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𝗦𝗼𝗿𝘁𝗶𝗹𝗲𝗴𝗶𝗼𝘀 𝗪𝗲𝗮𝘀𝗹𝗲𝘆

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Heather dio vueltas cada vez más rápido con los codos pegados al cuerpo. Borrosas chimeneas pasaban ante ella a la velocidad del rayo, hasta que se sintió mareada y cerró los ojos.

Cuando por fin le pareció que su velocidad aminoraba, estiró los brazos para evitar darse de bruces contra el suelo de la cocina de los Weasley al salir de la chimenea. Pero aquello no fue necesario.

Un par de brazos firmes la sostuvieron por los hombros en cuanto Heather empezó a inclinarse contra el suelo.

—¿Estás bien? —le preguntó George. Heather se aferro brevemente a los antebrazos de este, para estabilizarse.

—Sí, gracias.

—¿Se lo comió? —preguntó Fred ansioso mientras George intentaba quitar los rastros de ceniza que Heather tenía en su rostro.

—Sí —respondió Heather, sacando su pañuelo del bolsillo. George no tardo en tomarlo.— ¿Qué era?

—Caramelo longuilinguo —explicó Fred, muy contento—. Los hemos inventado George y yo, y nos hemos pasado el verano buscando a alguien en quien probarlos...

Todos prorrumpieron en carcajadas en la pequeña cocina; Heather miró a su alrededor, y vio que Ron estaba sentado en una mesa de madera desgastada de tanto restregarla, con dos pelirrojos a los que Heather no había visto nunca, aunque no tardó en suponer quiénes serían: Bill y Charlie, los dos hermanos mayores Weasley.

—¿Qué tal te va, Heather? —preguntó el más cercano a ella, dirigiéndole una hermosa sonrisa y tendiéndole una mano grande que Heather estrechó.

Estaba llena de callos y ampollas. Aquél tenía que ser Charlie, que trabajaba en Rumania con dragones. Su constitución era igual a la de los gemelos, y diferente de la de Percy y Ron, que eran más altos y delgados. Tenía una cara ancha de expresión bonachóna, con la piel curtida por el clima de Rumania y tan llena de pecas que parecía bronceada; los brazos eran musculosos, y en uno de ellos se veía una quemadura grande y brillante.

—Bien, ahora, ¿dónde dejo mis maletas? Quiero ser el nuevo huésped de tu corazón —farfulló Heather. Charlie soltó una risa mientras escuchaban el reclamo de Ron.

𝖧𝖾𝖺𝗍𝗁𝖾𝗋 𝖩𝗈𝗌𝖾𝗉𝗁𝗂𝗇𝖾 𝖯𝗈𝗍𝗍𝖾𝗋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora