Aquel día, el instituto fue sólo el lugar adecuado para que Elena repasara su plan.
Por la mañana había despertado sabiendo qué hacer. Y durante el día reunió toda la información que pudo a propósito de Stefan Salvatore. Lo que no fue difícil, porque todo el mundo. Lee y hablaba de él.
Todo el mundo sabía que había tenido alguna especie de roce con la secretaria de admisiones el día anterior. Y hoy lo habían llevado al despacho del director. Algo relacionado con sus papeles. Pero el director lo había enviado de vuelta al aula (tras, se rumoreaba, una llamada de larga distancia a Roma... ¿o era Washington?), y todo parecía arreglado ya. Oficialmente, al menos.
Cuando Elena llegó a su clase de Historia Europea aquella tarde, la saludó un suave silbido en el pasillo. Tyler Lockwood remoloneaban por allí. Una pareja de imbéciles de primera, se dijo,haciendo caso omiso del silbido y las miradas fijas. Pensaban que ser pateador en el equipo de rugby de la escuela los convertía en unos tipos sensacionales. Mantuvo un ojo puesto en el mientras también ella remoloneaba por el pasillo, dándose una nueva capa de pintalabios y jugueteando con la polvera. Había dado a Bonnie instrucciones especiales, y el plan estaba listo para ponerlo en práctica encuanto Stefan apareciera. El espejo de la polvera le proporcionaba una visión fenomenal del pasillo a su espalda.
Con todo, de algún modo no le vio llegar. Apareció a su lado de improviso, y ella cerró la polvera de golpe mientras él pasaba. Su intención era detenerlo, pero algo sucedió antes de que pudiera hacerlo. Stefan se puso tenso... o, al menos, algo hubo en él que le hizo adoptaruna actitud cautelosa de improviso. Justo entonces, Dick y Tyler se colocaron frente a la puerta del aula de historia, impidiendo el paso.
«Imbéciles de talla mundial»., se dijo Elena.
Echando chispas, los miróiracunda por encima del hombro de Stefan.Disfrutaban con el jueguecito, repantigados en la entrada mientrasfingían estar totalmente ciegos a la presencia de Stefan allí de pie.—Excusad.
Era el mismo tono de voz que había usado con el profesor de historia. Sosegado, distante.
Dick y Tyler se miraron el uno al otro, luego a su alrededor, como si oyeran voces fantasmales.
—¿Escuuzi? —dijo Tyler con voz de falsete—. ¿Escuuzi a mí? ¿A mí escuuzi? ¿Jacuzzi?
Los dos rieron.
Elena vio cómo los músculos se tensaban bajo la camiseta que tenía delante. Aquello era totalmente injusto; era dos chicos en contra de uno
—¿Sucede algo?
Elena se sobresaltó tanto como los dos muchachos ante la nueva voz asu espalda. Dio media vuelta y se encontró con Matt. Sus ojos azulestenían una mirada dura.
Elena se mordió los labios para contener una sonrisa mientras Tyler y Dick se apartaban despacio, con resentimiento. El bueno de Matt, se dijo.Pero ahora el bueno de Matt entraba en el aula acompañando a Stefan, y ella se tenía que resignar con seguirlos, observando la parte posterior de dos camisetas. Cuando se sentaron, se deslizó en el pupitre situado detrás de Stefan, desde donde podía observarle sin que la viera. Su plan tendría que esperar hasta que finalizara la clase.
Matt hacía sonar monedas en su bolsillo, lo que significaba que queríadecir algo
.—Eh, oye —empezó por fin, incómodo—. Esos chicos, ya sabes...
Stefan rió. Fue un sonido amargo.
—¿Quién soy yo para juzgar?
Había más emoción en su voz de la que Elena había oído antes, incluso cuando había hablado al señor Tanner. Y aquella emoción era infelicidad total.
—De todos modos, ¿por qué tendría que ser bienvenido aquí? —finalizó,casi para sí mismo.—¿Por qué no deberías serlo? —Matt había estado mirando fijamente aStefan, y en ese momento su mandíbula se irguió con determinación—.Oye —dijo—, ayer hablaste sobre rugby. Bien, nuestro mejor receptorabierto se ha roto un ligamento, y necesitamos un sustituto. Las pruebasson esta tarde. ¿Qué te parece?
—¿Yo? —Stefan pareció verse cogido por sorpresa—. Ah... No sé sipodría.
—¿Sabes correr?
—¿Correr...?Stefan se medio giró hacia Matt, y Elena vio cómo un leve atisbo de sonrisa curvaba sus labios.—Sí.
—Eso es todo lo que un receptor abierto tiene que hacer. Yo soy el quarterback. Si puedes atrapar lo que yo tire y correr con ello, puedes jugar.
—Entiendo.
Lo cierto era que Stefan casi sonreía, y aunque la boca de Matt tenía una expresión seria, sus ojos azules estaban risueños. Sorprendida de símisma, Elena advirtió que estaba celosa. Había una cordialidad entre losdos muchachos que la excluía completamente.
Pero al siguiente instante, la sonrisa de Stefan desapareció y éste dijo en tono vago:—Gracias..., pero no. Tengo otros compromisos.
En ese momento, Bonnie y Caroline llegaron y empezó la clase.
Durante toda la lección de Tanner sobre Europa, Elena no dejó de repetirse:
«Hola, me llamo Elena Gilbert. Estoy en el comité de bienvenidadel último curso y me han designado para que te muestre el instituto.¿Seguramente no querrás ponerme en un aprieto, verdad, no dejando que haga mi trabajo?».
Eso último con ojos muy abiertos y melancólicos...,pero sólo si daba la impresión de que él intentara escabullirse. Eravirtualmente infalible. Seguro que no podía resistirse a una dama en apuros.
Cuando iban por la mitad de la clase, la chica sentada a su derecha lepasó una nota. Elena la abrió y reconoció la letra redonda e infantil deBonnie. Decía:«He mantenido a C. alejada todo el tiempo que pude. ¿Quéha sucedido? ¿Ha funcionado?»
.Elena alzó la vista y vio a Bonnie vuelta hacia atrás en su asiento de la primera fila. Elena señaló la nota y negó con la cabeza, articulando con los labios: «Después de clase».
Pareció que transcurría un siglo antes de que Tanner diera las últimas instrucciones sobre exposiciones orales y los despidiera. Entonces todo elmundo se levantó de golpe.
«Ahí vamos», pensó Elena, y con el corazón latiéndole con fuerza.
Se colocó directamente en el camino de Stefan,impidiéndole el paso por el pasillo de modo que no pudiera rodearla.
Justo igual que Dick y Tyler, se dijo, sintiendo un irresistible impulso de reír como una tonta. Alzó la mirada y se encontró con sus ojos justo a la altura de la boca del muchacho.
Su mente se quedó en blanco. ¿Qué era lo que se suponía que debía decir? Abrió la boca y de algún modo las palabras que había estadoensayando brotaron atropelladamente.
—Hola, soy Elena Gilbert, y estoy en el comité de bienvenida del últimocurso y me han designado para...
—Lo siento; no tengo tiempo.
Por un momento no pudo creer que él estuviera hablando, que no fueraa darle siquiera la oportunidad de terminar. Su boca siguió pronunciandoel discurso.
—... que te muestre el instituto...
—Lo siento. No puedo. Tengo que... tengo que ir a las pruebas de rugby.—Stefan volvió la cabeza hacia Matt, que se mantenía al margen conexpresión atónita—. Dijiste que eran justo después del instituto, ¿verdad?
—Sí —dijo éste lentamente—, pero...
—Entonces será mejor que me ponga en marcha. Tal vez podríasmostrarme el camino.
Matt miró a Elena con expresión de impotencia y luego se encogió de hombros
.—Bueno..., claro. Vamos.
Echó un vistazo atrás mientras se iban. Stefan, no.
Elena se encontró paseando la mirada por un círculo de observadores,incluida Caroline, que le dedicaba una clara sonrisita de suficiencia. La muchacha sintió un aturdimiento en todo el cuerpo y una sensación deahogo en la garganta. No podía soportar seguir allí ni un segundo más. Diola vuelta y abandonó el pasillo tan aprisa como pudo.
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𝔇𝔢𝔫𝔤𝔢𝔯ᴷᴬᵀᴱᴿᴵᴺᴱ ᴾᴵᴱᴿᶜᴱ
Vampire༒𝐘𝐨𝐮 𝐡𝐚𝐯𝐞 𝐚 𝐝𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫𝐨𝐮𝐬 𝐜𝐡𝐚𝐫𝐦...𝐭𝐡𝐞 𝐤𝐢𝐧𝐝 𝐭𝐡𝐚𝐭 𝐧𝐨𝐭 𝐞𝐯𝐞𝐧 𝐚 𝐝𝐨𝐬𝐞 𝐨𝐟 𝐠𝐨𝐨𝐝 𝐬𝐞𝐧𝐬𝐞 𝐜𝐚𝐧 𝐝𝐞𝐟𝐞𝐚𝐭༒ 𝒦𝒶𝓉𝑒𝓇𝒾𝓃𝑒 𝒫𝒾𝓇𝒸𝑒➳𝓣𝓱𝓮 𝓥𝓪𝓶𝓹𝓲𝓻𝓮 𝓓𝓲𝓪𝓻𝓲𝓮𝓼 ⓒMirlaaz08