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Caminamos un buen rato y hablamos de todo un poco, Laura era verdaderamente interesante.

–¿Te gusta el café? –le pregunté.

–No, aunque su olor es agradable –dijo mirando hacia adelante.

Asentí y mis ojos fueron a nuestras manos, las miré unos segundos.

–¿Qué pasa? –preguntó.

–Nada –contesté sonriendo.

–Venga, dime –chocó su hombro con el mio.

–Es que...aún no me creo nada de esto. No creó que el patético mayor de la escuela camine de la mano con la chica más hermosa que hay y mucho menos que me correspondas...jamás lo imagine tan siquiera –fuí completamente sincero, no podía explicar lo que sentía en ese momento pero quise que supiera eso.

Sonrió y miró el punto en el que nuestros cuerpos se unían, quito su mano y entrelazó sus dedos entre los míos. Ese cosquilleo en el estómago volvió. Fuimos en silencio resto del camino, la acompañe a su casa que estaba de paso ala mía. Al llegar nós detuvimos en el frente.

–No eres patético Lucca...nunca lo fuiste. No creas jamás lo que dicen esas ratas –soltó su mano, sonrió y dio media vuelta. Pero tome su brazo y la volteé dejando un suave pico en sus labios.

–Adiós linda... –le dije, me guiñó un ojo y entró a su casa. 

Me fuí con la sonrisa más estúpida que podrán imaginar a mi casa, al llegar salude a mis padres y me fui a mi habitación. Estuve un rato mirando ala nada pensando, las tareas que tenía pendientes ya las había hecho. Soy de esos estudiantes que prefieren hacer todo al momento para después estar relajado, pero entonces recordé la aterradora amenaza de mi rubia hermosa y me puse a revisar lo que nós había explicado de ingles en la tarde. Después de terminar y cenar, fuí a organizar un poco el garaje ya que ahí era que yo estudiaba y donde estaríamos mañana. Y así pasó, después de clases nós reunimos en la salida y nós fuimos junto con los chicos. Al llegar fuimos al garaje.

–Vaya...es un buen lugar. Quién diría que un gordo como tú tendría algo así –dijo Liam viendo alrededor. Si, ahí estaba el Liam que conocía.

–Quien diría que una peste como tú entraría aquí –respondí yo.

Laura gruñó, nós callamos sentándonos y ella empezó la práctica, en un momento preguntó algo a Liam. Lo miré esperando la respuesta también.

–¿Que me ves gordo? –preguntó.

–¿Que podrían ver las personas en tí? –pregunté yo en el mismo tono.

–Chicos –nós regaño Laura por milésima vez e hizo un ademán con sus manos de arrancar algo. Sí, nuestras pelotas. Tragamos grueso.

Laura termino de darnos las pequeñas clases y Liam se marchó, dejándonos solos.

–¿Jugamos ajedrez? –propuse, ella me miró y rodó los ojos.

–¿Crees que podrás ganar esta vez? –preguntó con soberbia.

–Déjame probar... –me senté frente a ella. 

–La verdad, preferiría que probaras otra cosa... –dijo he hizo un gesto de ella que nunca olvidé, pues de niña lo hacía siempre que tramaba algo; delinear con la punta de la lengua su labio superior lentamente.

Antes era divertido y tierno, pero ahora fue endemoniadamente sensual y me hizo temblar.

Se rio de mi estado atónito, pues como de costumbre me congeló.

–¿Lo haces a propósito? –pregunté mirándola olvidando por completo al ajedrez.

–Sinceramente, no. Es una mala costumbre que tengo de niña –me dijo.

–Si, eso lo sé. Lo vi muchas veces pero, preguntaba si me pones nervioso a propósito.

–¿Lo hice? –preguntó inclinándose hacia mi.

–Siempre lo has hecho Laura... –susurré y acaricié con mi nariz su rostro, sonrió y mi rostro fue al lugar donde su perfume olía más intensamente, su cuello. Vainilla, delicioso. Lo respire profundo disfrutándolo –Hueles tan bien... –susurré desde ahí y sentí su piel erizarse. Me aparté –¿Acaso acaban de invertirse los papeles?

Se rió suavemente.

–No...se eriza porque me gusta –dijo mirándome diciendo que no se puso nerviosa pero que le gustó la sensación.

–¿Dices que no hay forma en que pueda ponerte nerviosa? –pregunté, nuestros rostros estaban muy cerca. Podía sentir su aliento.

–La hay...pero eres tan tímido que dudo que lo hagas –dijo sonriendo de lado, tome su nuca y la besé, estos labios ponían mi mundo de cabeza. Era algo más rápido de lo acostumbrado, mordí su labio suavemente.

–¿Y cuál es? –pregunte sobre estos en medio del beso.

–Deberás descubrirlo por tí mismo cariño –susurro sobre los míos y nos apartamos un poco.

–¿Alguna pista?

–No, pero te darás cuenta en cuanto lo hagas. Se notará enseguida te lo aseguro.

–Que tentador... –dije.

NO ERES LO QUE CREÍ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora