A veces arrancamos una parte de nosotros, la escondemos bajo llave para que nadie la vea, para evitar que nos lastimen.
Pero, ¿Qué pasa cuándo uno se enamora?
¿Qué pasa cuando crees conocer a una persona, y te desilusiona?
¿Volverías a confiar en e...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Vive o Muere
Annya.
Bailo al ritmo de las notas que me exigen, cada movimiento de mis caderas es un esfuerzo por ocultar las punzadas que recorren mi cuerpo. Con delicadeza, mi mano izquierda asciende lentamente desde mi muslo hasta mi rostro, tratando de contener las lágrimas que amenazan con escapar, Rayan no cesa de escudriñarme con la mirada, sus ojos son un peso adicional sobre mis hombros mientras intento mantener la compostura, entierro los dedos en la raíz de mi cabello tirando con fuerza para provocándome otro dolor que me distraiga.
En medio del público hay un grupo de mujeres que gritan coreando mi nombre con fervor, mientras otros, con miradas cargadas de deseo, me devoran con la vista desde la penumbra. Sé que debo mantener la ilusión y el encanto, pero cada mirada pesa sobre mí recordándome las expectativas que debo cumplir, no importa el clamor de la multitud, siempre me siento sola en el escenario y justo hoy todo se siente tan irreal.
Canto con voz entrecortada, luchando por ahogar los gemidos de dolor que amenazan con escapar de mi garganta, el trago que tomé hace un momento me retuerce las entrañas nublando mi mente. No puedo soportar mirar a mis amigos ni a Carlo, el único consuelo que busco desesperadamente entre el público es la presencia del rubio, pero sé que no vendrá.
Me desplazo de un lado a otro del escenario, las últimas estrofas que salen de mis labios son como cuchillas afiladas que se clavan en lo más profundo de mi ser, cortando cualquier atisbo de alegría que aún pudiera quedar en mí. Cuando termino de cantar, escapo del escenario con la misma rapidez con la que una presa huye de su depredador.
Sonrío con una sensualidad fingida mientras me refugio tras las cortinas, pero en el momento en que estoy a salvo de las miradas ajenas, mi semblante se desploma, mi rostro cae al suelo reflejando mi estado de ánimo en picada. Con una mano sobre mi vientre, intento recuperar el aliento, pero cada respiración parece un esfuerzo titánico en medio de la opresión que siento en el pecho.
— Ann— Carlo pronuncia mi nombre con preocupación mientras levanto la cabeza, forzando una sonrisa en mi rostro fatigado. — ¿te encuentras bien?— no quiero que se acerque, ni él ni nadie.
La ropa ajustada que llevo puesta parece ceñirse aún más a mi piel, haciéndome sentir expuesta y vulnerable ante su mirada que parecen atravesarme. Cada centímetro de tela se convierte en una barrera insuficiente para cubrir la vergüenza que cargo sobre mis hombros, una vergüenza que pesa más que el tejido que intenta ocultarla. Me siento apenada y desnuda, a pesar de estar envuelta en capas de tela, como si nada pudiera protegerme y es extraño porque he estado en poca ropa y nunca me había sentido así.
— Sí, estoy genial— respondo con un tono forzado, apartándome involuntariamente de Carlo, deseando evitar cualquier conversación adicional.
Me aparto, buscando espacio para respirar, para estar sola con mis pensamientos tumultuosos y mis emociones desbordadas.