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𝗘𝗹 𝘁𝗿𝗮𝘀𝗹𝗮𝗱𝗼𝗿

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Cuando, en la habitación de Ron, la señora Weasley la zarandeó para despertarla, a Heather le pareció que acababa de acostarse.

—Es la hora de irse, Heathy, cielo —le susurró—. George, suelta a Heather para que se levante; pobre niña, no es un oso de peluche —musitó para ir a despertar a Ron.

Heather buscó las gafas con la mano, se las puso y se quedó aún acostada en la cama, siendo abrazada por George, que se había colado a su lado.

Una de sus piernas estaba encima de ella, la abrazaba con ambos brazos por la cintura y su cabeza descansaba en el brazo de Heather, quien acariciaba inconscientemente su cabello.

Fuera todavía estaba oscuro. Ron decía algo incomprensible mientras su madre lo levantaba. A los pies del colchón vio dos formas y despeinadas que surgían de sendos líos de mantas.

—¿Ya es la hora? —preguntó Fred, más dormido que despierto.

—Cinco minutos más —pidió Hermes.

Cuando George libero a Heather, lo que tardo varios minutos, está salió para que los chicos se vistieran, después ella entró a vestirse.

Luego, bostezando y desperezándose, los cinco bajaron la escalera camino de la cocina.

La señora Weasley removía el contenido de una olla puesta sobre el fuego, y el señor Weasley, sentado a la mesa, comprobaba un manojo de grandes entradas de pergamino. Levantó la vista cuando entraron y extendió los brazos para que pudieran verle mejor la ropa.

Llevaba lo que parecía un jersey de golf y unos vaqueros viejos que le venían algo grandes y que sujetaba a la cintura con un grueso cinturón de cuero.

—¿Qué les parece? —pregunto—. Se supone que vamos de incógnito... ¿Parezco un muggle, Heathy?

—Sí —respondió Heather, sonriendo—. Está muy bien —opinó recargandose en una pared cercana.

—¿Dónde están Bill y Charlie y Pe... Pe... Percy? —preguntó George, sin lograr reprimir un descomunal bostezo. Heather no pudo evitar mirar el pantalón del pelirrojo mientras este se acercaba a la mesa.

𝖧𝖾𝖺𝗍𝗁𝖾𝗋 𝖩𝗈𝗌𝖾𝗉𝗁𝗂𝗇𝖾 𝖯𝗈𝗍𝗍𝖾𝗋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora