treinta y dos

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Zayn entró en el cementerio decidido, firme, confiado en que no la encontraría allí. Mientras avanzaba revisando cada una de las lápidas del lugar, comenzaba a ponerse mas nervioso sin saber muy bien por qué. Nombres que le resultaban desconocidos aparecían, uno tras otro. Sus manos comenzaban a temblar, no estaba seguro de estar listo para encontrar el nombre de la chica a la cual había conicido en las calles de Londres una tarde, en una lápida.
Recordaba cómo se había molestado al sentir el café sobre su campera favorita. Aún sentía ese imán que lo mantenía prendido a sus ojos, esa imagen de la chica desorientada pidiendo disculpas seguía en su mente.
Su paso se volvía mas lento tras cada segundo que pasaba. En ese enorme lugar había miles de tumbas pero él las revisaría una por una con tal de demostrar que ni el nombre de Elizabeth ni el de Harry estaban ahí.
Se detuvo en seco al ver dos lápidas, parecían nuevas y lo eran. Cayó de rodillas al leer los nombres y las lágrimas se acumularon en sus ojos. Se sentía derrotado, no soportaba ver esas letras marcando una tumba.
Aqui descanza Elizabeth Payne.
Era más de lo que se creía capaz de soportar. Llorando, desconsolado, pasó todo el día allí, buscando algún error en esa oscura realidad en la que se encontraba sumido.

...

En un bar, ahogaba sus penas encontrandose viéndola en cada rincón. Y su corazón se rompía un poco más tras cada trago pero a él eso no le importaba, lo único que le importaba estaba, ahora, bajo tierra.
Una que otra chica se le acercó pero él no podía más que pronunciar el nombre de su amada entre las lágrimas.
Cuando el dueño consideró que ya había bebido demasiado, lo mandó a casa. Él no rechisto, sólo se volvió y lo miró.
-No sería mi casa si ella no está.
El hombre lo miró con tristeza, se encontraba frente a un joven derrotado que intentaba huir de todo por medio del alcohol.
-Si te ama, va a volver.- dijo el hombre.
Zayn lo miró unos largos segundos y suspiró.
-Ese es el problema, hermano. Ella no me ama y no va a volver.
Tras esas palabras se alejó, tambaleante, por las calles. No sabía a dónde estaba yendo hasta que se encontró en las puertas del cementerio y volvió a llorar a la vez que buscaba la lápida con el nombre de la más hermosa casualidad con la que había chocado en las calles de Londres. Se dejó caer en la tierra mojada y, haciéndose un ovillo, lloró hasta dormirse con la esperanza de volver a verla, aunque sea, en un sueño.

La hermana de Liam PayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora