲𝓪𝓻𝓲𝓮𝓼 ⓒMirlaaz08