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𝗘𝗹 𝘃𝗶𝗱𝗿𝗶𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲
𝗱𝗲𝘀𝘃𝗮𝗻𝗲𝗰𝗶𝗼́

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Habían pasado aproximadamente diez años desde el día en que los Dursley se despertaron y encontraron a sus sobrinos en la puerta de entrada, pero Privet Drive no había cambiado en absoluto.

El sol se elevaba en los mismos jardincitos, iluminaba el número 4 de latón sobre la puerta de los Dursley y avanzaba en su salón, que era casi exactamente el mismo que aquél donde el señor Dursley había oído las ominosas noticias sobre las lechuzas, una noche de hacía diez años. Sólo las fotos de la repisa de la chimenea eran testimonio del tiempo que había pasado diez años antes, había una gran cantidad de retratos de lo que parecía una gran pelota rosada con gorros de diferentes colores, pero Dudley Dursley ya no era un niño pequeño. También habia retratos de un joven de pelo cobrizo y de ojos verdes. La habitación no ofrecía señales de que allí viviera una niña.

Sin embargo, Heather Potter estaba todavía allí, durmiendo en aquel momento, aunque no por mucho tiempo. Su tía Petunia se había despertado y su voz chillona era el primer ruido del día.

—¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!

Se despertó con un sobresalto. Petunia llamó otra vez a la puerta.

—¡Arriba! —chilló de nuevo. Heather oyó sus pasos en dirección a la cocina, y después el roce de la sartén contra el fogón. Se dio la vuelta y trató de recordar el sueño que había tenido. Había sido emocionante. Había una moto que volaba. Tenía la curiosa sensación de que había soñado lo mismo anteriormente.

Petunia volvió a la puerta.

—¿Ya estás levantada? —quiso saber.

—No, por el momento me encuentro en el infierno, moleste después —respondió Heather.

—¿Qué has dicho? —gritó con ira desde el otro lado de la puerta.

Heather gimió.

—Nada, nada...

—Bueno, date prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a dejar que se queme. Quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de Duddy.

El cumpleaños de Dudley... ¿cómo había podido olvidarlo?

Se levantó lentamente y comenzó a buscar sus calcetines. Encontró un par debajo de la cama y, después de sacar una araña de uno, se los puso. Heather estaba acostumbrada a las arañas, porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de ellas, y allí era donde dormía.

𝖧𝖾𝖺𝗍𝗁𝖾𝗋 𝖩𝗈𝗌𝖾𝗉𝗁𝗂𝗇𝖾 𝖯𝗈𝗍𝗍𝖾𝗋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora