A veces arrancamos una parte de nosotros, la escondemos bajo llave para que nadie la vea, para evitar que nos lastimen.
Pero, ¿Qué pasa cuándo uno se enamora?
¿Qué pasa cuando crees conocer a una persona, y te desilusiona?
¿Volverías a confiar en e...
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Quimérica penumbra.
Alessandro Valachi.
— Ella solo es bonita, debo admitirlo; sin embargo, no me gusta— me reclino en el asiento esperando respuesta.
Sumiéndome en pensamientos afligidos mientras mi padre lleva a cabo tratos con los Franceses en la misma sala.
— ¿Me lo dices a mí o tratas de convencerte a ti mismo?— Santino me clava la mirada.
La espalda me duele de tanta tensión al que me somete mi padre, la mercancía no ha estado llegando completa y el investigar lo que pasa con lo que desaparece me pone de mal humor.
— Ella es el ejemplo claro de que el bueno siempre es bueno sin importar qué; así le maten en frente a alguien, ella no es mala y en el fondo todos lo saben, por eso todos pasan por sus narices— suelto el humo aflojando un poco la corbata que comienza a apretar lo suficiente.
— No estaría tan seguro— enfoca su vista a mi padre.
Contengo mis ganas de reír porque esa es otra historia.
— Bueno, en su sangre corría lo desgraciado del abuelo— contesto — bien sabes que una vez que naces siendo hijo de un mafioso estás condenado a esta vida y no es opcional.
Debes crecer viendo la manera de forjar alianzas y conspirar para cumplir las expectativas de la familia a la que pertenezcas.
— Los legados deben continuar, Alessandro.
— Nunca me he quejado, yo nací para esto y estoy dispuesto— observo la pintura que cuelga de la pared, donde yacen flores y sus tesoros — de mí depende que esta organización, se vuelva la más fuerte, por algo estoy en la cabecilla.
Debo admitir que una parte de mí no se siente culpable de matar a mi madre, tal vez fue un accidente o tal vez no.
Eso nadie lo sabe.
Y jamás se sabrá.
— Traicionado a tu propio padre, no creo que realmente lo seas— Santino guarda los secretos de mi padre, no he llegado a su precio aún.
Pero todos tenemos un precio y cueste el tiempo que me cuesta lo averiguaré.
— No es mi culpa, si me dirigió hasta su mercancía, la organización necesita una moneda de cambio y yo tengo todo a mi disposición, pero le estoy dando el año— me niega con la cara — es más que suficiente para todos y lo sabes.