Once en punto

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   Noah

—Hey —un chico con el que hable en mi última clase, se acerca con un vaso rojo lleno de alguna sustancia que desconozco.

¿Por qué en las fiestas toman alcohol en vasos rojos, siempre?

Creo que el nombre del chico era David.

—¿Por que estás acá solo? Si hay muchas bellezas abajo.

—Estoy bien aquí. —dije más cortante de lo que quería sonar y de inmediato me imaginé la voz de Alessia riñandome por mi falta de educación.

Una estúpida sonrisa logro colarse en mi rostro sin que lo pudiera controlar, solo con recordarla.

Al estar dos semanas fuera de la cuidad, luego de que ella, al fin, me dijera su nombre y no poder contactarla, fueron totalmente agotadoras.

—Bueno, al menos toma esto —la voz de David me regresa a la realidad y me entrega el vaso que por inercia tomo entre mis manos.

—Si cambias de opinión, estamos al lado de la piscina —menciona alejándose y dejándome solo de nuevo.

Cuando estoy por terminar el líquido de el vaso, que como era de esperarse, solo contenía cerveza, la veo.

No sé si es el vestido morado intenso, moldeando su esbelto cuerpo o su cabello en esa coleta alta lo que acapara mi atención, pero de lo que no puedo despegar la mirada es de su sonrisa y sus ojos.

¡Joder! ¡Sus ojos!

Esos ojos color miel tan encantadores, que lograron atraparme desde la primera ves que los ví, no hacen más que mirar a todos lados con una mezcla de curiosidad y sorpresa.

Aún recuerdo cuando la vi esa noche y es imbécil la había golpeado, mi ira era casi incontrolable, luego de dejarla en su casa, me descargue contra mi saco de boxeo durante horas.

Miles de pensamientos ahogaban mi mente en ese momento y no sabía lo mucho que quería verla, hasta ahora.

¿Y si ella no quería verme?

Fue tan repentino mi viaje que no tuve tiempo de hablar con ella antes de irme, mi abuela tuvo un pre-infarto y viajamos de inmediato a estar a su lado, estuvo muy delicada durante unos días y yo sinceramente no quería despegarme de ella, hasta el punto de que mi madre llamo al instituto para excusarme por mis faltas, explicar la situación y mencionar que nos quedaríamos hasta que los médicos determinaran que podíamos traerla con nosotros.

Y ahora la tengo aquí conmigo, es muy divertido poner de nervios a mamá juntos y pasar horas escuchando sus muchas, largas y locas historias.

Seguro que ellas se llevarían muy bien...

—¿Esta buena, eh? —un tipo a mi lado me pilla por sorpresa señalando a Alessia con la cabeza.

Ella estaba riendo con sus amigas en unos sillones.

—No, pero no te preocupes, es toda tuya —agrega el muy idiota luego de la mirada de odio que le he de haber dado.

—Por si tus últimas neuronas no lo han notado, ella no es un pedazo de carne, ni un juguete que puede pertenecerle a alguien —exclamó con tono firme —Así que, por tu bienestar no vuelvas, en tu insignificante vida, a tratar a cualquier persona de esa forma y mucho menos a ella.

El Que Se Enamore Pierde [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora