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—Narra Jennie—

Jennie enterró los pies en la fría arena mientras el agua del mar bañaba sus dedos. Todavía estaba oscuro y la playa estaba desierta. Tomó aire profundamente en un intento infructuoso por combatir la náusea que se extendía lentamente por su cuerpo, entonces comprobó la hora en su teléfono.

Eran las 5:30 de la mañana. No es que importara, no es que tuviera ningún otro sitio a donde ir después de esto. Ese pensamiento la llevó al borde de un ataque de pánico, pero, aún así, volvió su atención de nuevo al mar y se puso frente a él.

La corriente parecía fuerte, el agua produciendo un fuerte silbido cada vez que cubría sus pies, antes de retirarse en silencio. Supuso que eso era bueno. Quizás la tormenta era una señal de que hoy era el día. Ya había estado ahí dos veces y había sido capaz de superar su desesperación en ambas ocasiones, algo dentro de ella diciéndole que quizás mañana se sentiría mejor. Pero no se había sentido mejor y sabía que nada podría llevarse la profunda tristeza que sentía en su interior, el agujero en el alma, que por alguna razón, se estaba haciendo cada vez más grande, lo contrario a lo que le había dicho su terapeuta que pasaría. Ya no se sentía completa y no sabía cómo estar sin Helena.

Su hermana había sido siempre la que la había mantenido con los pies en la tierra y había sido la única en hacerla reír. Jennie no había sonreído en dos años, desde que Helena murió. Había trabajado duro y había hecho lo que se esperaba de ella. Había ido por la vida en modo autopiloto, poniendo una sonrisa cuando hacía falta. Pero ya no podía estar entre multitudes y, aparte de un par de apariciones para promocionar sus películas, no había dado una entrevista personal desde antes de aquella noche. Era un milagro que todavía fuera capaz de continuar con su carrera en la industria del cine. Salir en su apogeo era probablemente lo mejor que podía hacer porque, si no lo hacía, no habría ninguna carrera que mantener si seguía ignorando a sus fans y a la gente importante de Seul.

El segundo aniversario de la muerte de Helena había parecido una fecha adecuada, hacía dos noches, cuando condujo sin rumbo, desesperada por alejarse de su vida. Playa Anmok Beach era el lugar más tranquilo que había podido encontrar entonces, y ahora sabía que era su única salida. La única manera de verla otra vez. Jennie se tambaleó cuando sus pies se hundieron más en la arena húmeda. Apenas podía mantenerse en pie después de haberse tragado un par de tranquilizantes con media botella de vodka, el alcohol necesario por si se asustaba, perdía el valor y se volvía a casa, justo como había hecho ayer y el día anterior. Tratando de combatir las náuseas abrumadoras, se sujetó el estómago y se hundió en sus rodillas. No fue suficiente para impedir que vomitara y, en segundos, el vodka salió disparado de su boca, creando una piscina delante de ella. No había comido hoy. De hecho, no recordaba haber comido mucho en los últimos días. Ya no obtenía ninguna alegría de la comida, o de ninguna cosa para el caso. Una ola se acercó y limpió el vómito, tirándole del pelo largo y castaño, implorándole que se aventurara hacia sus profundidades.

Eso sería ella pronto. Lavada.

Jennie se había preguntado qué pasaría una vez que se hubiera ido, por supuesto. Ese pensamiento la había consumido. En un par de horas, el director de su película actual tendría una pataleta en el set de rodaje asumiendo que llegaba tarde. Llamaría a su mánager, que conduciría hasta su casa, entraría y se daría cuenta que no estaba en casa. ¿Llamaría a su madre? ¿Tenía siquiera su número? Y si lo tenía, ¿se preocuparía su madre por ella? ¿O simplemente sacudiría la cabeza decepcionada por su falta de ética en el trabajo e ignoraría el hecho de que estaba desaparecida? Jennie no estaba segura. Aunque ya no se hablaran, estaba bastante segura de que su madre la quería y esa había sido la única fuente de duda en su decisión. Había leído en alguna parte que sobrevivir a la muerte de un hijo era lo peor que le podía ocurrir a una persona, y su madre ya había pasado por eso una vez.

Cuando se levantó otra vez y se quedó de pie en la larga y tranquila playa, se dio cuenta de que no se había sentido tan sola jamás. Hoy era su cumpleaños y habría sido el de helena también. Su mánager había organizado una fiesta para ella esta noche, con toneladas de invitados de primera fila en el foco de atención del momento. Se suponía que era su primera reunión social privada en dos años. Privada quizá no fuera la palabra adecuada porque no conocía bien a ninguno de los invitados y no había habido nadie a quien hubiera querido ver o con quien reunirse especialmente. Se hablaría de la fiesta durante años en el futuro si no podían encontrarla a tiempo, e incluso si los primeros mañaneros que iban a la playa la encontraban en una hora, la noticia de su muerte en el día de su gran fiesta haría una historia realmente increíble, dándole a sus invitados la oportunidad de mostrar su lado "humanitario" y alinearse con organizaciones benéficas de salud mental para aumentar su encanto. Así era como funcionaba su negocio. Nada era real.

La melancolía del vodka se extendió en la boca del estómago y se hizo más profunda, justo como había esperado. Pero sabía que sin él, no tendría el suficiente valor para hacer lo que estaba a punto de hacer.

Con cuidado, puso un pie delante del otro y se dirigió al agua. La parte de atrás de su vestido largo y blanco le arrastraba, el dobladillo girándosele salvajemente con la corriente.

Creyó oír una voz pero no se giró para mirar, caminando más deprisa hacia el agua, que ahora le llegaba hasta las rodillas. Lo último que quería era ser "salvada" porque las consecuencias por sobrevivir serían insoportables. Incluso más paparazzi siguiéndola, más titulares. 'Jennie Kim intenta ahogarse en Playa Anmok Beach'. O: 'La estrella de ' True Beauty ' camina hacia el mar. ¿Buscando titulares o un grito de ayuda?'

Gente a la que casi no conocía la rodearían con un brazo y le preguntarían cómo lo estaba llevando, sin importarles lo más mínimo mientras ponían su mejor sonrisa para los paparazzi. Su madre probablemente aprovecharía la oportunidad para escribir otro libro, como había hecho después de la muerte de Helena, derramando sus secretos más íntimos.

La voz detrás de ella era más alta ahora y no había duda de que alguien la estaba llamando. Jennie empezó a caminar tan deprisa como podía pero no estaba progresando mucho. Parecía como si estuviera corriendo en una cinta de correr, y aunque parecía que no se estaba moviendo, el agua le llegaba ahora por la cintura.

Una enorme ola se estrelló contra ella y, de repente, se vio arrastrada hacia abajo, la fuerza del océano la hizo revolverse y perder la orientación. No luchó los primeros segundos, desorientada y confusa. Su primera reacción fue nadar hacia arriba, pero seguía dando vueltas y no sabía dónde estaba la parte superior. El pánico real la golpeó cuando se dio cuenta de que no iba a ser capaz de tomar aire. Acababa de hacerlo cuando fue arrastrada de nuevo hacia abajo, consciente de que no le quedaba más oxígeno en los pulmones. ¿No era esa la idea? ¿No era eso lo que quería? Se revolvió, buscando desesperadamente la parte de arriba, con los ojos completamente abiertos pero incapaz de ver nada.

-Oh, Dios mío, voy a morir.

El corazón le latía tan deprisa y tan fuerte que podía sentir su propio pulso como un bajo profundo cuando empezó a agitarse salvajemente, desesperada por coger algo de aire. Sus pies y sus manos se extendían arriba y abajo pero el agua estaba tan profunda que ni siquiera podía encontrar el fondo del océano. Nunca en su vida había estado tan asustada y nunca en su vida había deseado vivir tanto. Y justo en ese momento, Jennie supo que había cometido el mayor y último error de su vida. El dolor en su pecho era agudísimo y la oscuridad ante sus ojos se hizo blanca porque no tenía otra opción que rendirse a los pulmones que gritaban y abrir la boca. Respirando, el líquido le inundó el cuerpo, causando lo que parecía una corriente interminable de dolor, pánico y desesperación. Sus músculos se contrajeron, se rindieron, y no se podía mover. Su consciencia se desvaneció en la nada.

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Mar De Amor [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora