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𝗟𝗮 𝗮𝘃𝗮𝗻𝘇𝗮𝗱𝗶𝗹𝗹𝗮

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«Me han atacado unos dementores y es posible que me expulsen de Hogwarts. Quiero saber qué está pasando y cuándo voy a salir de aquí.»

Heather copió esas palabras en seis hojas de pergamino diferentes en cuanto llegó al escritorio de su oscura habitación.

Dirigió la primera a Remus, la segunda a Sirius, la tercera a Ron, la cuarta a Hermes, la quinta a Hermione y la sexta a Charlus, aunque la de este último no incluyo sus demandas.

Hedwig había salido a cazar junto a Merlín; su jaula estaba vacía sobre el escritorio.

Heather se puso a dar vueltas por su dormitorio, esperando que regresarán; notaba la cabeza a punto de estallar y tenía tantas cosas en que pensar que no creía que pudiera dormir, aunque le escocían los ojos de cansancio. También le dolía la espalda de llevar a rastras a Dudley hasta la casa, y los dos chichones que tenía en la cabeza (el que se había hecho al chocar contra la ventana y el del puñetazo que le había pegado su primo) le producían un punzante dolor.

No paraba de dar vueltas por el cuarto, consumida de ira y frustración, rechinando los dientes y con los puños apretados; y cada vez que pasaba por delante de la ventana, lanzaba enfurecidas miradas al cielo salpicado de estrellas.

Alguien había enviado a los dementores para que la capturaran, la señora Figg y Mundungus Fletcher la seguían en secreto, había sido expulsada de Hogwarts, estaba pendiente
una vista en el Ministerio de Magia… Y pese a todo nadie le decía qué estaba ocurriendo.

¿Y qué demonios significaba aquel vociferador? ¿De quién era aquella voz tan horrible y amenazadora que había resonado en la cocina? ¿Por qué continuaba atrapada allí sin información? ¿Por qué todos la trataban como si fuera una mocosa traviesa e ignorante? «No hagas más magia, quédate en casa…»

Al pasar por delante del baúl del colegio le pegó una patada, pero en lugar de aliviar con ello la rabia que sentía, se encontró aún peor porque ahora tenía que sumar el fuerte dolor del dedo gordo del pie al del resto del cuerpo.

Justo cuando pasaba cojeando por delante de la ventana, Hedwig entró volando con un débil batir de alas, como un pequeño fantasma. En su espalda estaba Merlín, sosteniendo entre sus pequeños brazos un ratón.

𝖧𝖾𝖺𝗍𝗁𝖾𝗋 𝖩𝗈𝗌𝖾𝗉𝗁𝗂𝗇𝖾 𝖯𝗈𝗍𝗍𝖾𝗋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora