Miradas Cruzadas

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Odio las mañanas.

Odio los lunes.

Y en especial odio el estresante sonido de la alarma. Busco mi celular en mi mesita de noche, apago la molesta alarma y lamentando mi existencia me levanto de la cama. Después de arreglarme bajo a la cocina a desayunar, donde mi madre ya se encuentra despierta, como siempre.

—Buenos días —la saludo robando un trozo de la manzana que cortaba.

—Eso era mío, pero buenos días a ti también —sonrío como un angelito y termino el pedazo de manzana.

—¿Qué tal dormiste? —pregunto luego de un rato.

—Bien, con algo de frío, pero igual me gusta dormir sola de vez en cuando —dice refiriéndose a la ausencia de Mark, su actual esposo.

—Y al fin ¿Cuándo vuelve? —la curiosidad me envuelve al preguntar.

—Mañana... —exclama con un suspiro y una sonrisa de completa enamorada.

—Ay no, mi pequeña madre se enamoró, creo que es hora de que hablemos de cómo se hacen los bebés —exclamo mientras niego con la cabeza, burlándome un poco.

—A ver, a ver, que no se te olvidé que yo soy la mamá, así que me dejas las burlas —regaña entre cerrando los ojos, mientras amenaza con tirarme un plato.

—Señora, sí señora —digo colocándome firme e imitando el saludo militar, tratando de ocultar mi risa.

—Sí, sí, y a todas estas, ¿tú no tienes que ir al instituto? —pregunta al verme terminar el desayuno que me había preparado.

—Sí, ¿ya llegó Mario? —pregunto mirando la hora en mi celular.

—No lo sé, supongo que ya debe haber llegado —murmura tomando un sorbo de su té.

Tiene razón, él siempre es puntual.

—Iré a mirar —camino hacia la ventana.

Mario es mi conductor, aunque odio presentarlo de esa forma, ya que para todos es parte de la familia. Desde hace ya un tiempo trabaja para Mark, pero en cuanto nos mudamos estuvo siempre conmigo y he de admitir que le tengo mucho cariño.

Me asomo por la ventana y lo veo esperándome con su ya habitual traje formal, sonrió al verlo y me dirijo de nuevo a la cocina.

—Ya está afuera esperándome —informo a mi madre abrazándola y dando dos besos a sus mejillas.

—Adiós Alessia, estudia mucho.

—Adiós madre, que te vaya bien en la oficina —la beso por última vez y corro a la puerta.

Bajo las pequeñas escaleras mientras le sonrió y saludo a Mario agitando mi mano.

—Buenos días, señorita Alessia —Vamos, ¿es enserio?

—Cuantas veces desde que lo conozco le pedido que no me llame con tanta formalidad —sonríe un poco y yo hago una mueca.

—No le puedo prometer nada —bufo ante su respuesta, nunca le ganaré a este hombre.

—Mejor ya vámonos —ríe un poco y se adelanta para abrirme la puerta, otra cosa que no tiene porqué hacer, pero aún así, aquí estamos.

Ya en camino, le pregunto por su esposa e hijo, a los cuales veo cada que los invitamos a cenar o a cualquier reunión; me dice que se encuentran muy bien y me mandan saludos, siempre tan amables.

Durante el resto del viaje hablamos de temas sin mucha importancia y llegamos a las instalaciones que ningún adolescente quiere pisar nunca.

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El Que Se Enamore Pierde [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora