Su llamada a la reluciente puerta de nogal la abrio un joven de pelo negro y unos ojos verdes brillantes, se podria decir que era un chico hermoso
—Tú debes de ser Elena —dijo el chico de tan solo ver a la morena—Mis hermanos no paran de hablar de ti
—¿Tu eres hermano de Stefan y Dereck?-dice esta con un tono sorprendida
—Que descortes de mi parte, me llamo Demon Salvatore-dice este con una sonrisa picara—¿Y que trae a unas bellas damas como vosotras por aca?
—Ah, gracias —respondió ella, nerviosa, pues no le gustaba el modo en que quellos ojos de pajarito permanecían fijos en ella; miró más allá de el chico en dirección a la escalera—. ¿Está Stefan?
—¡Debe de estar, a menos que haya salido volando por el tejado! —dijo el joven, y volvió a lanzar su risita. Elena rió educadamente. Al notar el momento incomodo Meredith salio al rescate de Elena
—Hola guapo, soy Meredith Fall y ella es...-Bonnie habla antes que Meredith terminara
—Yo puedo hablar no soy muda.-dice esta con fastidio—Soy Bonnie Bennett
—Nosotras nos quedaremos aquí con Demon —dijo Meredith a Elena,mientras Bonnie alzaba los ojos al techo con expresión mártir. Ocultando una sonrisa burlona, Elena asintió con la cabeza y subió la escalera.
Era una casa vieja muy extraña, volvió a pensar mientras localizaba la segunda escalera en el dormitorio. Las voces de abajo sonaban muy apagadas desde allí, y mientras ascendía los peldaños se desvanecieron por completo. Estaba envuelta en silencio, y al llegar a la puerta pobremente iluminada del último piso tuvo la sensación de haber penetrado en otro mundo.
Su llamada a la puerta sonó muy tímida.
—¿Stefan?
No oyó nada en el interior, pero de improviso la puerta se abrió. «Todo el mundo debe de tener un aspecto pálido y cansado hoy», pensó Elena al ver al muchacho, y a continuación se encontró en sus brazos.
Brazos que la apretaron convulsivamente.
—Elena. ¡Elena...!
Luego retrocedió. Ocurrió lo mismo que siempre; Elena percibió que el abismo se abría entre ellos. Vio cómo la mirada fría y correcta acudía a sus ojos.
—No —dijo, apenas consciente de haber hablado en voz alta—. No te lo permitiré.
Y atrajo la boca de él hacia la suya.
Por un momento no recibió respuesta, y luego él se estremeció y el beso se volvió abrasador. Los dedos del muchacho se enredaron en sus cabellos, y el universo se encogió alrededor de Elena. No existía nada más aparte de Stefan, y el contacto de sus brazos a su alrededor, y el fuego de sus labios sobre los suyos.
Al cabo de unos pocos minutos o unos pocos siglos se separaron, ambos temblando. Pero sus miradas siguieron conectadas, y Elena vio que los ojos de Stefan estaban demasiado dilatados incluso para aquella luz tenue: sólo había una fina franja verde alrededor de las oscuras pupilas. El muchacho parecía aturdido y su boca —¡aquella boca!— estaba hinchada.
—Creo —dijo él, y ella volvió a notar el control en su voz— Que será mejor que tengamos cuidado cuando hagamos eso.
Elena asintió, aturdida también ella. No en público, se decía. Y no cuando Bonnie y Meredith aguardaban abajo. Y no cuando estuvieran totalmente a solas, a menos...
—Pero puedes abrazarme —dijo.
Qué curioso, que tras aquella pasión se pudiera sentir tan segura, tan tranquila en sus brazos.
—Te quiero —susurró a la áspera lana de su suéter.
Sintió cómo un estremecimiento recorría el cuerpo de Stefan.
—Elena —repitió él, y sonó casi desesperado.
—¿Qué hay de malo en eso? —preguntó ella, alzando la cabeza—. ¿Qué podría haber de malo en eso, Stefan? ¿No me quieres?
—Yo...
La miró, con impotencia..., y oyeron la voz de el hermano de Stefan llamando débilmente desde el pie de la escalera.
—¡Chico! ¡Chico! Stefan!
Sonó como si estuviera golpeando el pasamanos con el zapato.
Stefan suspiró. —Será mejor que vaya a ver qué quiere.
Se escabulló de sus brazos con expresión inescrutable.
Al encontrarse a solas, Elena cruzó los brazos sobre el pecho y tiritó. Hacía tanto frío allí... Debería tener un fuego encendido, se dijo, a la vez que sus ojos se movían distraídamente por la habitación para ir a posarse por fin en el tocador de caoba que había examinado con la vista los anteriores cinco minutos.
El cofre.
Echó una veloz mirada a la puerta cerrada. Si él regresaba y la pescaba... En realidad no debía..., pero avanzaba ya hacia el tocador.
«Piensa en la esposa de Barba Azul —se dijo—. La curiosidad la mató.» Pero los dedos estaban ya sobre la tapa de hierro y, con el corazón latiendo veloz, la abrió con cuidado.
Bajo la débil luz, el cofre pareció al principio vacío, y Elena soltó una risa nerviosa. ¿Qué había esperado? ¿Cartas de amor de Caroline? ¿Una daga ensangrentada?
Entonces vio la pequeña cinta de seda, doblada pulcramente una y otra vez sobre sí misma en una esquina. La sacó y la pasó entre sus dedos. Era la cinta color crema que había perdido el segundo día de instituto.
«Ah, Stefan.» Las lágrimas acudieron a sus ojos, y en su pecho se desbordó el amor sin que pudiera evitarlo. «¿Hace tanto tiempo? ¿Te importaba ya desde hace tanto tiempo? Ah, Stefan, te amo...»
«Y no importa si no eres capaz de decírmelo», pensó. Se escuchó un ruido al otro lado de la puerta, y ella dobló la cinta rápidamente y volvió a colocarla en el cofre. Luego giró en dirección a la puerta, parpadeando para intentar contener las lágrimas.
«No importa si no eres capaz de decirlo justo ahora. Yo lo diré por los dos. Y algún día aprenderás a decirlo.»
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𝔇𝔢𝔫𝔤𝔢𝔯ᴷᴬᵀᴱᴿᴵᴺᴱ ᴾᴵᴱᴿᶜᴱ
Vampire༒𝐘𝐨𝐮 𝐡𝐚𝐯𝐞 𝐚 𝐝𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫𝐨𝐮𝐬 𝐜𝐡𝐚𝐫𝐦...𝐭𝐡𝐞 𝐤𝐢𝐧𝐝 𝐭𝐡𝐚𝐭 𝐧𝐨𝐭 𝐞𝐯𝐞𝐧 𝐚 𝐝𝐨𝐬𝐞 𝐨𝐟 𝐠𝐨𝐨𝐝 𝐬𝐞𝐧𝐬𝐞 𝐜𝐚𝐧 𝐝𝐞𝐟𝐞𝐚𝐭༒ 𝒦𝒶𝓉𝑒𝓇𝒾𝓃𝑒 𝒫𝒾𝓇𝒸𝑒➳𝓣𝓱𝓮 𝓥𝓪𝓶𝓹𝓲𝓻𝓮 𝓓𝓲𝓪𝓻𝓲𝓮𝓼 ⓒMirlaaz08