¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
╰───╮𓆙╭───╯
Durante los días siguientes, Heather pasó bastante tiempo esquivando a Lockhart cada vez que lo veía acercarse por un corredor. Pero más difícil aún era evitar a Colin Creevey, que parecía saberse de memoria el horario de Heather. Nada le hacía tan feliz como preguntar «¿Va todo bien, Heather?» seis o siete veces al día, y oír «Hola, Colin» en respuesta, a pesar de que la voz de Heather en ocasiones sonaba irritada.
Merlin seguía enfadado con Heather a causa del desastroso viaje en coche, y la varita de Ron, que todavía no funcionaba correctamente, se superó a sí misma el viernes por la mañana al escaparse de la mano de Ron en la clase de Encantamientos y dispararse contra el profesor Flitwick y golpearle directamente entre los ojos, produciéndole un gran divieso verde y doloroso en el lugar del impacto.
Así que, entre unas cosas y otras, Heather se alegró muchísimo cuando llegó el fin de semana, porque Ron, Hermes, Hermione y ella habían planeado hacer una visita a Hagrid el sábado por la mañana.
La noche del viernes estaba en la sala comun con una libreta —que habia encontrado entre sus cosas— y varios libros extras que había comprado en el callejón Diagon a su alrededor. Para su fortuna, los libros abarcaban cierta rama de DCAO y aquello le ayudaba a no quedarse atrás por culpa de Lockhart.
Conforme tomaba notas la tinta de su pluma empezaba a dejar espacios en blanco debido a la falta que empezaba a tener. Al igual que el frasco de tinta, era el tercer frasco de la noche.
Llegada la madrugada cerró aquella libreta vieja y empezó a recoger sus cosas. Tomó los gruesos libros, los puso bajo su brazo izquierdo y con la mano derecha apunto al resto de sus cosas con su varita.
—Wingardium Leviosa —pronunció en dirección del resto de sus cosas. Automáticamente estos se elevaron.
Y emprendió camino a su habitación. Subió las escaleras de caracol y recorrió por las numerosas puertas de madera caoba hasta llegar a la que más llamaba la atención. Estaba pintada de colores que, a pesar de la poca iluminación, podían ser distinguidos a unos pocos metros de ahí. Tenía hongos de varios tamaños, pero de color rosa chillante y lunares morados, estaban acompañados de robots tocando instrumentos musicales encima de los anillos de saturno.
Se coloco la varita en la boca y tomó la perilla, dio vuelta y... nada. Heather suspiró aun con la varita en la boca. Habían puesto seguro a la puerta. Volvió a tomar su varita, apunto a la perilla y pronunció: