Retrocedí un paso.
Luego otro y me heche a correr.
Mi corazón me estaba golpeando con tanta fuerza que el pecho me empezó a doler, mis manos y piernas temblaban, mi mente estaba nublada. Corría con demasiada velocidad a casa, ni siquiera sé como mis piernas podían resistir después de la hora que estuve haciendo deporte, tampoco cómo ningún auto me llevo en medio. Yo solo podía correr.
Llegué a casa, subí a mi habitación y a penas cerré la puerta mis ojos, quienes se habían mantenido húmedos todo el rato empezaron a soltar lágrimas como locos, me deslicé hacía abajo y lloré, lloré como lo que soy; un imbécil realmente patético. Debí saber que solo en mis sueños la chica hermosa se fija en alguien como yo. Debí saberlo.
De repente imágenes pasaron fugazmente ante mis ojos; las miradas que se dió con Liam, la vez que juntos llegaron tarde a clase, como ella conocía su casa a la perfección porque ya había ido antes y aquella frase que una vez él dijo retumbó en mis oídos;
"Tú deberías tener cuidado aquí"
Y el como ella había reaccionado carraspeando y golpeándolo, todas las veces que me rechazó, como nunca se había molestado por nada, como estaba tan segura que me gustaba. Todas esas señales...¿siempre estuvieron ahí?
Después el recuerdo de sus labios, de su mano entrelazada a la mía, de su mirada enfocada en mi, de ella a mi lado, de todos aquellos buenos momentos; las risas, las salidas, las bromas, me estremeció...no puede haber sido una mentira ¿O si? No puede haber sido por una estúpida apuesta ¿Verdad? Todo esto !¿por una apuesta?!
Yo la deje entrar a mi mundo, con mis amigos, en mi espacio tan íntimo. La dejé entrar en mi corazón...¡Confié ciegamente en ella!
Levanté la vista y como si fuese el destino mismo lo primero que noté fue la sudadera que me regaló, llegue hasta esta, la tome y estruje con fuerza, grité y empecé a hacer un desastre en mi habitación.
Ahora me invadió la ira.
Después de llorar y desahogar todo lo que sentía, me metí a la ducha y perdí completamente la noción del tiempo. Dejé que el agua tibia relajara los músculos que al igual que yo estaban tensos. No puedo describir con exactitud lo que sentía, era una mezcla de; rabia, dolor, decepción y traición. Todo al mismo tiempo, más a su vez añadiremos lo estúpido que me sentía. En resumen, me sentía como la mierda.
Ahora, tenía tres opciones; confrontarla, lo cuál posiblemente me haga terminar en un hueco aún más hondo del que estaba, fingir que no sé nada y continuar con toda la farsa, o terminar todo sin más y no puedo mentir, de todas esas prefería la última. No había ninguna necesidad de prolongar toda esta mierda, eso solo lo extendería a más momentos, momentos que eventualmente dolerían más y yo no lo podría soportar.
Al salir de la ducha infinita, me vestí y me fuí al garaje, ni siquiera tenía hambre. Justo cuando entre recibí un mensaje de mi madre;
"Hijo, nós surgió una reunión de último minuto. No nós esperes despierto, si necesitas algo llámame"
Genial, justo lo que necesitaba, estar solo. Ya me había calmado, al menos algo, tampoco quería jugar así que solo tome el control de mi bocina y la encendí para hundirme en la música. Mala idea. Pues la primera canción que sonó fue su favorita, la que cantamos juntos aquí. Mis ojos se aguaron rápidamente de nuevo y no pude evitar soltar algunas lágrimas, pero la cambié. Al rato escuché que tocaban el timbre arruinando mi momento depresivo. No tenía ánimos de ver a nadie en realidad y desee fervientemente que no fuera ella. Abrí con todo el miedo del mundo, pero me alivie enseguida, era Emma.
–Hola, siento mucho venir sin avisar. Pero te vi saliendo corriendo del instituto y quise saber cómo estabas, te traje unos pastelitos –dijo extendiéndome una bolsita.
Intenté sonreír, de verdad lo intenté, pero no pude y me desmorone. Emma solo me atrajo a un cálido abrazo sin preguntar nada y eso era justo lo que necesitaba.
Después de calmarme al fin por milésima vez, la invité a pasar al garaje y fuí por unas bebidas, cuando entre estaba sentada en el sofá y me fui junto a ella, le di el refresco y tome un pastelito. No había comido nada desde el almuerzo en la cafetería y el olor tan delicioso me revolvió el hambre. Di un mordisco y la miré sorprendido.
–Si, mi mamá hace los mejores pastelitos de la ciudad –dijo orgullosa adivinando mis pensamientos.
Estuvo un rato conmigo, hablamos y no me preguntó absolutamente nada. Solo me acompaño y hasta brindo conmigo por nada en concreto. Todo para distraerme un momento, y lo logró. Una hora después, tuvo que irse.
–Muchas gracias Emma, por los pastelitos y por venir –le dije ya estando en la puerta.
–De nada Lucca, estaré ahí por si me necesitas y espero que lo que sea que te esté pasando mejore pronto –me dio una sonrisa genuina y se marchó.
Emma era realmente transparente, podías ver claramente si mentía o cómo se sentía. Era una buena amiga. A penas cerré la puerta, la mierda volvió. Subí de nuevo, arregle el desastre que había hecho y me tumbe a "dormir" algo que evidentemente no pude hacer, mi cabeza daba vueltas una y otra vez en el mismo punto.
–¿Cómo? ¿Cómo pudo...? –pregunté en un susurro a la nada.
Tome mi celular, y vi las llamadas perdidas, de Laura. Me había llamado mientras estaba con Emma, mi corazón me dio un fuerte pinchazo a penas vi el nombre. Si así era como me sentiría de ahora en adelante respecto a ella, definitivamente necesitaba cortar el lazo cuanto antes. Estaba despierto cuando mis padres llegaron y en la mañana pude conciliar el sueño al fin. No sé cuántas horas pasaron, al despertar después de cepillar mis dientes baje a ver que me preparaba de comer. Estaba viendo los cereales cuando oí una voz, su voz.
–Hola cielo.
Porfavor no...no ahora...
El temblor llegó de vuelta, sabía que debía verla pero ¡¿No pudiste esperar un poco más?! Le grité a la vida en mi mente.
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NO ERES LO QUE CREÍ
Teen FictionLucca; un chico acostumbrado a ser humillado por su cuerpo un tanto rellenito, apariencia "poco agraciada" y personalidad diferente al resto, siendo él y sus amigos considerados como los "raritos". De repente, ingreso una nueva estudiante, posibleme...