Capítulo. 30

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Deflagración

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Deflagración.

Annya.

Paso mis manos por mi rostro con un suspiro cargado de pesadez, Eric y Drake son los únicos que no me han reprochado nada. Los demás se han lanzado contra mí como políticos, solo por el hecho de que me defendí; aunque quisiera explicarles, he decidido guardar silencio y les he instado a que hablen y defiendan a Keyla. En cualquier situación en la que esté involucrada, siempre termino siendo la “loca” por salir en mi defensa, ahora mismo, eso es lo que menos me preocupa; lo único que deseo es calmar mi hambre y satisfacer mi antojo con una rica hamburguesa.

Ya ha sido un día suficientemente agotador y ahora solo quiero pensar en nada más que en mí misma, al menos por el momento.

Paso mis dedos temblorosos sobre el cigarrillo, sintiendo el frío roce del papel entre mis manos. He perdido la cuenta de cuántos de estos he encendido en este rato; cada bocanada de humo parece llevarse consigo un poco de la ansiedad que me asfixia. Aunque el tormento de la ansiedad se desvanece lentamente, la pesada carga de sentirme estúpida por Carlo, sigue en mi pecho como un nudo apretado.

El espacio está impregnado de humo, mezclado con la sangre seca que aún adorna el suelo debido al incidente, mi frustración permanece intacta, la maldita de Keyla yace inconsciente o eso fue lo me dijeron. Habría deseado que no despertara, anhelando la tranquilidad que solo podría encontrar si ella ya no estorbara, pero como repetía mi abuela “hierba mala nunca muere”.

Cierro los ojos, dejando que el humo nuble mis pensamientos y los ahogue.

Es hora de irme, me pongo mi chamarra, sintiendo el peso reconfortante de la tela sobre mis hombros. Al salir al pasillo, la pesadez del lugar me abraza, envolviéndome en un silencio denso atrayendo miradas sin ser capaces de hablarme. Cada paso que doy parece resonar como un eco ante el lugar.

Al abrir la puerta trasera, el frío nocturno me abraza de inmediato, calando mis huesos. El único sonido que me acompaña es el roer constante de los roedores en el contenedor de basura cercano al cual ya estoy acostumbrada. Ni siquiera me molesté en revisar la hora; solo quería huir hacia la comodidad de mi departamento.

Meto la mano en mi bolso, avanzando por el callejón en dirección a la calle principal. Mis dedos buscan entre los objetos en mi bolsa, apartando las gafas para encontrar lo que necesito. La luz pálida de la pantalla ilumina mi rostro mientras busco la hora, rompiendo momentáneamente la oscuridad que me rodea y sí, es de casi las tres de la mañana.

Una sombra familiar me hace dar un paso atrás y mi mano instintivamente guarda el celular en el bolso mientras busco algo más en su interior, con la adrenalina recorriendo mi cuerpo.

— ¡Estuviste fumando! —afirma Rayan, clavando sus ojos intensos en los míos.

— N-no, claro que no —balbuceo, sintiendo como mi voz tiembla en respuesta.

𝗭𝗮𝗻𝗻𝘆𝗮 [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora