A veces arrancamos una parte de nosotros, la escondemos bajo llave para que nadie la vea, para evitar que nos lastimen.
Pero, ¿Qué pasa cuándo uno se enamora?
¿Qué pasa cuando crees conocer a una persona, y te desilusiona?
¿Volverías a confiar en e...
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Siluetas Transitorias.
Annya.
— Corre— susurra una voz siniestra cerca de mi oído, un eco tenebroso que reverbera en la oscuridad que me envuelve. Las palabras resuenan como un presagio, y aunque intento huir, la negrura impide cualquier visión clara.
Voces advierten de peligros indescriptibles, creando una sinfonía inquietante que me envuelve en un espiral de desconcierto. El mundo me da vueltas, una danza caótica de sombras y sonidos que me sumerge en un abismo de incertidumbre.
Avanzo con pasos cautelosos en la penumbra, el silencio roto solo por el susurro lejano de esas voces ominosas. La oscuridad parece devorar cada atisbo de luz, dejándome perdida en un escenario desolado y misterioso. El corazón late con inquietud mientras el velo de la pesadilla se ciñe más fuerte a mi ser.
Una presión en mi pecho me atormenta, cada paso es una punzada de dolor intensa, como si mi propio cuerpo estuviera conspirando en mi contra. Siento una quemazón interna que amenaza con consumirme con cada paso que doy.
Tropezando en la oscuridad, caigo al suelo con un golpe sordo. Mis manos buscan apoyo y encuentran algo húmedo y caliente, un líquido viscoso que se desliza entre mis dedos. La luz repentinamente se enciende, revelando una escena macabra: el cuerpo desfallecido de Drake yace frente a mí, un espectáculo de horror que hiela mi sangre.
El corazón late desbocado, el dolor en mi pecho alcanza su punto máximo, y el manto de la pesadilla se cierra con crueldad a mi alrededor. En medio de la penumbra, la imagen de mi amigo inerte intensifica el tormento, sumiendo mi mente en una espiral de miedo y confusión.
Al voltear, me encuentro con un paisaje de pesadilla: cuerpos esparcidos, sangre que pinta el suelo, cabezas y armas y una risa macabra que resuena en el aire, enviando escalofríos por mi espina dorsal. Caigo de rodillas, convaleciente, sintiendo cómo mis entrañas arden en agonía. Rompo en llanto al reconocer a cada uno de ellos, sus rostros distorsionados por la tragedia. Son mi familia, y la impotencia se apodera de mí mientras la realidad se deshace en un torbellino de horror. No pude hacer nada para protegerlos, y el peso de esa culpa se une al dolor que me consume, dejándome arrodillada en medio de la desolación y el lamento.
— La muerte alcanzará a justos y buenos, no habrá piedad, sangre de inocentes será derramada— resuena la misma voz ominosa en el aire, sembrando un aura de terror en el lugar. Me levanto corriendo, sin un destino fijo, mis pasos apresurados buscan escape de la macabra profecía.
Los rostros que se cruzan en mi camino son sombras distorsionadas, figuras que alimentan mi desesperación. Corro sin rumbo, sintiendo que cada esquina del oscuro laberinto guarda secretos aterradores. La incertidumbre me envuelve como un manto, mientras la amenaza de la muerte persiste en cada latido de mi corazón.
— ¡Carlo!— exclamo mientras sostengo su rostro entre mis brazos, su mirada fija en el vacío, ojos abiertos y testigos mudos de la tragedia. El cuerpo yace perforado por balas, una escena que corta como un cuchillo afilado a través de mi alma, esto es un horror indescriptible que se desenvuelve a mi alrededor.