Prólogo

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Cada cierto tiempo al cielo llegaba un ser inigualable que hacía enloquecer a las masas, a tal punto de causar guerras y caos por dónde caminara. Aquel ser, tenían la particularidad de que su propia sangre y fluidos, eran el néctar mas sabroso y deleitable, pero también una temible y brutal adicción. Incluso el más grande y sabio podía caer en un espiral de locura que pocos tenían la fuerza de sobrellevar. Con tan solo tomar unas pocas gotas de aquel elixir prohibido, tu mundo cambiaba. El último que había llegado con aquellas características, era un simple joven humano llamado Anthony. Tan hermoso y sublime que nadie se le podía comparar. Rubio, ojos azules y piel como la nieve, con tan solo una mirada te hacía trastabillar y dudar hasta de tu propio nombre.

¿Cómo podía existir alguien así? se preguntaban los mismos ángeles guardianes. Pero ellos sabían que no era correcto cuestionar las creaciones de su señor, ya que solo él sabía porque hacía las cosas. Su trabajo era resguardar aquellos seres, para no perturbar a los otros entes del cielo. Lo encerraban en una jaula, aislado y eso hacia desesperar a Anthony quien pasaba horas y horas en soledad absoluta. No podían arriesgarse a romper la delicada armonía en su alrededor, sin embargo ese tierno niño podría causar problemas en dónde estuviese. Sobre todo si caía en brazos equivocados, en brazos infernales sedientos de poder. Anthony había sido inocente al pensar que podría tener libertad en el paraíso. Pecó de ingenuo, de ignorante a la vez. No podía andar solo, no podía moverse con libertad. En poco tiempo, concluyo, tristemente, que su hermoso castillo, no era mas que su propio calabozo.

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En vida había vivido restringido por la familia y la religión impuesta. Siempre obedeciendo a alguien más, caminando en línea recta. Ahora que había muerto, quería gozar la nueva oportunidad que se le brindaba. Su elegante palacio, otorgado por los grandes, le era muy acogedor en un principio, lleno de lujos y placeres mundanos e inocentes. Se aventuró a recorrerlo y conocer mas almas con quien relacionarse. Desgraciadamente, esa idea, era tan solo una ilusión. Con tan solo alejarse unos pasos, no se tardaban mucho en ser llevado nuevamente a sus aposentos sin darle tiempo de protestar. Algo en su interior se alborotaba sin piedad. Algo le estaba consumiendo el raciocinio y sabía de qué se trataba. Los había sentido en vida, los volvía a sentir en muerte. 

Comenzaba a sentir impulsos, deseos que escandalizaban su alma y se acentuaban en aquella celda solitaria. Había querido a varias personas en su vida, aunque jamás realizó nada para materializar aquellas relaciones. Todos esos sentimientos subieron con él y se incrustaron en su corazón como una bomba de tiempo a punto de explotar. Quería amar libremente, dejarse llevar por esos impulsos, quería que sus deseos le envolvieran y hacerlos realidad. Pero en aquel lugar, no iba a poder lograr su objetivo.

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Paseaba por los campos floreados, con una cara de aburrimiento ¿Dónde se había ido toda la diversión? Solo se encontraban un par de ángeles y almas como él, pululando por el lugar, recogiendo flores y cantando de pura felicidad. Siempre habían guardias vigilándolos y siguiéndolos, no podía ni dormir solo y eso lo estaba asfixiando cuál cuerda alrededor del cuello y a nadie parecía importarle. Todos contentos, plenos y él dudando, afligido y a punto de llorar de la frustración.

El cielo es extremadamente cuidadoso. Nada podía salir ni entrar sin permiso. Dios vigilaba con mano dura y cualquiera que desobedeciera, le esperaba el peor de los castigos. No quería ser malagradecido ni esperar algo a cambio, pero no podía soportarlo mas, este no era el cuento de hadas que tanto añoro, no era su lugar especial, tenía que irse y solo contaba con algo que podía ayudarlo y es que sabía de su poderosa atracción hacia los demás. Su esencia, su sangre y fluidos eran el néctar más preciado del planeta y los podía ocupar a su favor.

Se decidió, debía salir de allí. Cualquier lugar sería mejor que aquel campo floreado ¿Pero como podría lograrlo? Intento trazar un plan y buscar varias alternativas. Se movía con discreción, actuando, tratando de no llamar la atención. Sabía que tendría solo una oportunidad y no quería desperdiciarla. El tiempo pasaba y con bastante paciencia y disimulo se atrevió a buscar una salida, una puerta que le llevará a la tierra o al infierno. Y finalmente después de una tormentosa y larga semana, la encontró. Lejos, escondida entre las espesuras, había una gran puerta de fierro con extraños símbolos pintados. Estaba custodiada, dos guardias posaban estoicos en el lugar, mirando con ojo de halcón a su alrededor. Por lo que no le sorprendió ver que no sería fácil, aun así debía actuar lo mas rápido posible, ya que su tiempo en solitario era limitado. Uso un señuelo para confundir a sus vigías. Un gracioso peluche de gran tamaño que pinto la frente con su sangre antes de cubrirlo con unas mantas. Lo dejo en su lugar y se escabullo sigilosamente, llevando una gran capa con capucha y una sencilla mascara de diamantes, eso los distraería el tiempo suficiente para cumplir con su plan.

Para su suerte, algunos mensajeros necesitaban pasar para recoger ciertos pedidos, por lo que la puerta se encontraba abierta, era su oportunidad. Sin esperar más, trató de acercarse con la intención de mezclarse, su pecho retumbaba pesadamente, sentía un gran nudo en la garganta ¿Y si lo atrapaban? ¿Qué destino le esperaba? Movió negativamente la cabeza. Debía ser optimista, debía sentirse seguro y lograrlo como diera lugar. Llegó frente a frente. Era una puerta imponente y debía admitir que un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Se armó de valor y dio un paso, saliendo de su escondite. Los guardias lo miraron embobados y lo dejaron pasar, no eran inmune a su poder. Un par de miradas y movimientos certeros de manos habían bastado para dejarlos adormilados y a libre disposición de aquella libertad que tanto le atraía. No importa donde fuera a parar, solo quería irse del cielo. Un lugar armonioso que no estaba destinado para él.

Pero en cuanto se atrevió a poner un pie en ella, la puerta comenzó a brillar, saliendo desde adentro un aire huracanado que arrastraba todo a su paso. Anthony no lo dudó más, cruzo con valentía el marco adentrándose en la inmensa oscuridad sin mirar atrás ni cuestionarse su decisión. Desde siempre había sido impulsivo ¿Por qué debía cambiar algo ahora? Una eterna oscuridad lo envolvió y lo dejo inconsciente. Ya no sentía nada, ya no podía ver nada ¿Qué destino le aguardaba?

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"Divina Obsesión"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora