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𝗠𝗮𝗿𝗴𝗲

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Cuando Heather bajó a desayunar a la mañana siguiente, se encontró a los Dursley y a Charlus ya sentados a la mesa de la cocina. Veían la televisión en un aparato nuevo, un regalo que le habían hecho a Dudley al volver a casa después de terminar el curso, porque se había quejado a gritos del largo camino que tenía que recorrer desde el frigorífico a la tele de la sala.

Dudley se había pasado la mayor parte del verano en la cocina, con los ojos fijos en la pantalla y sus cinco papadas temblando mientras engullía sin parar.

Ese día se había despertado más tarde de lo usual y no habia salido a la hora de siempre.

Heather se sentó entre Dudley y Vernon. Lejos de desearle a Heather un feliz cumpleaños, ninguno dio muestra alguna de haberse percatado de que Heather acababa de entrar en la cocina, pero ella estaba demasiado acostumbrada para ofenderse.

Se sirvió una tostada y miró al presentador de televisión, que informaba sobre un recluso fugado. 

«Tenemos que advertir a los telespectadores de que Black va armado y es muy peligroso. Se ha puesto a disposición del público un teléfono con línea directa para que cualquiera que lo vea pueda denunciarlo.»

—No hace falta que nos digan que no es un buen tipo —resopló Vernon echando un vistazo al fugitivo por encima del periódico—. ¡Miren qué pinta, vago asqueroso! ¡Miren qué pelo!

Lanzó una mirada de asco hacia donde estaba Heather, cuyo cabello desordenado había sido motivo de muchos enfados de Vernon. Sin embargo, comparado con el hombre de la televisión, cuya cara demacrada aparecía circundada por una revuelta cabellera que le llegaba hasta los codos, Heather estaba muy arreglada.

Volvió a aparecer el presentador.

«El ministro de Agricultura y Pesca anunciará hoy...»

—¡Un momento! —ladró Vernon, mirando furioso a] presentador—. ¡No nos has dicho de dónde se ha escapado ese enfermo! ¿Qué podemos hacer? ¡Ese lunático podría estar acercándose ahora mismo por la calle! 

Petunia se dio la vuelta y escudriñó atentamente por la ventana de la cocina.

Heather sabía que a Petunia le habría encantado llamar a aquel teléfono directo. Era la mujer más entrometida del mundo, y pasaba la mayor parte del tiempo espiando a sus vecinos, que eran aburridísimos y muy respetuosos con las normas.

𝖧𝖾𝖺𝗍𝗁𝖾𝗋 𝖩𝗈𝗌𝖾𝗉𝗁𝗂𝗇𝖾 𝖯𝗈𝗍𝗍𝖾𝗋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora