La hermana de Liam Payne

veinte

Elizabeth ya estaba en una habitación en el hospital. Las heridas habían sido bastante superficiales pero habían sangrado mucho y, sumadas, la habían debilitado. Al despertar, podría marcharse.
Tenía sanadas y cubiertas las heridas de los brazos y el cuello mientras el corte en su mejilla, bajo el ojo, estaba descubierto, al igual que el de su frente. Harry no podía apartar la mirada de ella.
Elizabeth abrió sus ojos pesadamente y soltó un suspiro al notar en dónde se encontraba.
Un sollozo la hiso despegar su vista de las paredes blancas. Se puso de pie y abrazó a su hermano que estaba en cunclillas soltando sollozos. Harry la seguía con la mirada.
-Tranquilo.- susurró. -Liam, no llores por favor.
Las lágrimas se acumularon en los ojos de ella. Su hermano la abrazó con fuerza y ella quedó sentada en el piso, abrazada a él. Eran contadas las veces que había visto a su hermano llorar, odiaba hacerlo.
Cuando él se tranquilizó, siguió abrazándola con fuerza, la llevó hasta la cama y la sentó ahí, repasando cada centímetro de su rostro, cada pequeño gesto, cada herida.
-¿Por qué querría alguien matarte?- susurró con la voz quebrada.- ¿Por qué maldita razón querría alguien hacerte daño?
-Todo va a solucionarse. -susurró ella acariciándole el rostro, delicadamente.
-Vamos a irnos a Estados Unidos.- dijo Niall y se acercó a ella, acariciándole el brazo.- Vamos a alejarnos de todo esto.
Ella asintió en silencio. Harry pidió unos minutos para estar con ella, por medio de un gesto. Niall y Liam salieron de la habitación y ella miró a su novio.
-Voy a preguntartelo una sola vez,- dijo él serio. -y necesito que seas sincera conmigo. ¿Es seguro para vos en Estados Unidos?
Ella miró sus manos y negó. Harry suspiró y la abrazó con fuerza. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos y un quejido se escapó de sus labios.
-Perdon, no quise...- empezó él apartándose, pero ella le cortó.
-Sólo.. arde- señaló su mejilla.
-Cuando Niall me dijo que no era suya la sangre...- susurró él. -Estabas sangrando tanto.
Ella le secó las lágrimas rebeldes que no había logrado contener y le sonrio.
-Estoy bien, Harry.- susurró. -Estamos bien.
-¿Te acordas ese miedo que sentías cada vez que salíamos?- ella asintió. -Ahora lo entiendo. Sólo que no tenes que salir para eso, porque ellos pueden aparecer en cualquier momento, en cualquier lugar.