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— No exagerabas cuando decías que tenías un disfraz fantástico. ¿Es ese tu atuendo para las citas? —Bromeó Lisa mientras mordisqueaba un palito de pan.

No la habría reconocido si no la hubiera visto transformarse. Sus enormes gafas de sol marrones de estilo años setenta cubrían la parte superior de su cara, y la peluca larga y rosada de chica hippie Coachella le hacían parecer una especie de turista de la nueva era. Su aspecto se completaba con un vestido blanco de verano, sandalias de cuero y un gran sombrero blanco y flexible que amenazaba con hacer que la cabeza saliera a volar. Lisa se había puesto una gorra de béisbol y gafas de sol, por si alguien la reconocía también, aunque dudaba que la gente le prestara mucha atención cuando estaba con Jennie.

Jennie le dio una patada juguetona bajo la mesa. — No te rías de mí, intenté realmente que esta peluca se viera bien. —Tomó un sorbo de su vino. —En realidad nunca antes he tenido una cita de verdad. Solo falsas.

— Me lo imagino. —Lisa se acercó y ladeó la cabeza con una sonrisa. —Bueno, si esto es una cita real, estoy segura de que me permitirás que te diga que estás impresionante.

Jennie le dirigió una mirada burlona.

— Gracias, pero la peluca y...

— No, Jennie. Estás preciosa. Siempre lo estás. —Lisa le mantuvo la mirada, sabiendo que no había vuelta atrás.

Ahora que habían establecido que estaban en una cita, quería hacerla sentir especial, y quería que supiera exactamente lo que le pasaba por la cabeza.

— Gracias, tú también. —Dijo Jennie mientras le subía más color a las mejillas.

Sintió que se le erizaba el vello de los brazos cuando Lisa le rozó las yemas de los dedos sobre la mesa. El ligero toque dejó una sensación cálida y persistente en su mano que se extendió por todo su cuerpo y se instaló entre sus muslos. Saber que había sido intencionado la dejó con ganas de mucho más y fue incapaz de detener que una corriente de pensamientos eróticos corrieran por su mente. Casi dio un salto cuando escuchó al camarero a su lado, sacándola de su fantasía.

— Bienvenida de nuevo, señorita Kim—le susurró mientras ponía dos ensaladas pequeñas delante de ellas. — Disfruten de sus aperitivos. —Sacó la botella de vino de la cubitera de pie que había al lado de la mesa y llenó sus copas.

— Oh Dios, ¿de verdad puedes decir que soy yo? —Levantó la mirada hacia él y mantuvo la voz baja mientras hablaba. Siempre había sido clienta habitual en el Palm Garden, pero hacía años desde la última vez que había estado aquí, y había sido una sorpresa total que el hombre a quien ella recordaba vagamente ya supiera quién era ella. —Lo siento, no recuerdo tu nombre...

— Jamie —dijo el camarero. —Dudo que nadie más sepa que está usted aquí, así que no se preocupe. —Le dio una sonrisa conspiratoria. —Para ser sincero, ha sido lo que ha pedido lo que la ha descubierto. No servimos a mucha gente que pida una ensalada César con pasas en vez de anchoas.

Lisa se rió ante la expresión perpleja de Jennie. — Lo sé, es raro, ¿verdad? —Lisa estuvo de acuerdo con él. —No me extraña que la cocina lo recuerde. De verdad que deberías reconsiderar tu elección de comida, Jennie. En serio, ¿pasas en una ensalada César? Venga, eso está mal. ¿Cómo se te ocurrió eso?

Jennie soltó una risita.

— Tú espera. Te vas a comer tus palabras cuando lo pruebes porque en realidad está delicioso. —Lisa y el camarero intercambiaron miradas divertidas cuando él bajó la guardia profesional por un breve momento. Luego se recompuso y se aclaró la garganta.

— ¿Desean algo más?

— Eso es todo, Jamie. —Jennie le dio un billete de cincuenta dólares. —Y gracias por mantener esto entre nosotros.

Mar De Amor [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora