La hermana de Liam Payne

veintidos

Bajaron y él la tomó de la mano, entrelazando sus dedos mientras ella refregaba sus ojos con la otra mano, intentando auyentar el sueño. Besó su frente y le sonrió.
Condujeron hasta una enorme mansión y todos volvieron a juntarse.
-No te apartes de mí, por nada en el mundo. Si me piden que me aparte, quedate con tu hermano.- dijo él serio antes de besarla y abrazarla con fuerza.
Ella no se atrevió a preguntarle qué era lo que tanto le asustaba de ese lugar.
Entraron en la casa y fueron recibidos por un hombre gordo de cabello oscuro y lentes de sol, no se veía muy amistoso.
-Harold.- exclamó feliz abrazando a Harry, quien no soltaba la mano de Elizabeth.- No te esperaba por acá.
-Necesitamos quedarnos.- dijo serio.
-No hay problema, hijo. Pero me gustaría saber con quiénes estoy tratando.
-Con mis amigos. No necesitas tanta información.
-Veo que hay alguien de interes para mi trabajo.- dijo el hombre y Elizabeth se estremeció a la vez que Harry la pegaba aun mas a su lado.
-Nadie de aca va a trabajar para vos.
-Tranquilo, Harold. Dije que había alguien de interes, no que voy a sumarlo a los míos, aunque sabes que siempre hay lugar para vos. No meto personas inexpertas o que no están a la altura.
-Vamos a quedarnos en la tres.- dijo Harry dando el tema por terminado.
-Está ocupada.
-Bueno, desocupala.
Dicho esto se marchó, dejando al hombre con una sonrisa satisfactoria en el rostro.
Una vez en la puerta de la casa, se encontraron a un hombre desalojándola.
-Volvio Styles.- dijo entre dientes pero Harry lo ignoró y todos estraron en el lugar.
-Necesito unos minutos a solas.- dijo Harry soltando la mano de su novia y subiendo las escaleras. Ella permaneció inmóvil hasta que fue rodeada por los brazos de su hermano y subió, ella también, las escaleras.
-¿Está todo bien?- preguntó Liam y su hermanita asintió. Se refugió en sus brazos unos minutos y buscó una habitación para hacerla suya. Los chicos ya estaban todos tirados en sus camas, muy cansados. Caminó hasta el final del pasillo y se dejó caer en la cama libre mientras sentía el peso de los cuchillos en su ropa y de algunos vendajes en su piel.