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—Jennie... Qué bien verte de nuevo —dijo una voz femenina con un temblor de emoción en la voz.

Jennie levantó la mirada con la palabra pánico escrito en la cara.

— No, mamá. Te dije que no quiero hablar contigo. —Se recompuso y bajó la voz. —Vuelve allí con tu jovencito. Parece que está aburrido y yo no tengo nada que decirte.

—Pero cariño, te he echado tanto de menos. He intentado llamarte cientos de veces y si solo me dejaras explicarte...

— No hay nada que explicar. —La voz de Jennie carecía de emoción cuando interrumpió a su madre. —Por favor, vete.

Lisa se dio la vuelta y se encontró frente a frente con la viva imagen de Jennie. Las personas que desconocieran la situación probablemente habrían pensado que era su hermana mayor.

Parecía extravagante y demasiado vestida para un almuerzo entre semana. Su vestido verde de caftán colgaba de un hombro, a juego con sus sandalias de cuerdas y sus gafas de sol con espejos verdes que sostenía en la mano. Ahora que estaba más cerca, Lisa podía ver que el brillo en su frente era evidencia de una cantidad considerable de bótox. Sus labios eran más gruesos que los de Jennie y claramente artificiales, pero, aparte de eso, el parecido era notable.

La cara en forma de corazón, los grandes ojos verdes, las cejas oscuras y arqueadas y los labios ligeramente carnosos... La madre de Jennie la miró entonces, como si acabara de darse cuenta de que su hija no estaba sola. Su rostro puso una sonrisa nerviosa cuando sus ojos se encontraron.

— Hola. Tú debes ser Lisa Manoban. He leído sobre ti en las revistas—dijo. —Así que ¿es verdad? ¿Estáis saliendo? —Puso una mano en el hombro de Lisa cuando no respondió. —Yo soy Bernice Kim, la madre de Jennie. Encantada de conocerte.

— Su nombre no es Bernice, es Betty —se burló Jennie, interrumpiendo a su madre antes de que Lisa tuviera la oportunidad de responder. —Y con quién salgo no es asunto tuyo, mamá — continuó. —Bueno, es realmente muy sencillo. O te vas, o nos vamos nosotras. Me da igual cualquier cosa mientras no hagas una escena.

— Bien. —Bernice se recompuso y respiró hondo. —No haré una escena si me escuchas durante dos minutos. Dos minutos, eso es todo lo que necesito. —No esperó una respuesta mientras sacaba una silla vacía de debajo de otra mesa y se sentó al lado de Lisa, frente a Jennie.

— Os dejo solas —dijo Lisa, a punto de levantarse.

— No, por favor, no te vayas —suplicó Jennie, alargando su mano. —Realmente me gustaría que te quedaras; podemos ir a otro sitio después de que mi madre haya terminado su discurso de dos minutos. —Miró a su madre. —¿Cómo sabías que estaba aquí, por cierto? ¿Me has seguido?

Bernice sacudió la cabeza.

— No. Vivo aquí, así que vengo todo el tiempo. Regresé a Palm Springs hace ya un tiempo. No es que me quede nada para quedarme en Seul.

— No te hagas la víctima. Tú misma te lo hiciste.

— Lo sé. —Bernice parecía derrotada, pero continuó de todos modos. —Te echo tanto de menos, Jennie. Ojalá pudiéramos volver a ser amigas.

— Nunca fuimos amigas. —Una arruga se formó entre las cejas de Jennie como si no pudiera creerse lo que su madre estaba diciendo. —Siempre fuiste mi mánager primero, y segundo mi madre. La amistad nunca fue parte del trato.

— Tienes razón. Siempre fui tu mánager primero y eso estuvo mal; lo veo ahora. Pero no tenerte en mi vida ha sido increíblemente difícil. He tenido mucho tiempo para pensar y siento mucho lo que te hice.

Mar De Amor [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora