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𝗥𝗲𝘁𝗼𝗿𝗻𝗼 𝗮 𝗹𝗮 𝗺𝗮𝗱𝗿𝗶𝗴𝘂𝗲𝗿𝗮

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A las doce del día siguiente, el baúl y la mochila de Heather ya estaban arreglados: la capa invisible, su escoba, el mapa del merodeador, su pocion para la alergia, su diario y Merlín iban en su mochila mientras que en su baúl todo lo demás.

Había vaciado todo comestible el espacio oculto debajo de la tabla suelta de su habitación y repasado dos veces hasta el último rincón del dormitorio para no dejar olvidados ningún boligrafo ni ningún libro, y había despegado de la pared el calendario en que marcaba los días que faltaban para el 1 de Septiembre.

El ambiente en el número 4 de Privet Drive estaba muy tenso.

La inminente llegada a la casa de un grupo de brujos ponía nerviosos e irritables a los Dursley.

Vernon se asustó mucho cuando Heather le informó de que los Weasley llegarían al día siguiente a las cinco en punto.

—Espero que le hayas dicho a esa gente que se vista adecuadamente —gruñó de inmediato—. He visto cómo van. Deberían tener la decencia de ponerse ropa normal.

Heather tuvo un presentimiento. Muy raramente había visto a los padres de Ron vistiendo algo que los Dursley pudieran calificar de «normal». Los hijos a veces se ponían ropa muggle durante las vacaciones, pero los padres llevaban generalmente túnicas largas en diversos estados de deterioro.

A Heather no le inquietaba lo que pensaran los vecinos, pero sí lo desagradables que podían resultar los Dursley con los Weasley si aparecían con el aspecto que aquéllos reprobaban en los brujos.

Vernon se había puesto su mejor traje. Alguien podría interpretarlo como un gesto de bienvenida, pero Heather sabía que lo había hecho para impresionar e intimidar.

Dudley, por otro lado, parecía algo disminuido, lo cual no se debía a que su dieta estuviera por fin dando resultado, sino al pánico. La última vez que Dudley se había encontrado con un mago adulto salió ganando una cola de cerdo que le sobresalía de los pantalones, y sus padres tuvieron que llevarlo a un hospital privado de Londres para que se la extirparan. Por eso no era sorprendente que Dudley se pasara todo el tiempo restregándose la mano nerviosamente por la rabadilla y caminando de una habitación a otra como los cangrejos, con la idea de no presentar al enemigo el mismo objetivo.

𝖧𝖾𝖺𝗍𝗁𝖾𝗋 𝖩𝗈𝗌𝖾𝗉𝗁𝗂𝗇𝖾 𝖯𝗈𝗍𝗍𝖾𝗋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora