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𝗣𝗿𝗶𝗼𝗿𝗶 𝗜𝗻𝗰𝗮𝗻𝘁𝗮𝘁𝗲𝗺

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Colagusano se acercó a Heather, que intentó sacudirse su aturdimiento y apoyar en los pies el peso del cuerpo antes de que le desataran las cuerdas.

Colagusano levantó su nueva mano plateada, le sacó la bola de tela de la boca, y luego, de un solo golpe, cortó todas las ataduras que sujetaban a Heather a la lápida.

Durante una fracción de segundo, Heather podría haber pensado en huir, pero la pierna herida le temblaba, y los mortífagos cerraban filas, tapando los huecos de los que faltaban y formando un cerco más apretado en torno a Voldemort y ella.

Colagusano se dirigió hacia el lugar en que yacía el cuerpo de Cedric, y regresó con la varita de Heather, que le puso con brusquedad en la mano, sin mirarla, para volver luego a ocupar su sitio en el círculo de mortífagos.

—¿Te han dado clases de duelo, Heather Potter? —preguntó Voldemort con voz melosa. Sus rojos ojos brillaban a través de la oscuridad.

Aquellas palabras le hicieron recordar a Heather, como si se tratara de una vida anterior, el club de duelo en Hogwarts dos años antes... Todo cuanto había aprendido en él era el encantamiento de desarme, Expelliarmus. ¿Y qué utilidad podría tener quitarle la varita a Voldemort, si es que conseguía hacerlo, cuando estaba rodeada de mortífagos y serían por lo menos treinta contra uno? Nunca había aprendido nada que fuera adecuado para aquel momento.

Sabía que se iba a enfrentar a aquello contra lo que siempre los había prevenido Moody: la maldición Avada Kedavra, que no se podía interceptar. Y Voldemort tenía razón: aquella vez Lily no se encontraba allí para morir por ella. Estaba completamente desprotegida...

—Saludémonos con una inclinación, Heather —indicó Voldemort, agachándose un poco, pero sin dejar de presentar a Heather su cara de serpiente—. Vamos, hay que comportarse como caballeros... A Dumbledore le gustaría que hicieras gala de tus buenos modales. Inclínate ante la muerte, Heather.

Los mortífagos volvieron a reírse. La boca sin labios de Voldemort se contorsionó en una sonrisa.

Heather no se inclinó. No iba a permitir que Voldemort se burlara de ella... no podía darle esa satisfacción...

—He dicho que te inclines —repitió Voldemort, alzando la varita.

Heather sintió que su columna vertebral se curvaba como empujada firmemente por una mano enorme e invisible, y los mortífagos rieron más que antes.

𝖧𝖾𝖺𝗍𝗁𝖾𝗋 𝖩𝗈𝗌𝖾𝗉𝗁𝗂𝗇𝖾 𝖯𝗈𝗍𝗍𝖾𝗋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora