Venganza

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—Tengo sueño.

—No se te nota, para nada— ironiza Jacob poniendo sus ojos en blanco.

—No quiero entrar a clases— digo por enésima vez.

—No quisiera ser entrometido, pero...

—No lo estas siendo, también haces parte de la conversación— interrumpo a Mario.

—Bueno, en ese caso, le recomendaría que entrara a clases a pesar de su negativa.— expone, luego de sonreír como agradecimiento.

—¿Por qué hablas siempre tan formal?— Jacob alarga las palabras intentando imitar a Mario.  

—Hablas como nuestro maestro de filosofía— menciono y al segundo siguiente Jacob y yo estamos riendo en la parte de atrás del auto, Mario niega la cabeza mirándonos por el retrovisor.

—Entonces, aquel maestro, ha de ser muy interesante— asegura Mario con fervor.

Algo que hace que ríamos aún más hasta llegar a el instituto.

—¿Seguirá, usted, mi consejo?— pregunta Mario al ayudarme a bajar del coche.

—Sí, igual no tengo nada mejor que hacer.

Nos despedimos de Mario y emprendemos, para mí, la primera travesía del día.

Un leve empujón hace que me despeje.

Jacob se burla en silencio de mi tortuoso caminar.

Entró a mi correspondiente clase y golpeteo mi asiento, haciendo una seña para que jacob abandone su puesto de vigilante en la puerta de la sala de clases.

Cuando al fin lo hace, me dejó caer dramáticamente sobre la mesa.

—Vas de mal en peor, italiana. 

—Y yo que pensaba que mi día no podía empeorar, llegas tu para recordarme lo equivocada que estoy— digo luego de soltar un sonoro suspiro.

Siento como se desliza a mi lado y empiezo a sobre pensar la posibilidad de salir corriendo o tirarme por la ventana.

También podría tirarlo a él... Eso suena mejor.

Su intensa mirada es lo suficiente molesta para obligarme a abandonar mis pensamientos suicida/homicida. 

—¿Qué?— replico y su sonrisa se ensancha.

—Te ves terrible.

—¡¿En serio?! Sabes, a veces creo que eres tonto, pero tus comentarios solo lo aseguran.

—¡Oye! Acabas de romper mi corazón— habla con fingido dolor —Pero te perdono, porque sé que no lo quisiste decir con esa intención.

—Cállate, ¿si?

—Oh no, señorita, eso fue muy maleducado.— exclama con la voz más aguda que puede imitar.

Creo que con mi suspiro, termino por despertar a toda la clase. 

—¿Qué hiciste anoche para tener esa cara?— pregunta curioso —No me mal entiendas, si pareces que te despertaron de tu descanso eterno, solo para traerte aquí como una muerta en vida, pero te ves linda.

Me perdí.

—Ok, ya no sé si me estás insultando o me estás elogiando, así que mejor, solo me dedicaré a ignorante y ya.

Su risita me irrita aún más, pero sorprendentemente no hablo durante el resto de la clase.

Aunque creo que fue gracias a que el señor Adams llegó exclamando, alegremente, el examen del día. 

El Que Se Enamore Pierde [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora