A veces arrancamos una parte de nosotros, la escondemos bajo llave para que nadie la vea, para evitar que nos lastimen.
Pero, ¿Qué pasa cuándo uno se enamora?
¿Qué pasa cuando crees conocer a una persona, y te desilusiona?
¿Volverías a confiar en e...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Rayan.
Entro a la habitación cerrando con seguro la puerta, en la cama descansa mi princesa, su cabello negro está regado por toda la almohada y siento un poco de lastima al haberla dejado en este estado, ella tenía la culpa por hacer sus rabietas.
Tomo uno de sus mechones apartartandolo de su cara, ese mismo rostro angelical que tenía desde que la conocí, aún recuerdo la primera vez que la vi en aquel lugar de mala muerte, desde ese momento yo supe que ella iba a ser mía, solo para mí siempre consigo lo que quiero. Por las buenas o por las malas pero lo consigo y ella estaba tan pequeña, me excitaba la idea de que fuera menor de edad aún.
Acaricio sus labios con uno de mis dedos sintiendo la suavidad de ellos, su respiración es lenta y calmada, se ve tan tranquila y ahora recuerdo porque es que tanto me encanta, me siento en la cama a lado de ella y deslizo mis dedos por sus senos, parece sentir mi tacto porque se despierta asustada. Tapo su boca con una de mis manos y sus ojos conectan con los míos por un momento intenta golpearme pero la miro haciéndola entender que no.
— Shhh... Te voy a soltar pero no grites— asiente con la cabeza y puedo sentir como sus labios tiemblan.
Quito mi mano lentamente y aprecio como se sienta en la cama, cubriendo su cuerpo con las sábanas «como si no hubiera visto su cuerpo ya, puta»
— No dije nada— susurra con la voz quebrada. Lo sé princesa, siempre tan obediente ante mí.
— No te vengo a golpear, solo quiero hablar contigo— me acomodo mejor en la cama — me preocupas— digo viéndola con lastima.
Mentiría si digo que no amo cuando me ve así, con ese miedo en sus ojos, que la hace ver tan sexy cuando sus ojos están llorosos, no le sirve de nada hacerse la valiente porque de un paliza puedo tenerla a mis pies, literalmente.
Aún mantengo la esperanza de que vuelva conmigo, mientras tanto me toca moldearla y corregirla, sus actitudes de puta barata conmigo no van.
— Estoy bien— susurra en lo bajo para que no, nos escuchen los maricones que están en la otra habitación.
— ¿Te lastimaste al caer?— pregunto jalando su brazo pero niega.
El hijo de perra que la persigue logro tomarla en brazos antes de que tocará el piso, pude verlo apenas salía del puto cabaret y tengo que hacer algo para que está perra no caiga en las manos de ese imbécil.
— Ya te dije, estoy bien— baja la miranda, cuando una lágrima se desliza por su mejia.
— Princesa— le susurro — cuando te conocí eras apenas una niña aún— sonrió recordando aquel día.
La primera vez que la ví fue cuando iba con mi papá al club, yo apenas tenía 20 años y estaba celebrando. Ella era mesera sirviendo tragos en el bar y me encantó lo corto de la falda que ocupaba, Carlo la cuidaba para que nadie la tocará pero a veces ni eso le servía porque era carne fresca y todos morían por al menos meterle la mano a Annya. Su rostro siempre tuvo esa inocencia, su cuerpo no era muy voluptuoso pero tenía las proporciones perfectas para fantasear con ella, recuerdo las apuestas que varios hacían para llevarla a la cama, ella siempre fue así de salvaje para defenderse hasta de los depravados, hasta que un día el inútil de mi padre se la saco de los pantalones y cuando vio que la chica que se acercaba la tomo con fuerza sentadola sobre él.